Sin duda, el mayor misterio que rodea a toda la oleada de remakes Disney (más allá de su extraordinario éxito de taquilla, reseñable en películas cuyo mayor gancho publicitario es lo mucho que se parecen a producciones que todos los espectadores han visto ya) es cómo consiguen cautivar a un público que las consume haciendo bandera de la nostalgia. Nostalgia de distintas épocas de la casa, pero sobre todo de los noventa, cuando tras 'La Sirenita', Disney vivió un renacer de su cine de animación.
Es decir, oleadas de treintañeros que quedaron marcados por estas películas en su infancia se ponen a los pies de nuevas versiones cuya mayor virtud es la réplica extremadamente fidedigna de los originales. Ha vuelto a pasar en el caso de 'El Rey León', que ha jugado más fuerte que nunca la carta de "es igual que el original, pero realista", y también ha despertado adhesiones más acérrimas que las anteriores, con gente en redes sociales prometiendo nuevas lágrimas ante escenas ya lloradas.
Hemos hablado del tema largo y tendido, hemos detallado por qué no tiene sentido creativo plantear una versión realista de una historia cuya naturaleza es la del cine de animación, y no vamos a redundar en las mismas cuestiones una y otra vez con cada estreno de un remake Disney. Lo que sí podemos apuntar como novedad es que Disney nunca antes había sido tan fiel a una fuente. Dudo mucho que sea una tendencia para el futuro: el próximo remake de 'Mulan' parece jugar a justo lo contrario. Pero en este caso, 'El Rey León' es un auténtico calco de la versión de 1994.
Calco en cuanto a la disposición de escenas y canciones, personajes y diálogos, que se replican con temerosa reverencia. Algunas escenas se estiran, sobre todo persecuciones y peleas. Alguna se enriquece, como el vuelo de la brizna que atraviesa la selva. Y en general todo se ralentiza para que el metraje engorde treinta minutos: hay un par de brevísimas canciones nuevas, y algo de exhibicionismo documental con parajes y animales, que roza lo que podríamos llamar "pornografía de la estética CGI".
'El Rey León': Reverencia al monarca
Esta reverencia al original tiene un doble efecto. Por una parte, porque no todo es malo, evidencia la validez aún hoy, de que animales antropomorfos (al menos en lo que a la voz se refiere) protagonicen tragedias de tintes shakesperianos. Jon Favreau sube el potenciómetro de la tragedia y resta caricatura y humor al original (aquí hay personajes divertidos por lo que hacen o dicen, pero no por su presencia física). Y el drama principal sigue funcionando -a diferencia de lo que sucedía con 'La bella y la bestia' o 'Cenicienta'-, lo que da buena fe de lo férreo que era el conflicto original.
Pero por otra parte, esa necesidad de ajustarse a lo que los animales podrían hacer si estas cosas de las sucesiones monárquicas les interesaran tira por la borda muchos hallazgos de la película original. Del hiperdinamismo de Timón y Pumba, que parecían dibujos de la Warner que se hubieran colado en una película Disney, a los escalofriantes paralelismos con la estética nazi de las hienas y Scar. Todo eso está ausente en esta versión, como lo está la fuerza plástica de la casi abstracta pelea final o el etéreo, casi onírico lirismo del aplaudido inicio de la película, con los animales yendo a conocer a Simba.
Curiosamente, el salto al realismo de los animales y el apretar las tuercas de la intensidad dramática hace que algunos aspectos del argumento que funcionaban en versión animada, aquí no lo hagan tanto. Es el caso de la evolución de Simba, que pasa de cachorro traumatizado a adulto despreocupado en unos minutos gracias a la magia de la elipsis, en la famosísima secuencia musical de 'Hakuna Matata'. En animación era una fantasía, un juego narrativo en el que era fácil entrar. De algún modo, en la versión "seria" las costuras de ese recurso del guión saltan por los aires.
Al final, lo que queda es el eterno interrogante de para qué tanto esfuerzo en algo que, por definición, no puede arrojar resultados muy sofisticados, más allá de la pasmosa perfección técnica. Quedan para el recuerdo unas muy competentes secuencias de acción (vistas muy similares, eso sí, en el mejor remake Disney, 'El libro de la selva') y un excelente trabajo de doblaje de gente como Donald Glover (Simba), Seth Rogen (Pumba) o Chiwetel Ejiofor (Scar). En todo lo demás, un trabajo aplicado pero superficial.
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