'Ruby Sparks', ¿existe el amor?

'Ruby Sparks', ¿existe el amor?
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Normalmente, lo que más me motiva a la hora de escribir una crítica es ayudaros a decidir entre la extensa oferta cinematográfica a vuestra disposición. Por eso comienzo este artículo aconsejando que si tenéis la oportunidad vayáis a ver ‘Ruby Sparks’ (Jonathan Dayton y Valerie Faris, 2012), estrenada en España con pocas copias el pasado 26 de octubre. Supongo que creará opiniones muy variadas, algunos pensarán que es una estupidez y otros estarán de acuerdo conmigo en que es una de las mejores películas románticas de los últimos años, pero la recomiendo sobre todo por una razón: es diferente.

No pretendo decir que es una propuesta única en la historia del séptimo arte —a estas alturas es prácticamente imposible lograr algo semejante— pero sí que es fresca y original comparada con la inmensa mayoría de los estrenos que nos llegan cada semana. Ofrece un punto de vista singular plasmando algo tan trillado como una relación amorosa entre dos jóvenes. Puede verse como una versión actual y libre de la leyenda de Pigmalión, y me ha dejado sensaciones similares a las que me produjeron dos joyas como ‘La rosa púrpura del Cairo’ (‘The Purple Rose of Cairo’, Woody Allen, 1985) y ‘¡Olvídate de mí!’ (‘Eternal Sunshine of the Spotless Mind’, Michel Gondry, 2004). Desde luego guarda más parecido con todos títulos que con el anterior trabajo de los realizadores, ‘Pequeña Miss Shunsine’ (‘Little Miss Sunshine’, 2006).

Lo que comparten ambas películas, aparte de la factura “indie” —algo así como los norteamericanos filmando cine europeo—, es a Paul Dano, uno de los mejores actores jóvenes del momento, y quien lo ponga en duda que eche un vistazo a ‘There Will Be Blood’ (P.T. Anderson, 2007) —¡en versión original!—. Dano protagoniza ‘Ruby Sparks’ junto a su pareja en la vida real, Zoe Kazan —nieta del formidable director de ‘Al este del edén’ (‘East of Eden’, 1955)—, quien además firma el guion; irónicamente, Dano interpreta un papel escrito expresamente para él por su pareja, cuando en el film da vida a un escritor que tiene un romance con la chica de sus sueños, encarnada por Kazan. Y es la chica de sus sueños literalmente. Calvin ama a alguien que es producto de su imaginación. Soñaba con ella, ansiaba estar con ella, escribió sobre ella… y apareció.

Al comienzo de ‘Ruby Sparks’, vemos que Calvin es un muchacho solitario que apenas se relaciona con su hermano, su cuñada, su psicólogo y su perro. Da a entender que la crisis que atraviesa es consecuencia de que su ex lo abandonó en un mal momento, pero es obvio que hay algo más, que su carácter le hace encerrarse en sí mismo. Es un joven autor que aún goza de prestigio por una novela que escribió hace tiempo pero que sufre un bloqueo creativo. La inspiración le llega cuando inventa a su musa. Calvin escribe sin parar sobre Ruby, cautivado por su propia creación. Y un día, encuentra a Ruby en su apartamento, tal y como la había escrito. Tras confirmar que no se ha vuelto loco, acepta que Ruby existe y que le ama. Se aman durante una etapa maravillosa…

Paul Dano y Zoe Kazan en una escena de Ruby Sparks

Dicen que el amor se acaba. O que es un invento publicitario. Y que la rutina es letal. Podemos estar un rato soltando tópicos. Lo cierto es que las relaciones amorosas no son tan sencillas como las pintan en las películas. Si fuera así todos estaríamos emparejados de por vida con la primera persona con la que surgió un “te quiero” o un “te amo”. Levanten la mano los afortunados. Aparte de otros muchos factores, un riesgo para la pareja es la comparación entre la realidad y el ideal que vende el cine, la televisión o la literatura, y frustrarse al descubrir abismales diferencias. En ‘Ruby Sparks’, el protagonista llega a tener en brazos a la chica de sus sueños, cree haber encontrado al amor de su vida, pero la relación será complicada…

Porque vivir con otra persona no suele ser fácil. Esto lo retrata estupendamente la película mostrando cómo una relación aparentemente perfecta puede fracturarse en cuestión de segundos —y a menudo de manera involuntaria—. Pero si Calvin ha inventado a Ruby puede cambiarla si surgen problemas. Una línea en una hoja de papel basta para que la chica cambie de actitud. Pero esto también tiene consecuencias indeseables… Al igual que los títulos que mencioné antes, ‘Ruby Sparks’ parte de ideas fantásticas para hablar del amor y la vida en pareja, con mayor lucidez que muchos dramas que van de auténticos. Porque como llega a decir Calvin: “…enamorarse es un acto mágico“. Quizá podría decirse que es una ilusión compartida. Como el cine. ‘M. Butterfly’ (David Cronenberg, 1993) lo reflejaba con crudeza…

Annette Bening y Antonio Banderas en una escena de Ruby Sparks

La película patina un poco en la secuencia donde se presenta a la madre de Calvin y su novio, un tramo más ligero y cómico que el resto —pero hay jugosos detalles como la explicación de la inquietud artística de Ruby—, y en la resolución de la historia, demasiado amable. Pero en general Dayton y Faris —que por cierto también son pareja— vuelven a mostrar habilidad equilibrando lo cómico y lo dramático, apoyados en la sensacional química entre Dano y Kazan y un eficaz plantel de secundarios encabezado por Chris Messina, Elliot Gould, Steve Coogan, Annette Bening, Antonio Banderas y Deborah Ann Wolf. ‘Ruby Sparks’ va más allá del atípico entretenimiento para plantear una estimulante reflexión al plasmar lo excepcional que es hallar a alguien con quien se conecta de forma especial y lo pronto que se puede arruinar.

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