Vaya de antemano que no he leido el cómic, obra de Tsugumi Ohba y Takeshi Obata, y tampoco he visto la serie de animación. Me he acercado a las dos películas de imagen real con la cantidad mínima de datos posible, única y exclusivamente que existían obras previas en otras artes. Tanto el manga como la serie tienen una amplia legión de seguidores, muchos de ellos en disconformidad sobre la adaptación cinematográfica, algo que siempre ocurre cuando un cómic o libro muy leídos se llevan a la pantalla grande. Sobra decir, o no, que lo que funciona en un libro o en una serie no tiene necesariamente por qué funcionar en el cine. Y viceversa. Lo que yo me he encontrado aquí es una entretenida historia que versa sobre la eterna lucha entre el bien y el mal. El resultado obtenido, unas cifras extraordinarias en la taquilla japonesa, algo coherente y lógico si tenemos en cuenta el prestigio del manga.
La adaptación al cine se ha realizado con una operación muy conocida. Filmar dos entregas seguidas, para abaratar costes, y estrenarlas por separado, con unos meses de diferencia. ‘Death Note’ (‘Desu nôto’, 2006) y ‘Death Note: El último nombre’ (‘Desu nôto: The last name’, 2006) son sus títulos y aunque han sido bombazos de taquilla en su país de origen no conocieron estreno en salas cinematográficas en nuestro querido país —espacio reservado para echar pestes todo lo que se quiera contra la distribución española—; eso sí, la tenemos editada en DVD tanto por separado como en un lujoso pack. Evidentemente la una no funciona sin la otra, argumentalmente hablando, pero encuentro diferencias sustanciales que afectan a la calidad artística de ambas. El primer título me ha parecido mucho más equilibrado y mejor dirigido que el segundo.
‘Death Note’, el cuaderno que cambiará el mundo
Un cuaderno creado para escribir en él los nombre de personas que morirán por el simple hecho de anotar sus nombres en el mismo. Pensemos por un momento en las posibilidades argumentales de tan sencilla y macabra idea —no pensemos en las posbilidades y consecuencias de que pudiera ser real porque podemos ahogarnos—, la imaginación puede volar demasiado. En la película, el guionista Tetsuya Oishi opta por incidir en las consecuencias de tal responsabilidad, y por muy buenas que sean las intenciones, un poder tan enorme sólo puede terminar por corromper al dueño del mismo. Todo ello con un muy lujoso envoltorio de film de acción y suspense que se traduce en una espectacular investigación criminal. El entretenimiento por encima de todo, lo cual no me parece nada mal, y con la suficiente profundidad como para plantear interesantes reflexiones morales. Con más aciertos que fallos ‘Death Note’ se erige como uno de los más sanos entretenimientos que puedan disfrutarse.
Esta primera entrega se centra en la figura de Light Yagami, el chico dueño del Death Note, y que en un principio utiliza para matar criminales, y en su oponente, el intrigante L, considerado el mejor detective del mundo, encargado de encontrarle. El enfrentamiento psicológico de ambos es el principal interés de la historia, aunque no ayuda demasiado el hecho de que Fujiwara Tatsuya no ofrezca una interpretación a la altura de su personaje, y sin embargo Matsuyama Ken’ichi muestre todo un despliegue de interpretación gestual matizando aún más su rol, sin duda el más llamativo del relato. Por otro lado el director Shûsuke Kaneko brinda un par de momentos de suspense muy bien filmados —toda la parte del metro con el agente del FBI y la vigilancia en la habitación de Light— mientras se preocupa de aplicar un buen ritmo, a pesar de que la película tarda un poco en arrancar.
Respecto a los efectos digitales aplicados al demonio que hace de las suyas entregando un Death Note a un humano, hay que reconocer que el bicho de las narices es un pegote. Por otro lado, que salga tanto en pantalla no sólo reduce misterio a su personaje, sino que termina convirtiéndose en una especie de mascota. Resulta interesante la curiosidad que el demonio siente por los humanos, y el hecho de que no puede influir en sus decisiones, sin embargo cualquiera de sus actos o palabras influye y tiene consecuencias. El film termina con un buen cliffhanger —herencia directa de la televisión o serial—, y deja al espectador con un buen sabor de boca, deseando ver más. La siguiente entrega no está a la altura de las circunstancias, perdiéndose en ramificaciones argumentales.
‘Death Note: El último nombre’, secuela innecesaria
Aunque argumentalmente la película quedaría inconclusa, lo cierto es que la continuación no ofrece nada nuevo. Los dueños del Death Note se multiplican por doquier, y ver como estos reaccionan ante su nuevo poder es algo que ya se intuía en la anterior entrega, un dilema moral que con tanto detalle termina perdiendo interés. Este se reduce al eterno enfrentamiento entre Kira —el alter ego de Light Yagami— y L, esta vez trabajando juntos debido a la aparición de un nuevo Kira que reparte justicia indiscriminadamente. Todo se vuelve más evidente, y un nuevo demonio hace acto de presencia, doblando así la cutrez de los efectos digitales. La premisa argumental parte de todo un plan ideado por Kira para resultar el absoluto vencedor, y erigirse como un nuevo dios.
Al igual que se predecesora, el film subraya el relato de acción y suspense por encima de todo. Su intención ante todo es entretenernos, y que no pensemos demasiado en las reflexiones morales que el relato provoca. Por ejemplo, la aprobación y rechazo popular ante la decisión de Kira de matar indiscriminadamente a asesinos que la ley deja escapar. En esta parte se incide sobre los medios de comunicación como herramienta de lo más eficaz para una cosa u otra, el cuarto poder que le llaman. También eso queda desaprovechado en pos de un galimatías argumental que tiene su clímax en unos minutos finales no del todo fáciles de asimilar. El desenlace se me antoja caprichoso e incluso tramposo.
Pareque que el cine estadounidense se ha hecho eco, cómo no, del éxito de ‘Death Note’ y del tirón que tiene, así planean un remake para el 2014. Ya imagino los cambios realizados en dicho remake, aunque por supuesto todo depende de quién se haga cargo del mismo. El interés que contiener el matizar las diferencias entre ley y justicia es algo que a mí por lo menos me llama mucho la atención, tal y como están estos tiempos tan aciagos. Ojalá cayera en manos de Shyamalan o Fincher, realizadores con un mayor sentido ético/estético que Shûsuke. En realidad no son más que ganas de soñar y desear que una muy buena idea caiga en manos adecuadas, visto que los resultados podrían haber sido mucho mejores.