“Yo era como un ratón en las garras de un gato cruel”-Roman Polanski
Esta madrugada, una de esas noches de viernes en las que, por alguna extraña razón, ver un documental es lo mejor, lo más interesante y provechoso, que uno puede hacer, volví a ver, bastantes meses después de la primera vez, este magnífico documental, que me ha parecido ahora, ya que la situación ha cambiado, mucho más perturbador e importante que la primera vez. Es lo que tienen los documentales contemporáneos: pueden quedarse obsoletos muy pronto con este mundo de locos en que vivimos.
Pero, obsoleto o no, ‘Roman Polanski: Wanted and Desire’ (Marina Zenovich, 2008) es bastante más que un documento audiovisual sobre el proceso a un eminente artista, es el retrato de una época, de varios hombres, de una sociedad hipócrita, de un sistema legal vergonzoso, es la tragedia de una vida, es una acusación a la vileza del periodismo moderno. Es un documento imprescindible.
El cineasta polaco demonizado
La pieza conmienza y concluye con una conversación que primero es un almuerzo y por la tumultuosa conversación se convierte en cena, y entre medias asistimos, estupefactos, a una radiografía certera y deprimente de las tripas de los juzgados norteamericanos, que cuando acogen a famosos supuran mezquindad hasta límites indescriptibles. Pero la película no defiende a Polanski, al menos de un modo obvio, sino que explica con bastante objetividad los hechos, dejando que juzguemos nosotros.
Hay talento y coraje mostrando el preludio a un juicio que fue una farsa, y que finalmente se convirtió en un circo. La directora y sus colaboradores se detienen con precisión en las barrabasadas de un caso delirante, contando en paralelo las vicisitudes de Roman en Londres primero y en Nueva York y LA después. Pero no hay nada tendencioso en contarte su vida, ni de manipulador, pues es un caso contra Polanski, y tienen que hablarte de Polanski, de sus luces y sus sombras, perfilando sus rasgos de carácter, así como los de los secundarios de esta trama, para que el espectador se sitúe debidamente.
Sin duda, conocemos un poco más a este artista irrepetible, que ha dejado una huella imborrable en el cine europeo y norteamericano de la segunda mitad del siglo XX, y cuya vida es un verdadero rosario de desgracias. También ofrece algo de luz al caso de su relación sexual ilícita con una menor, en el crimen sexual más sonado, quizá, de la historia de California. Y luz es lo que se necesita, porque este caso es de todo menos simple, y la colección de opiniones del respetable debería estudiar a fondo el caso antes de demonizar a Polanski, o de santificarle.
Lo cierto es que uno pasa de la incredulidad a la estupefacción, y de ahí a la indignación. Pero también hay perlas para los del colmillo envenenado, los bienpensantes y los hipócritas, cuando Polanski pregunta “¿a quién no le gustan las jovencitas?”. Pero si a uno le presentan los hechos del caso, tal como están aquí, si uno ve de qué manera el juez cometió abuso de poder, o de cómo se plegó a las exigencia de los medios de comunicación, si uno atiende cuando explican de qué modo se cortaron en dos las braguitas de la víctima por orden del juez (la mitad para la defensa, la otra mitad para la fiscalía…), si uno percibe el ambiente de prejuicios de prensa y miembros del juzgado, no puede sino sentir vergüenza ajena.
Y más que vergüenza ajena cuando se explica que Polanski ya cumplió la condena pactada con el juez: 90 días en Chino, reducidos a 42 (la reducción en estos casos es algo habitual), en los que un supervisor psiquiátrico debía tratarle, y en los que recomendó encarecidamente la libertad condicional. Pero claro, el juez Rittenband, anhelante de publicidad, se dejó presionar por los medios de comunicación y no estaba dispuesto a dejar las cosas así, amenazando con meter entre rejas como fuera a aquel “enano pervertido”.
Pero también resulta inolvidable la emocionante rueda de prensa en la que Polanski pedía dignidad a los medios de comunicación (como pedir a un político que haga su trabajo) tras el asesinato de su esposa. Pocos documentales dejan en su sitio con tanta contundencia a la prensa como lo hace este documental de visionado más que recomendable.
Post Data Inevitable
Polanski huyó por sentirse tal como describe la cita que he reproducido arriba del todo, y sospecho que muchos habríamos hecho lo mismo. Hace unos años, según explica el documental, la fiscalía y la abogacía llegaron a un acuerdo para que se entregase y le fueran perdonados todos los cargos, eso sí...con la condición de que fuera televisado, dijo el nuevo juez (Rittenband, ya muerto, había sido retirado del caso por mala praxis…). Polanski, como es lógico, se negó.
Sobran comentarios.
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