Ridley Scott: 'Exodus: Dioses y reyes', carcomido por las plagas

Ridley Scott: 'Exodus: Dioses y reyes', carcomido por las plagas
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Es una historia sobre la que el cine lleva vertiendo miradas casi desde sus inicios. El legendario Cecil B. de Mille rodó dos versiones de la misma, llevando a la segunda a ser uno de esos hitos del séptimo arte que marcó época. Otras dos son las adaptaciones animadas con las que el mundo del celuloide se ha acercado al relato de Moisés y el Éxodo hebreo por el Sinaí hacia la Tierra Prometida. Y también dos las producciones televisivas que, con desiguales resultados artísticos, nos acercaban al personaje bíblico.

Contando con todos estos antecedentes, cuando Ridley Scott anunció que su siguiente proyecto iba a ser una espectacular puesta en escena del relato de Moisés enfocado desde la relación con el que había sido su hermano, servidor —y supongo que muchos de los que tenemos algo de memoria cinematográfica— arqueó las cejas asombrado no sólo por la insistencia de Hollywood de poner en pie, una vez más, tan trillado argumento, sino por hacerlo en formas que sí o sí iban a acercarse a aquellas que vimos en 1998 de mano de la Dreamworks en la espléndida 'El príncipe de Egipto' ('The Prince of Egypt', Brenda Chapman, Simon Wells and Steve Hickner).

Ausencia de inspiración

Exodus 1

Pero antes de caer en la tentación de valorar los méritos y deméritos de la cinta que cierra, por el momento, este especial sobre el cineasta británico, intentemos determinar aquello que funciona —poco— y aquello que no —la gran mayoría— del que probablemente es uno de los tres peores títulos en la trayectoria de un realizador que, lamentablemente para aquellos que seguimos buscando en él con cierto ahínco y esperanza algún rastro de genialidad, lejos está ya de alzarse siquiera como la sombra del que fuera en sus inicios, hace cuarenta años.

En su lugar, lo que encontramos en 'Exodus: Dioses y reyes' ('Exodus: Gods and Kings', 2014) es un deslucido y prolongado —hasta el hastío, cabría añadir— vehículo de 150 minutos de extenuante duración en los que muy claro queda desde muy temprano que no sólo la "huella Scott" va a brillar por su ausencia, sino que, llegado el momento, vamos a comenzar a desear que el responsable de 'Gladiator' (id, 2000) hubiera sido capaz de rescatar una brizna de la épica de su particular peplum para una producción en la que tal cualidad ha quedado completamente obliterada.

Ni en el enfrentamiento de las fuerzas egipcias contra los hititas, ni en la agotadora secuencia en la que Egipto es sometida a las plagas bíblicas ni, desgraciadamente, en el paso del Mar Rojo, podemos encontrar algo de eso que, por ejemplo, la cinta protagonizada por Charlton Heston en 1956 tan bien sabía conjugar: la emoción. Desvestida por completo de una característica casi inherente al relato que intenta modernizar —y no pocas han sido las críticas hacia las muchas incoherencias que la cinta atesora tanto históricas como con respecto al libro sagrado— 'Exodus' se queda en un inane transitar por las vidas de unos personajes a los que resulta imposible tomar aprecio.

Carencia de credibilidad

Exodus 2

Responsable directo de ésto último es un reparto que, desde los primeros minutos de película, deja clara la poca o nula adecuación a los papeles que les han sido asignado. Comencemos, por ejemplo, por unos Sigourney Weaver, John Turturro y Ben Kingsley que se pasean por delante de la cámara rodeados de un insufrible halo de insustancialidad sólo superado, ya por el nulo protagonismo de la primera y el tercero —que tienen cinco líneas de diálogo mal contadas— ya por que, por mucho que lo intente, no hay quien se crea al segundo en la piel de Seti, el faraón que acogerá como un hijo a Moisés,

Lamentablemente, la cosa no mejora cuando comenzamos a descender en la escalera de la edad y nos encontramos a unos María Valverde y Aaron Paul que, de nuevo, cuentan su relevancia en el discurrir de la acción por momentos sueltos carentes por completo de interés en el devenir de una producción que, queriendo resaltar por encima de todo a Moisés y Ramsés, hace descansar el peso de ambos en la sempiterna monotonía que acompaña a Joel Edgerton y Christian Bale durante los 150 minutos de metraje.

Del primero, directamente, sería mejor no hablar por no terminar convirtiendo estos párrafos en una sucesión de epítetos descalificativos, baste decir que en lo que a decisiones de cásting se refiere, la de Edgerton es de las peores que servidor recuerda y que, con todo, se ve superada ampliamente por la de Bale, que —valorada en su versión original— se esfuerza en evitar que el espectador pueda llegar a empatizar con su bipolar talante, algo derivado en última instancia de un guión que, obsesionado por innovar, pierde completamente el norte.

De la comparación surge la derrota

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Llevábamos como hora y media larga de metraje cuando el amigo con el que acudí a ver la cinta al cine se giró y me dijo algo que, sólo minutos antes, yo ya había pensado en silencio. "A estas alturas 'El príncipe de Egipto' ya había terminado de contar la misma historia mucho mejor que esta y, encima, con canciones". Se puede afirmar más alto, pero no más claro: 'Exodus: Dioses y reyes' termina en clara desventaja cuando se la compara con lo ajustado y preciso del montaje animado que habíamos podido ver dieciséis años antes y revisionar con gran gozo incontables veces desde entonces.

No sólo los personajes animados contaban con una mayor credibilidad en 'El príncipe de Egipto', es que la carga dramática de la cinta, derivada de la fraternal amistad que une a Ramsés con Moisés, es algo que atenazaba el corazón del espectador y que aquí, en este macroespectáculo de efectos digitales sin personalidad y despersonalizada dirección, queda tan diluido en ese mar de ramplonería por el que navega la producción que, llegado el momento lo que uno está deseando es que las luces de la sala se enciendan y acabe el suplicio.

Como comentaba la semana pasada, poner punto y seguido al especial de Ridley Scott con dos filmes tan olvidables como 'El consejero' ('The Counselor', 2013) y éste que ha ocupado hoy nuestro tiempo es doloroso. Sólo cabe esperar que, llegado el mes de noviembre y el estreno de 'The Martian', lo que aquí podamos verter hacia la nueva incursión del cineasta en la gran pantalla haya logrado moverse por terrenos menos cenagosos. Con el firme deseo de que así sea, y la confianza de que esa suerte de reimplementación en la superficie de Marte del esquema de 'Gravity' (id, Alfonso Cuarón, 2013) funcione de pleno, os instamos pues a dentro de ocho meses.

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