En una tónica que parecía repetirse de nueva producción en nueva producción, que Ridley Scott terminara haciéndose cargo de filmar 'American gangster' (id, 2007) tuvo mucho que ver con el hecho de que el guión llevaba cierto tiempo dando tumbos por Hollywood sin que, cuando el británico se comenzó a interesar por él durante el rodaje de 'Un buen año' ('A Good Year', 2005), ninguno de los movimientos previos que habían implicado, por ejemplo, al efectivo Antoine Fuqua, hubieran cuajado en dar efectivo comienzo a la producción del libreto firmado por Steve Zaillian.
De hecho, muchas eran las vueltas que la Universal le había dado al guión de Zaillian antes de que éste tomara la forma definitiva que podemos ver en la cinta: instigado por Nicholas Pileggi autor, por ejemplo, de los guiones de 'Uno de los nuestros' ('Goodfellas', Martin Scorsese, 1990) y 'Casino' (id, Martin Scorsese, 1995), el primer tratamiento escrito por Zaillian inspirándose en un artículo de la revista 'New York' sobre Frank Lucas, fue considerado demasiado complejo y ambicioso por parte de la Universal, rechazándolo en última instancia cuando la luz verde era inminente.
Paralizando pues el proyecto allá por 2004, sería Terry George el encargado, un año después, de retomarlo y darle nueva forma para rebajar el presupuesto que de él se derivara hasta unos cien millones de dólares. Y aunque el guionista consiguió el objetivo impuesto por la major, ésta no terminó de ver con buenos ojos el trabajo del escritor, y volvió a llamar a Zaillian para que remozara su tratamiento inicial, concretando por fin el colaborador de Scott en 'Hannibal' (id, 2001) las ideas necesarias para que Brian Grazer, el productor, comenzara a acosar al director a fin de convencerlo para que se sentara en la butaca de esta epopeya urbana.
Dramatis personae
Dividida en dos desde el momento en que se trata de una historia real abierta en sendos frentes que sólo llegan a unirse en el tramo final del metraje, el hecho de que la cinta vaya saltando constantemente entre los personajes de Frank Lucas, ese gangster que construyó un imperio de la droga de cientos de millones de dólares, y Richie Roberts, el policía que finalmente le daría caza, hacía estrictamente necesario que ambos personajes vinieran interpretados por dos actores que supieran atrapar la atención del espectador en sus respectivos terrenos.
Y aquí sólo podemos aplaudir las decisiones de reparto que terminaron cuajando en que el primero fuera Denzel Washington —único actor que se había considerado para el papel incluso cuando la cinta estaba en manos de Fuqua— y el segundo recayera de nuevo, después de que se nombrara a Benicio del Toro como potencial intérprete, en Russell Crowe, siendo ésta la tercera colaboración del actor con Ridley Scott y la segunda consecutiva de las cuatro que llegarían ambos a enlazar en el lapso de tiempo de cinco años que separa a 'Un buen año' de 'Robin Hood' (id, 2010).
Washington, que ya había demostrado con su magistral construcción de ese policía corrupto que fue el detective Alonzo de 'Training day' (id, Antoine Fuqua, 2001) ser capaz de acometer con una solvencia asombrosa el papel de villano, se encarga aquí de que el público termine adorando irremisiblemente a un bastardo sin escrúpulos que tan pronto se sienta a la mesa en Acción de Gracias dando una imagen de hombre íntegro y familiar como asesina sin miramientos a todo aquél que se le pone ponga por delante y sea un estorbo para sus negocios.
Haciendo gala de una determinación intensa y completamente creíble, la transformación de Washington queda puesta en valor por el nutrido y correcto grupo de secundarios que el guión coloca a su alrededor. Y aunque ninguno está a la altura de lo que el doblemente oscarizado actor es capaz de plantear —la práctica totalidad de las escenas con él son antológicas aún contando con el handicap que supone lo limitado del desarrollo dramático del personaje en virtud del guión— cabe reseñar el trabajo que hacen nombres como los de Cuba Gooding Jr. o Chiwetel Ejiofoor.
Otro tanto cabría afirmar de lo que respecta a Russell Crowe, un actor al que poco le queda por demostrar en la gran pantalla y que aquí, salvando también en este caso la increíble definición del superpolicía que es Roberts, nos regala una actuación espléndida, quizás con menos momentos para el lucimiento si se la compara con lo que se reserva a Washington, pero tan espléndida a fin de cuentas como cualquiera de las que le hemos podido ver al neozelandés en sus trabajos junto a Scott —con la salvedad, claro está, de ese 'Robin Hood' al que llegaremos en dos semanas.
Del resto del reparto cabría destacar, por motivos muy opuestos, a un Josh Brolin magnífico en la piel del corrupto detective Trupo y a ese sobreactuado Armand Assante al que Washington se merienda a placer en la escena que comparten en casa del segundo, un mafioso italoamericano cuya implicación en la trama pone en evidencia algunos de los problemas que ésta arrastra y que, en última instancia, son responsables de apartar al filme de una apreciación más sobresaliente que la que finalmente queda en el espectador —en el espectador que esto suscribe.
'American gangster', filme notable, sobresaliente dirección
La parquedad en el desarrollo de los personajes, no sólo de los dos principales sino de la práctica totalidad de ellos, es, como apuntaba más arriba, uno de los más severos problemas que arrastra un guión que rasca sin profundizar por completo en algunos de los candentes temas que expone a lo largo de sus 157 minutos de duración, no llegando a trasladar la sensación de profundidad sobre el intrincado mundo de la mafia o las drogas que sí conseguían, por ejemplo, las citadas cintas de Scorsese, las dos primeras entregas de la saga de 'El padrino' ('The Godfather', Francis Ford Coppola, 1973) o 'Contra el imperio de la droga' ('The French Connection', William Friedkin, 1971).
Ampliada en casi veinte minutos más en la versión extendida comercializada en formato doméstico, la cinta opta por moverse en terrenos arquetípicos en lo que corresponde tanto a la descripción de los policías, de las corruptelas que aquejan el oficio y los problemas maritales que éste conlleva —algo que Scott ya había explorado en 'Black Rain' (id, 1989)— como a lo que atañe a las mafias, sus prácticas y la falta completa de escrúpulos o humanidad de sus integrantes. Afortunadamente, la soberbia dirección de Scott y el espléndido ritmo que imprime al conjunto, salvan sin problemas estas carencias.
Se considere la versión que se considere del filme —personalmente me quedo con la estrenada en cines por su más adecuado final— lo que es muy evidente es que la labor del británico es la directa responsable de que la cinta atrape, interese y consiga llegar al espectador. Y aunque la personalidad de Scott quede algo diluida en el conjunto, y vuelva a incidirse en una cierta invisibilización de formas, hay en 'American gangster' sobrados y espectaculares momentos que hablan por sí solos de la grandeza del cine de un realizador que, al menos en lo que compete exclusivamente a su trabajo, pocas veces ha defraudado.
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