Hace tres años, Dan Gilroy lograba llamar la atención con una mirada cáustica a las miserias de la profesión de periodismo freelance en la oscura ‘Nightcrawler’ (2015). La trama mostraba a un personaje peripatético, interpretado por Jake Gyllenhall, que lograba ascender dentro del mundillo de la televisión local a base de grabar la desgracia ajena, justificando su éxito en la falta de deber para con los demás, al menos hasta que lograba sus objetivos.
Una brillante disección de las consignas del neoliberalismo a través del proceso de vampirización de un ser despreciable con el que podemos llegar a empatizar por su condición de outcast incapaz de conectar con las emociones más básicas. Lo más deprimente de aquella es que el final mostraba cómo la única redención era el triunfo a costa del sufrimiento de otros, funcionando como una perfecta vacuna contra la ola de cine post ‘El lobo de Wall Street’ (Wolf of Wall Street, 2013).
El espejo opaco de 'Nightcrawler'
Aunque a primera vista, ‘Roman J. Israel, Esq’ no tenga demasiada relación con la anterior, rascando un poco podemos ver que ambas hablan de la tentación capitalista enfrentada a los valores humanos. Si la primera es una deriva en toda regla, esta funciona como imagen especular más brillante, o al menos con matices y claroscuros que invitan a la esperanza, cuando vemos dar tumbos el desarrollo de esa idea de batalla entre el egoísmo sobre profundas convicciones personales.
Sí que se hace evidente que estar protagonizada por Denzel Washington es una diferencia de posicionamiento respecto a la manera en la que capta al personaje. No hay una distancia fría sino que, hay una inversión real en la conexión de este con el espectador. Dicho esto, la interpretación es un verdadero giro a lo que nos tiene acostumbrados un actor de carácter, muy habitualmente encaramado a su imagen previa. No vemos al clásico Denzel abusando de sus tics irónicos y su eterna autoconfianza contagiosa. Roman es prácticamente todo lo contrario.
Su papel de un abogado ético, en la comunidad de bufetes de Los Ángeles, que se ve atrapado en una trampa creada por el mismo conecta con sus roles más serios como ‘El Vuelo’ (Flight, 2012), en la que ensayaba la ambigüedad moral de esta y ‘Philadelphia’ (1993), en la que también era un abogado. Pero nunca se ha metido dentro de un personaje tan variopinto, brillante en su trabajo pero lleno de problemas para socializar. Roman es un abogado que apenas ha pisado un tribunal.
Un hombre desubicado
Ha pasado décadas trabajando como investigador de su socio principal en su pequeña empresa comprometida con la justicia social, pero este muere, haciendo colapsar el mundo de Roman, ahora totalmente solo, viviendo en un apartamento modesto lleno de recuerdos y música de los 70, y con limitaciones para adaptarse a las dinámicas de trabajo del mundo exterior. Le resulta difícil hablar en una corte, con una tendencia a tartamudear y vacilar, y dificultades con la comunicación propias del espectro trastorno del autismo aparente.
Pero es notablemente inteligente, una base de datos humana de la jurisprudencia de California y todas sus regulaciones y ordenanzas. Eso lo convierte en una valiosa incorporación a la prestigiosa firma de abogados dirigida por George (Colin Farrell), un ex alumno de su antiguo socio que le contrata en lo que parece un acto de caridad. Roman usa sus dones para subir en su nueva firma elegante mientras trata de dar forma a un gran proyecto de apelación enorme que podría revertir los procedimientos de sentencia injustos.
Sin embargo, la dura adaptación del personaje a su nueva vida, expuesto a las dinámicas de trabajo modernas, después de haber trabajado toda la vida a cambio de poco reconocimiento y poco dinero, hacen que deje de lado su mapa ético y tome el camino barato, fácil y peligroso. Un punto en común con la comentada ‘Nightcrawler’ pero que en este caso acaba por sendas mucho más complejas, de una profundidad sorprendente.
Más allá de Denzel Washington
Su enfoque confronta el lado elegante de Los Ángeles con las partes más sucias que la oficina de turismo nunca querría que veas, dando una visión urbana que acompaña a todas las hipótesis de la obra. Tener, no tener, justicia social, y el conflicto de las convicciones personales y las realidades, según estrato social y raza. Dan Gilroy consigue una mezcla heterogénea de misterio legal, drama, retrato de personajes, romance improbable, comedia negra y tragedia.
Este desarrollo está salpicado de escenas notables, como Roman en el guardarropa de una tienda de segunda mano, sus progresivas conversaciones con George, y las escenas en las que consigue intimar con una activista legal interpretado por Carmen Ejogo. La deriva mental propiciada por su distanciamiento de la realidad y de sus valores también deja unos cuantos momentos de oro en los que realmente vemos el nivel de detalle en el trabajo de interpretación del actor de ‘Training Day’ (2001).
Roman representa el idealismo ingenuo, puro, confrontado con la satisfacción personal. Un dilema que crea una vuelta alentadora y estimulante a las convenciones de narración de estructuras de auge y caída, y acaba formulando un desafío para los espectadores que necesitan emociones rápidas, compensaciones instantáneas y respuestas sencillas. Quizá tarde algo en ponerse en marcha y sea algo densa para muchos, pero vale la pena hacer el pequeño esfuerzo.
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