Uno de los grandes nombres de la década de los ochenta en el cine de género norteamericano, es sin duda Robert Zemeckis, el realizador nacido en Chicago hace 58 años. Pero también es uno de los artesanos que durante los 90 intentaron ser lo que no eran, y que en la presente década va de visionario del cine de animación, estandarte que él ostenta sin que nadie se lo haya adjudicado y mientras muchos nos preguntamos por qué sigue empeñado en serlo. Zemeckis es un hombre magistralmente inteligente, y con una ambición desmesurada que hace mucho que no se traduce en aquel antiguo placer por filmar que tantas veces nos deleitó.
En la reciente y estupenda entrevista que mi compañero Juan Luis Caviaro le hizo en Londres a este cineasta, se percibe mucho antes al avezado y curtido hombre de negocios, que a un artista coherente con sus propias ideas. Eso sí, también se percibe a un hombre que conoce como pocos los entresijos de la industria de cine más poderosa del mundo, a un profesional de gran talento y a un deseo por romper las propias limitaciones que siempre es de agradecer. Pero límites siempre ha roto este director.
El más brillante delfín de Steven Spielberg
A pesar de que en los años setenta, los pocos y nada destacables trabajos de Zemeckis podían hacer creer lo contrario, durante aquella etapa posterior a sus estudios cinematográficos, Zemeckis ya conocía a medio Hollywood, y estaba más que dispuesto a comerse el mundo, ayudado por su escudero Bob Gale. Es posible que muchos cineastas españoles mejorarían sus posibilidades si dispusieran de un diez por ciento de esta ambición. A pesar de que no había alcanzado gran éxito de público, pudo disponer de dos estrellas emergentes como Michael Douglas y Kathleen Turner para su divertida (aunque hoy en día algo envejecida) aventura 'Tras el corazón verde'. Era una especie de homenaje/parodia de Indiana Jones, por supuesto, pero con mucha coña y mucha desvergüenza. Fue un éxito, y propició que al año siguiente por fin creyeran en su proyecto sobre cierta máquina del tiempo construida con un Delorian.
'Regreso al futuro' no es sólo un hito popular o un icono de aquella época, es una aventura elaborada con un ingenio y un ritmo que ya quisieran para sí muchos directores. Es una recreación de época brillante. Es una comedia llena de ideas formidables. Y su Doc, interpretado con genio por el sinpar Christopher Lloyd, es un personaje inolvidable, verdadero corazón de la saga. Zemeckis dio la campanada, sin duda, con una aportación casi única a la ficción científica, porque pocas veces se había ofrecido algo tan coherente en este género, y al mismo tiempo tan alocado y divertido. Gracias a ese éxito, y tras su capítulo para Amazing Stories para su mentor Spielberg, dirigió su mejor película, la nunca suficientemente valorada '¿Quién engañó a Roger Rabbit?'.
Aquella joya del cine negro y de la fantasía, tal como dijimos aquí, confirmaba el talento narrativo de este cineasta, que estaba más que dispuesto a continuar contando la historia de Marty McFly y compañía, pero que según cuenta él y Bob Gale, al final fue tan larga, que tuvo que dividir la historia en dos películas que se convirtieron en 'Regreso al futuro II' y 'Regreso al futuro III'. Fueron rodajes casi consecutivos, y mientras la segunda parte fue la que más flojeó, la tercera es sin duda la mejor de todas, todo un alarde de ritmo e ingenio, para un western que era un precioso homenaje al género. Comenzaba así la década de los noventa. Y lo siguiente fue un divertidísimo fracaso.
Pocas comedias negras son tan sórdidas, imaginativas y divertidas como 'La muerte os sienta tan bien', lo más parecido a un fracaso que Zemeckis había conocido hasta la fecha, y que fue recibida, muy injustamente a mi parecer, con total indiferencia por la crítica. Entre sus muchas virtudes podemos destacar a un Bruce Willis sensacional y patético y un ritmazo formidable. Esta película fue el fin de una etapa y el comienzo de una nueva. Y la nueva etapa comenzaba con un grandioso éxito de público y su película más conservadora, temática, moral y estéticamente hablando: 'Forrest Gump'. Ahora ya no quería ser más un brillantísimo director de género, ahora quería ser autor (cuando la política de autores de Cahiers se fijaba sobre todo en los renovadores de géneros...), y con este melodrama se alzó con el Oscar, y creyó haberlo conseguido. Nada más lejos, a mi entender. Comenzó un declive que no ha cesado.
Aún filmaría otra película en esa década, la mediocre y absurda 'Contact', certificando su nulo interés a seguir siendo quien era, y creyendo que quizá era hora de cambiar de aires. No tiene nada de malo, siempre que no se haga con películas tan impersonales e insustanciales como esta. Pero su trilogía terrible tenía que terminar, y lo hizo lamentablemente, con un relato de suspense que es un intento por aprovechar el tirón de este tipo de productos provocado por el éxito del 'El sexto sentido'. 'Lo que la verdad esconde' cuenta con unos guapísimos y excelentes Pffeifer y Ford, para caer en el más absoluto de los ridículos con una historia sin pies ni cabeza. Zemeckis había esquilmado su personalidad para seguir teniendo éxito...a costa de sí mismo.
En cualquier caso, aquella película la filmó en el intermedio de rodaje de 'Náufrago', pues Hanks tenía que adelgazar y recuperar la forma que había perdido gracias a la vida que proporciona la fama universal. 'Náufrago' podría haber sido una película interesante si no adoleciera de ese defecto gravísimo consistente en un salto temporal que nos impide observar lo más interesante de la historia, y de ese tufillo ultraconservador que Zemeckis parece haber adoptado sin ambages, y que repta inofensivo pero no ingenuo por lo más subterráneo de sus historias. Y es que, a fin de cuentas, 'Náufrago' no era más que 'Forrest Gump 2'.
Sus últimas tres películas han sido sendas películas de animación, con su tan cacareada y discutida técnica de captura de los movimientos y gestos de los actores. Las tres son tremendamente predecibles y aburridas, recargadas y poco interesantes. La primera 'Polar Express', todavía hizo bastante dinero, pero las otras dos, que han costado una barbaridad, no lo han hecho. Por otra parte, a pesar de la evidente evolución técnica, todo el mundo se ha cansado de señalarle que sus personajes carecen de vida, de expresividad. En definitiva, un fracaso rotundo. Pero él sigue erre que erre, a lo suyo. Es loable, pero estéril. Ya veremos lo que nos depara en el futuro el trabajo de este hombre brillante que, ahora mismo, se tiene a sí mismo por un visionario incomprendido.