Durante el tortuoso proceso que fue la post-producción de 'La fuerza de la ilusión' ('Radio Flyer', 1992), muchos fueron los rumores que apuntaban a que Richard Donner estaba desarrollando un guión de Shane Black inspirado en la serie de televisión 'Jim West' ('The Wild Wild West', 1965-1969), una serie de la que Donner había dirigido el episodio piloto y otros cuatro allá por mediados de los sesenta y que aquí retomaría contando de nuevo con Mel Gibson como protagonista.
Pero en realidad, y sabiendo que si quería seguir siendo considerado un director de primera fila tenía que alternar proyectos más personales con blockbusters, Donner había llegado a un acuerdo con la Warner para volver a los verdes prados del género de acción y aventuras haciéndose cargo de una tercera entrega de la saga de 'Arma letal' ('Lethal Weapon', 1987). Poco podía imaginarse Donner cuando se puso a trabajar en el filme que, junto al inestimable apoyo de su mujer, sería su tabla de salvación tras el fiasco de 'La fuerza de la ilusión'.
Contando de nuevo en la escritura del guión con Jeffrey Boam tras los buenos resultados que su colaboración había dado en 'Arma letal 2' ('Lethal Weapon 2', 1989), Donner quiso que la tercera entrega de la saga reflejara la escalada de violencia de bandas callejeras que en ese momento asolaba a Los Ángeles, así como el crecimiento de las cifras de jóvenes afroamericanos asesinados por armas de fuego y lo alarmante de las "balas antipolicías" que se vendían en las calles de la ciudad californiana.
Pero al mismo tiempo que la cinta se disponía a reflejar los citados acontecimientos de la actualidad que rodeaba a la producción, Donner tomó, ya de motu propio, ya influido por las sugerencias de su esposa, un par de decisiones que, a la postre, terminarían lastrando la valoración comparativa que se puede hacer entre 'Arma letal 3' ('Lethal Weapon 3', 1992) y sus dos antecesoras; unas decisiones que, no obstante, no pesarían en taquilla, convirtiéndose esta entrega en la más rentable de las cuatro que por ahora componen la saga con 321 millones de recaudación mundial para los 35 que sufragaron su producción.
La primera de dichas decisiones fue suavizar las duras aristas que habían caracterizado a las dos primeras partes, poniendo Donner aquí las miras en desarrollar aún más la interacción cómica entre los personajes y rebajando al tiempo la violencia que se mostraba en los anteriores filmes, lo que permitiría a Mel Gibson potenciar aún más lo alocado del personaje de Riggs. Como resultado, el guión de 'Arma letal 3' atesora una menor coherencia que la que lucían la segunda y, sobre todo, la primera parte, y es percibida como un ecléctico rosario de escenas rodadas a mayor gloria de las capacidades narrativas de Donner, de los antojos de sus dos estrellas o, peor aún, de Joel Silver.
En segundo lugar, y a instancias de Lauren Shuler, Donner contempló la adición de un personaje femenino "tan salvaje y temerario como el de Mel Gibson". Y así fue como Rene Russo entró a formar parte de la familia de 'Arma letal' encarnando a Lorna, una oficial de asuntos internos cuyo camino se cruzara con el de Riggs y Murtaugh en una investigación común orientada a detener a Jack Travis, un ex-teniente de la policía de la ciudad reconvertido en peligroso criminal. Por muy simpático que resulte ver a Rene Russo dando patadas a lo Chuck Norris la adición de su personaje, que no tarda en posicionarse como interés romántico de Riggs, es una de esas decisiones que sólo se comprende desde el punto de vista de querer aumentar el target del filme al sector femenino, ya que lo que aporta al mismo es de poquísima relevancia.
Y si la adición de Russo importa poco pero no molesta, no se puede decir lo mismo de la insistencia de Donner —al parecer in extremis— de incluir al irritante personaje de Leo Getz interpretado por Joe Pesci, el chillón contable que aparecía en la segunda parte como pieza más o menos relevante de la trama y que aquí queda reducido a un payaso que se pasea por la cinta gritando y haciendo aspavientos sin que su inclusión aporte absolutamente nada al devenir de la historia.
Con todo, donde 'Arma letal 3' no defrauda es en las secuencias de acción. Siguiendo a pie juntillas el sistema narrativo que había empezado a desarrollar en 'La profecía' ('The Omen', 1976) —al que Donner llamaba "Whammo chart", algo así como "esquema de golpetazos"— el filme tiene una explosiva set piece cada diez-quince minutos, siendo ejemplares en este sentido todas las secuencias que trufan la acción, desde la demolición del edificio que abre el metraje hasta el tiroteo en la urbanización en construcción que lo cierra pasando por la frenética persecución por las autovías en obras que circundan Los Ángeles. Momentos en los que la dirección de Donner y el montaje de Stuart Baird relumbran con intensidad.
Casando con poco tino las dos caras del filme —algo que, de nuevo, no pareció importar al público de hace dos décadas— Donner intentó con 'Arma letal 3' ofrecer un producto con cierta conciencia social que aludiera a los dos géneros y tuviera un rico subtexto que sacara a la luz severos problemas de su tiempo: ahogado entre tanto tiro y humor facilón, creo que la cinta se mantiene muy lejos de reflejar las pretensiones del cineasta, quedando como un entretenimiento sin alma que no hace honor a lo que el realizador había firmado con sus antecesoras, un filme que, en palabras del crítico del New York Times "no va a ninguna parte, pero se mueve en círculos a velocidad de vértigo".
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