Durante una escena de 'Rocketman', uno de los personajes da un consejo vital a un Reginald Kenneth Dwight en plena búsqueda de su lugar en el mundo: "Tienes que matar a la persona como la que naciste para poder convertirte en la persona que quieres ser". Una máxima que, además de impulsar la transformación del bueno de Reggie en la leyenda conocida a lo largo y ancho del planeta, puede extrapolarse al largometraje que la narra.
Quienes me hayan leído con anterioridad conocerán mis reticencias hacia el biopic contemporáneo; un género que, salvo en honrosas excepciones —como la que nos ocupa—, se pierde entre academicismos estériles e irritantes blanqueamientos, enterrando virtudes cinematográficas y mermando el impacto de las apasionantes historias reales que toma como base.
Pero 'Rocketman' huye de esto para verse potenciada por la espectacular dirección de Dexter Fletcher, la descomunal interpretación de Taron Egerton y, sobre todo, por la valiente producción de un Matthew Vaughn que "mató" la condición de estudio del filme para sacar adelante una pieza a la altura de su figura central, adulta y ajena a la tiranía de la calificación por edades. Porque 'Rocketman', además de fantástica, es cruda, ácida, cínica, excesiva... Es puro Elton John.
Ni autoncensura, ni medias tintas
El primer gran acierto, traducido en un impagable golpe de frescor, es el modo en que 'Rocketman' se desliga de su vis biográfica para abrazar sin miramientos el género musical; algo que afecta directamente a su interesante propuesta narrativa. Lejos de presentar un relato tradicional salpicado por los grandes éxitos de Elton John, Fletcher opta por dar a sus composiciones el peso específico que merecen.
De este modo, el ascenso y caída del artista británico se articula a través de unos fabulosos números musicales a la antigua usanza, que van desde lo íntimo a lo multitudinario, y en los que las letras de los temas más conocidos de la discografía de John sustituyen líneas de diálogo, réplicas y monólogos, dando forma a un conjunto inteligente y coherente con su verdadera naturaleza.
A través de sus grandes éxitos, el mito de Essex se va desnudando progresivamente —de forma tanto literal como figurada— tomando como excusa dramática una sesión de terapia de grupo que sirve como detonante a un auténtico festival de sexo, drogas y rock & roll que no entiende de autocensura ni medias tintas.
Esto se proyecta sobre un tono que, pese a caer ocasionalmente en los convencionales y complacientes terrenos del melodrama, de los que 'Rocketman' huye con facilidad, envuelve los claroscuros de la vida de su protagonista con un acertado manto de humor negruzco e ironía que visten a la perfección el filme y se reflejan sobre el Elton John de un Taron Egerton sencillamente inmenso.
El actor de Birkenhead, ayudado de una caracterización a la altura de las circunstancias derrocha talento plano a plano con una actuación que no necesita apoyarse en similitudes físicas para alzarse como la mejor de su carrera. Egerton no sólo se esfuerza para introducirse en la piel y la mente de su referente, sino que arriesga y usa sus propias cuerdas vocales para entonar hits de la talla de 'Tiny Dancer' o 'I'm Still Standing' sin despeinarse.
Coronada por una realización impecable que nos regala pasajes visualmente asombrosos, en la que Dexter Fletcher exprime hasta la última gota de esa buena mano con el género que ya demostró tener en 'Amanece en Edimburgo', 'Rocketman' se eleva como una muestra de gran cine. Un emocionante ejemplo a seguir que deja en pañales, sin prácticamente despeinarse, a cualquiera de sus congéneres recientes.
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