-Soy una stripper.-Yo estoy en una boy band.
-Vale, tú ganas.
‘Rock of Ages (La Era del Rock)’ (‘Rock of Ages’, Adam Shankman, 2012) lleva a la gran pantalla un exitoso musical de Broadway y cuenta con uno de los repartos más llamativos del año. Parecía destinada al triunfo, un jugoso caramelo para ese amplio abanico de espectadores que disfrutan con la gran variedad de espectáculos musicales que se ofrecen hoy en día a través de diferentes formatos. Sin embargo, la película pasó con más pena que gloria por los cines de EE.UU. y en su primer fin de semana en España solo ha conseguido un discreto octavo puesto en taquilla —aunque solo contaba con 99 copias, en absoluto un gran estreno—. Un resultado inesperado e injusto para este efectivo entretenimiento con una excelente banda sonora.
Justin Theroux, Allan Loeb y Chris D´Arienzo —autor del libreto original— firman el guion de ‘Rock of Ages (La Era del Rock)’, cuya historia nos devuelve a la década de los 80 y gira en torno a dos jóvenes que aspiran a convertirse en estrellas de la música rock. La película arranca presentando a Sherrie (Julianne Hough), que es la típica chica de pueblo, alegre y virginal —casi se llama Cherry— que se marcha a vivir a una gran ciudad cargada de ingenuos sueños y con poco dinero en los bolsillos —el primer número musical me hizo gracia porque le encontré cierto aire lynchiano aunque puede que otros lo consideren demasiado simple, solo pasajeros cantando lo que piensan desde sus asientos, sin baile alguno—; Sherrie llega a Los Angeles y pronto se encuentra con el primer obstáculo en el camino, pero a cambio conoce a Drew (Diego Boneta), un muchacho con el que comparte ilusión y gustos musicales, que le consigue un empleo como camarera en el mítico (y ruinoso) local The Bourbon Room.
A la previsible trama central que sigue el romance —con la típica confusión que los separa por un tiempo— y los vaivenes profesionales de los perfectos, guapos y muy sosos chicos protagonistas, se le unen otras historias más interesantes y divertidas unidas por el posible cierre del Bourbon Room —otra manida excusa argumental—. El estresado dueño del local (Alec Baldwin) y su mejor amigo (Russell Brand) creen hallar la solución a sus problemas en un concierto de la última auténtica estrella del Rock, Stacee Jaxx (Tom Cruise). Pero el despreciable representante del ídolo (Paul Giamatti), una periodista brutalmente honesta (Malin Akerman) y la puritana esposa (Catherine Zeta-Jones) del alcalde (Bryan Cranston), que encabeza un movimiento de protesta contra el Bourbon Room por considerar que la música Rock promueve el sexo —eso es muy malo en EE.UU.—, se las apañarán para complicar la situación. Mary J. Blige, Eli Roth y Will Forte, entre otros, también aparecen en pantalla con breves papeles.
Los momentos más acertados, los que mantienen el film y lo convierten en una opción recomendable para pasar un buen rato, llegan siempre con los secundarios en pantalla. Zeta-Jones lo borda, Cranston tiene un par de momentos impagables, el cameo de Roth y lo que ocurre entre Baldwin y Brand es de carcajada, pero quien realmente destaca es Cruise, fantástico con esa parodia de artista mimado al extremo, aburrido, borracho y mujeriego, con un aspecto basado claramente en Axl Rose, el líder de los Guns N’ Roses —si bien su mejor momento llega cuando canta el ‘Wanted Dead or Alive’ de Bon Jon Jovi—. El actor vuelve a demostrar su talento para la comedia —imposible olvidar su papel en ‘Tropic Thunder’ (Ben Stiller, 2008)— y comparte escenas divertidas con Giamatti y Akerman —en un estupendo número musical donde la actriz explota su sexualidad—, es una pena que ‘Rock of Ages’ no gire en torno al carismático personaje de Stacee Jaxx. Lamentablemente, el show está enfocado a recorrer el convencional camino de unos niños pijos que encajarían bien en ‘High School Musical’, nunca dan el pego como fervientes seguidores del rock —no basta con sacar la lengua y hacer el gesto de los cuernos—.
Tampoco se siente en la película auténtico amor por la música y la cultura del Rock ‘n’ Roll, es fachada, el envoltorio con el que se vende un producto sorprendentemente light, correcto e inofensivo, imagino que por la razón de siempre, llegar a un público más amplio —les ha salido el tiro por la culata—. Un apunte: en la obra original, el malentendido entre los protagonistas es que ella piensa que Drew solo la quiere como amiga, así que no pierde la oportunidad de irse a la cama con su ídolo; en la versión cinematográfica, lo que ocurre es que Jaxx se lía con otra mujer, pero Drew cree que ha sido con Sherrie —de este modo, la chica queda “limpia”—. No está muy afortunado con la puesta en escena Adam Shankman, realizador que ya había probado suerte con el musical —dirigió el remake de ‘Hairspray’ (2007), con resultados similares—, falta espectacularidad e ingenio en la mayoría de los números musicales, pero como digo, el extenso y simpático grupo de secundarios llega a cubrir estas carencias. Puede caerse en la tentación de afirmar que el género está muerto para la gran pantalla, pero no conviene olvidar que en unos meses se estrena una nueva versión de ‘Los miserables’ (‘Les Misérables’, Tom Hooper, 2012) que huele a rotundo éxito.