Presentada en Toronto y galardonada con el Gran Premio del Festival de Cine Fantástico de Gérardmer a principios de año, 'Saint Maud' finalmente llega a nuestras pantallas. La película de Rose Glass aterriza el 23 de diciembre con los deberes hechos, el reconocimiento que merece y la sempiterna polémica habitual alrededor del nuevo cine de terror.
Perdóname señor
La británica Rose Glass, veterana curtida en el terreno del cortometraje, sigue insistiendo en que una imagen vale más que mil palabras, y tras una serie de trabajos donde apenas había espacio para el poder de la palabra, se tira de cabeza al horror psicológico con un primer largometraje formalmente impecable. Llena de simbolismo y excelentes decisiones de puesta en escena, 'Saint Maud' tiene suficientes pilares para soportar el meneo católico que propone. La brutal interpretación de Morfydd Clark, cada vez más visible en nuestras pantallas e integrante de la ambiciosa propuesta de 'El señor de los anillos' de Amazon, es su principal fuerte de energía. La actriz agarra por los cuernos las alas un rol con mucho que perder para dignificar el calvario de su personaje.
Maud, una joven enfermera, se muda a la fastuosa mansión de Amanda, una veterana y famosa bailarina debilitada por una enfermedad que la mantiene encerrada. Maud, atormentada por un terrible secreto y por los mensajes que cree recibir directamente de Dios, se convence a sí misma de que debe cumplir una misión: salvar el alma de Amanda de las garras demoníacas que retienen a su nueva paciente.
Con el cine de terror más presente que nunca, al alcance de todo el mundo y con cada vez más seguidores, es normal que los códigos del género deban ir modificando sus patrones. Aunque en realidad, como con la ropa, muchos siguen fijándose en la marca de la etiqueta. A24 ha sido la encargada de distribuir 'Saint Maud' en Estados Unidos, lo que la convierte, a ojos del público general, en "otra película del sello que nos trajo reinvenciones como las de Ari Aster o Robert Eggers". Bien, pues ese es el primer error: 'Saint Maud' solo es una pequeña película independiente británica, no la nueva producción de los pijos de moda (y gran ojo comercial) afincados en Manhattan.
Pero centrémonos en una película que tiene más de una y de dos imágenes que se quedarán en tu cabeza durante una temporada. Pare ello hemos hablado con la directora. "Tenía la identidad visual muy clara en mi cabeza desde el proceso de escritura, así que supongo que por eso puede parecer que me centro más en ella, pero creo que el resto de elementos ayudan a encontrar un equilibrio".
Mártires y calvarios
El melodrama y el humor negro de las películas de los sesenta y setenta sobre desmoronamientos psicológicos, el poderío visual del cine de Nicolas Roeg o Roman Polanski y un par de pinceladas del body horror más reconocible forman el engranaje principal de la película de Glass. Todas esas referencias, visibles y necesarias, no impiden que también pueda ofrecer otras de regusto mucho más clásico, como la ascensión de Maud al "castillo" donde se encontrará con una manifestación maligna a la que purgar. "Esa localización apareció bien entrada la producción, buscando localizaciones. Alguien la mencionó, la vi y cambié toda la parte que tenía escrita sobre ella. Esa casa sobre la colina nos daba la oportunidad de jugar un poco más con el clasicismo del género y con aventurarnos hacia algo más reconocible, jugar con las expectativas del espectador, mostrar algo que podría esconder un terrible secreto en su interior".
Ese horror corporal que mencionaba antes se relaciona aquí con la culpa y con la auto-castigo del pecador. Un fanatismo que puede hacer tanto daño fuera como dentro del cuerpo. "Creo que es así. Las mutilaciones, el auto-castigo... todo eso existe en el mundo real, pero no siempre está relacionado con la religión. Creo que es algo íntimamente ligado al ser humano". 'Saint Maud' no sería lo que es sin la increíble interpretación de Morfydd Clark, dueña y señora de la función y una elección de casting de las que engrandecen a todos los implicados. "Cuando llegó Morfydd hizo una prueba muy sencilla, muy básica, pero fue como wow, ya está, la tenemos. Pero hasta que llegó ese momento pasamos por un proceso muy largo y agotador. Empezamos con el casting como un año antes de empezar el rodaje, pero no dábamos con nuestra protagonista".
La película de Glass combina la iconografía más reconocible de la edad de oro del terror católico con la modernidad de la puesta en escena y los nuevos tics del género de los últimos cinco años, y aunque su directora parece que no repetirá género en su próximo trabajo, sus referentes a la hora de afrontar su rompedor debut están claros. "No soy una experta en el género y seguro que tengo muchas lagunas, pero sí te puedo decir que mi película favorita es 'La semilla del diablo'. También 'Repulsión' y 'El quimérico inquilino', películas que no son 100% horror, pero me apasionan. También 'Los demonios', de Ken Russell, o el cine de Cronenberg".
Lo cierto es que con el año que hemos pasado, una película como 'Saint Maud' puede ser el colofón ideal de un 2020 para olvidar, algo menos de noventa minutos de terror clásico modernizado, donde la banda sonora de Adam Janota Bzowski brilla tanto como la pulcra suciedad que impregna la fotografía de Ben Fordesman. Ambos, como la directora de la película, en su primer largometraje. Un poco de aire fresco dentro de una corriente que últimamente venía necesitada de una película con un cierre tan potente y que de alguna manera la sitúa más en la onda de títulos como el 'Red State' de Kevin Smith que de la rompedora 'Hereditary': "Tenía muy claro desde el principio que la película tenía que terminar así". Amén.
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