'Revolutionary Road', donde habitan los sueños rotos


Al realizador Sam Mendes le han puesto en bandeja otra conmovedora historia ambientada en la periferia urbana. Pero a diferencia de ‘American Beauty’, aquí no encontramos ese pequeño resorte que nos esboce una sonrisa. Muy al contrario, el drama más doloroso, ese que rompe sueños es el epicentro. El director, que expone su gra dominio de la puesta en escena retomando los esquemas de su extraordinario debut, cuenta asimismo con una pareja protagonista lista para triunfar. Dos jóvenes estrellas que vuelven a compartir cartel tras una década y la alargada sombra de ‘Titanic’ sobre sus espaldas.

La historia nos traslada a la esquemática y conformista época de la década de los cincuenta, en un suburbio de Connecticut, el extrarradio neoyorkino y buen ejemplo de la placidez aparente instalada en casas con jardines modélicos. Allí, viven los Wheeler, una idílica pareja que sufre en sus carnes la imposición del conformismo imperante, que mantiene adormecido a todas los estratos de la sociedad. Se trata de una adaptación de la conocida novela del espléndido Richard Yates, cuya traslación al cine ha tardado en llegar.

Todo es puro escaparate en los Wheelers. April, una frustada actriz convertida se esfuerza por intentar ser una correcta ama de casa y madre (de unos niños incomprensiblemente borrados de escena). Su marido Frank, un metódico trabajador que imita al modelo paterno dentro de una gran empresa con un desempeño de lo más anodino. Tienen todo para que la felicidad habite en su bonita casa con jardín, pero descubrimos las distintas motivaciones, rencores y aspiraciones que tienen cada uno. Incapaces de mantener estable su relación a pesar del asfixiante convencionalismo que los rodea.

Así, entre escenas de amor balsámico, surge la discusión, el enfrentamiento y las diferencias que se amplían como brechas abismales. Sin embargo, Mendes se muestra incapaz de indagar en el fondo de la desintegración y peca de tremenda timidez para acentuar la crítica al adormecimiento social que la novela de Yates tan bien retrata. Ese es, esencialmente, el principal defecto de la película. Aunque, por otra parte, sí evidencia una impecable puesta en escena. El realizador se empeña en mimar las apariencias, en deslumbrar visualmente, enfatizando cada detalle, apoyado en una fotografía tan aparente como efectista y, todo ello, bajo la brillante partitura de Thomas Newman.

Tanto Leonardo DiCaprio como Kate Winslet se encuentran en ‘Revolutionary Road’ con dos personajes donde dan rienda suelta a sus respectivos talentos. Mejor ella, por su capacidad de contención, por expresar emoción con apenas una mirada (sus ojos son el fiel reflejo de la realidad que les subyuga), que él. Que se apoya en los gritos y en las sonrisas bobas. Y la química de ambos resulta más impuesta que natural, si bien es más achacable a la falta de mano firme de Mendes que al esforzado trabajo de ambos.

Curiosamente el mejor momento de la cinta (y extraordinaria escena catártica), proviene de un secundario, Michael Shannon, en el papel de un loco certificado que en una visita a la casa de los Wheeler, vomita las verdades que la pareja son incapaces de reconocer abiertamente y hace tambalear los cimientos de su relación. Un momento de clímax dentro de un conjunto demasiado comedido.

Es probable que ‘Revolutionary Road’ sume algunos premios, pero, desde luego, no tiene excesivos motivos para que permanezca demasiado tiempo en la memoria, al menos de quien esto suscribe. La base literaria es muy del gusto hollywoodiense y Mendes ejecuta su trabajo con profesionalidad y solvencia, pero con cierta frialdad y poca convicción. Lamentablemente ni Mendes retoma la inspiración de su espléndida ‘American Beauty’ ni DiCaprio y Winslet traspasan la pantalla como en ‘Titanic’, aunque dejan brillante muestra de sus respectivos trabajos.

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