De haber contado únicamente con el paupérrimo recuerdo que en mi dejó hace cinco años su estreno y no hubiera decidido volver a verla de cara a este artículo que aquí empieza, podéis estar seguros que el presente análisis acerca de la aproximación que Ridley Scott hiciera en 2010 sobre el legendario Robin Hood se habría movido en términos mucho menos benevolentes que los que voy a terminar reflejando en los siguientes renglones.
Tanto es así, que de considerar a este 'Robin Hood' (id, Ridley Scott, 2010) como una de las peores aproximaciones que el séptimo arte ha hecho sobre el noble que robaba a los ricos para dárselo a los pobres he pasado a valorar en su justa medida un filme al que el lustro que ha transcurrido desde aquél mes de mayo de principios de la década ha sentado, como suele decirse, igual que al buen vino, potenciando sus virtudes y paliando hasta cierto punto sus defectos.
A vueltas con las expectativas
¿Cuántas veces habéis acudido a una sala de cine ansiosos por ver lo que en ella os iban a proyectar y habéis salido completamente decepcionados con el resultado? Si la respuesta es muchas, es que habéis experimentado la ya consabida relación inversa existente entre las expectativas y la apreciación final de un filme. Una relación capaz de arruinar hasta a la más digna de las producciones que, en el caso que hoy nos ocupa, jugó un papel determinante en lo que servidor sacó en claro de su primer y único visionado hasta la fecha de esta 'Robin Hood'.
A fin de cuentas, estamos hablando de un personaje mítico en el mundo del séptimo arte que, trasladado con mayor o menor fortuna en incontables ocasiones a lo largo de la historia del cine, cuenta entre ellas con la que personalmente considero una de las mejores producciones de aventuras de todos los tiempos. Me refiero, obviamente, a 'Robín de los Bosques' ('The Adventures of Robin Hood', Michael Curtiz & William Keighley, 1938), una delicia de esas por las que no pasa el tiempo que ha servido a lo largo de las décadas como rasero por el que medir lo que una cinta protagonizada por el arquero de Sherwood tenía que ofrecer.
Dichas comparaciones casi siempre —por no decir siempre— han devuelto connotaciones negativas tanto para el alocado divertimento que fue la lectura de Disney sobre el legendario bandido como para las cintas protagonizadas por Kevin Costner, Patrick Bergin, Sean Connery o, qué sé yo, aquél que encarnara Cary Elwes a las órdenes de Mel Brooks y, en última instancia, fueron las que jugaron un protagonismo decisivo en lo que uno se esperaba encontrar en un filme que, sorprendentemente, podría haber sido mucho peor.
No en vano, el primer tratamiento redactado por Ethan Reiff y Cyrus Voris, de título 'Nottingham' y que fue el que Universal adquirió para su posterior traslado a la gran pantalla, había sido definido por Russell Crowe como "un episodio de CSI con mallas", una afirmación que hubiera presagiado la peor de las suertes para un filme que, toda vez Scott tomó las riendas, fue finalmente reescrito por Brian Helgeland, tomando el cineasta británico la decisión de que la cinta se centrara, no en relatar de nuevo los acontecimientos que todos conocemos bajo la óptica del Sheriff de Nottingham, sino acercar al público al hipotético nacimiento del héroe sajón.
'Robin Hood', encomiable esfuerzo
Dejando pues de lado todas las posibles apreciaciones encaminadas a comparar la cinta de Scott con sus numerosas antecesoras, y centrando el discurso en lo que aquí podemos encontrar, es 'Robin Hood' una producción que cuenta con muchos aciertos que sustentan la afirmación de que hay aquí más de lo que podría parecer a simple vista. Dejando a un lado una dirección que vuelve a tener momentos para el deleite y que demuestra que, quizás falle en otros aspectos, pero el responsable de 'Alien, el octavo pasajero' ('Alien', Ridley Scott, 1979) sabe lo que hay que hacer con la cámara; si hay algo que destacar en este filme eso es la labor de su elenco interpretativo.
Y aquí no queda más remedio que empezar rindiéndose ante el magnífico trabajo de Russell Crowe y Cate Blanchett, unos Robin y Marion —que no Marian— que construyen a través de la sutileza de sus miradas y de unos diálogos construidos para su lucimiento una relación comparable con aquella que podíamos encontrar en la ingenuidad clásica de Errol Flynn y Olivia de Havilland o, más aún, en aquella que Richard Lester nos mostraba con cinismo y una fuerte carga de melancolía entre Connery y la incomensurable Audrey Hepburn en 'Robin y Marian' ('Robin and Marian', Richard Lester, 1976).
A su lado, y por encima de los muy valorables William Hurt o Max Von Sydow, si hay alguien que se come la pantalla en cada aparición hasta el punto de hacer sombra al protagonista, ese es Mark Strong. Repitiendo con Scott después de su brillante intervención en 'Red de mentiras' ('Body of Lies', 2008) el papel de Strong como Godfrey, el villano de la función, justificaría por si sólo el visionado de la cinta si es que esta no contara con otros valores con los que reforzar la brillante interpretación del actor inglés.
Pero, como decía, hay en 'Robin Hood' aciertos diversos en los que apoyarse para no echar por tierra los esfuerzos de Scott y de todo el equipo artístico. Ahí están, por ejemplo, una labor de producción impresionante, que nos traslada indefectiblemente la Inglaterra de del s.XIII; una fotografía de John Mathieson que vuelve a ayudar a Scott, como ya hiciera en 'Gladiator' (id, 2000) o 'El reino de los cielos' ('Kingdom of Heaven', 2005), a dotar a su filme de una cualidad cromática de gran personalidad o ese score de Marc Streitenfeld que, al igual que la cinta, gana con cada nueva escucha, acoplándose de forma precisa a las imágenes que acompaña.
No negaré, porque sería absurdo hacerlo, que 'Robin Hood' esté exenta de errores, de momentos que podían haber sido resueltos de formas más efectivas y de ciertas decisiones argumentales —todo lo que rodea a los huérfanos de Sherwood me sigue pareciendo bastante equivocado— que, de así quererlo, podrían sustentar por sí solas una crítica mucho más negativa hacia este entretenido filme de aventuras que, como decía, vuelve a ser una buena muestra de lo que Scott consigue tras el objetivo, cuando así lo desea.
Porque esa, y no otra, es la cualidad que (casi) siempre, ha sido la más apreciable de cualquier cinta firmada por el británico, el saber que más allá de guiones estrepitosamente malos —que ha tenido que lidiar con ellos— lo que íbamos a ver iba a ser, cómo poco, de notablemente correcto para arriba. Una habilidad ésta que será puesta a prueba —y hasta qué punto— en la siguiente cinta de este especial que nos tocará analizar la semana que viene y que, desafortunadamente, ha sido completamente obliterada en la última producción que ha contado con su autoría.
- Otra crítica en Blogdecine: 'Robin Hood', un gladiador desganado
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