No hay buena suerte para los videojuegos en el cine, pero el fracaso de ‘Resident Evil: Bienvenidos a Raccoon City’ es especialmente significativo por suponer la última carta para la redención de una franquicia que ha sufrido una saga de insoportables blockbusters chabacanos de gran presupuesto. La película de Johannes Roberts es una vuelta a la casilla de salida que parecía tener en cuenta el espíritu de la marca, pero resulta una propuesta a medio gas.
Es extraño que un videojuego de ingredientes tan cristalinos como ‘Resident Evil’ se resista a un tratamiento cinematográfico que sepa leer la sencilla suma de atmósfera, criaturas y gore que requiere. Allá por 1998, la empresa Constantin Film rechaza un excelente guion del padre del género de los muertos vivientes, George A. Romero, para dirigir una fiel adaptación del primer juego. Una decisión que no solo debería explicar sola la posterior cascada de malas ideas de la empresa respecto a su propiedad sino su nula capacidad de enderezar el desaguisado incluso en esta nueva oportunidad.
Johannes Roberts, un director de serie B eficiente con bajos presupuestos, que camina en sus películas entre la diversión descerebrada y la comedia involuntaria podría funcionar como un eficiente maporrero de las producciones de usar y tirar de Blumhouse, pero a pesar de sus buenas intenciones el proyecto se le queda grande y pierde el pulso en los momentos más críticos. Y es una pena, porque ‘Resident Evil: WRC’ empieza realmente bien, con un prólogo atmosférico y espeluznante seguido de un primer acto muy prometedor.
Asalto a la comisaría del RPD
Los créditos en tipografía Alberta nos dan una pista de la senda que busca el director, con un gran uso de las panorámicas, buenas escenas en exteriores y una lluvia constante que comienza a rumiar una atmósfera excelente con planos y actitud que hace homenaje al cine de John Carpenter. Hay una puesta en escena oscura, llena de sombras y detalles que recuerdan a películas como ‘Asalto a la comisaría del distrito 13’ (Asault on Precint 13, 1976), a la que incluso toma prestado de su banda sonora, ‘Halloween’ (1978) y ‘La niebla’ (The Fog, 1980).
Sin embargo, su invocación al maestro no da resultado y pese a que el planteamiento visual es a priori adecuado, pronto se hacen notar las diferencias. La cámara abusa de primeros planos pegados a la nariz de los personajes y también se acerca demasiado a estos en las tomas en las que las lentes anamórficas que utiliza deberían de dar una visión panorámica mucho más amplia. La factura alterna entre la inventiva y lo perezoso, como si a ratos estuviéramos viendo un gran tratamiento cinematográfico intercambiándose con un aspecto estándar de película directa a vídeo.
Con todo, la voluntad de crear una Raccoon City fantasmagórica y afectada por el virus lentamente es prometedora, con una perversa representación de los efectos del agua tóxica en la población que puede compararse a los problemas reales de la ciudad de Flint en Michigan o detalles de la película ‘Aguas oscuras’ (Dark Waters, 2019). Sin embargo, para cuando el guion decide converger los dos primeros juegos en el resto de la película todo acaba cogiendo una carrerilla que despacha las escenas con demasiadas ganas de llegar al final.
Acercamiento de vieja escuela con CGI decepcionante
Ya sea por el cansancio del género zombie o bien por falta de interés en subvertirlo, cuando los infectados hacen acto de presencia no ofrecen nada que no se haya visto recientemente. Se agradece que en su aparición se sigan las reglas del juego, se recreen cinemáticas y momentos clave, pero a la hora de la verdad, no hay una gran cantidad de ellos, los maquillajes son solventes pero no destacables y sus apariciones se desaprovechan tanto como los emplazamientos de la mansión y la comisaría. Se despachan con un par de tiros, penosa sangre digital y listo.
No hay un interés en fijar la cámara en los efectos de los disparos, a veces los tapa la oscuridad y otras la cámara toma las peores decisiones posibles. Cuando todos los zombies se agolpan en la puerta de la comisaría, en lugar de dar una visión amplia de los muertos tratando de entrar, el plano se cierra sobre sus caras, como si hubieran faltado los extras ese día de rodaje. Y esto, de nuevo, es una pena porque la localización y el diseño de producción son perfectos, incluso da la impresión de que se han priorizado algunas escenas frente a otras.
De vez en cuando aparecen criaturas familiares y, aunque no están mal diseñadas —cierta mutación final está incluso muy bien implementada en el actor–, tienen un CGI mejorable, aunque el gran problema de esos efectos no esté en el acabado de las criaturas como en el uso innecesario de los mismos. El sobreuso y abuso llega a extremos absurdos en algo tan sencillo como poner sangre comestible cayendo desde la boca de un actor se sustituye por intolerables chorretones en postproducción. No es el fin del mundo, (jé), pero son detalles que reman en sentido contrario.
No profanar (más) el sueño de los muertos
Y son los detalles los que podrían salvar ‘Resident Evil: WRC’ de su propio guion, muy discreto y sin sorpresas para ajenos o versados en los juegos, delineado con plantilla, sin nada especialmente irritante pero nada destacable o verdaderamente ingenioso, con subtramas como la de los recuerdos de Claire Redfield que no llevan a ninguna parte o personajes como Leon S. Kennedy, que no llega a funcionar como héroe torpe y despistado ni como el rebelde de western que es sobre el papel, limitándose a pasear con cara de extrañado entre todo el quilombo.
No es que se llegue a echar de menos a Anderson, pero el ambiente oscuro y lluvioso pedía a gritos algo más de oxígeno para la tensión y un capitán más confiado que Roberts, que por mucho que intente usar movimientos de cámara elegantes, zooms o split diopter, acaba rematando casi todas sus escenas de acción y terror con un reiterativo uso de sustos de volumen, apariciones desde un lado de la cámara y rescates de última hora de unos personajes a otros que llegan en el momento preciso.
Para volver a una película de zombies que parezca hecha por John Carpenter volvamos a darle una oportunidad a la vilipendiada ‘Fantasmas de Marte’ (2001) o ‘La tierra de los muertos vivientes’ (Land of the Dead, 2005) y su atemporal mirada en widescreen a las hordas de cadáveres. Con una posible secuela y más series de acción real para Netflix en camino, parece que la franquicia ‘Resident Evil’ no va a dejar de llamar a la puerta, pero si algo ha logrado 2021 es que entre ‘Bienvenidos a Raccoon City’ y ‘Ejército de lo muertos’ hayan terminado de rematar al género zombie, o dejarlo rogando por el tiro de gracia en el cerebro que evite que se pueda volver a levantar en, esperemos, no menos de una década.
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