El pasado 21 de noviembre se puso a la venta 'Remordimiento', el único drama sonoro rodado por ese genio llamado Ernst Lubitsch. Evidentemente, todo buen aficionado al séptimo arte salió disparado al centro comercial más cercano y se hizo con ella. La película cuenta cómo un soldado se arrepiente de haber matado y decide buscar el perdón en el seno de la familia del hombre que asesinó. En este sentido, es antológico el diálogo que mantienen el que fuera soldado y un sacerdote sobre la muerte, la culpa y el deber. 'Remordimiento' es pura emoción, un drama que te mantiene todo el tiempo con un nudo en el estómago y que contiene uno de los mejores discursos antibelicistas que he visto nunca en una película; de una sencilla brillantez que te deja sin habla.
La historia de 'Remordimiento' ('Broken Lullaby' o 'The Man I Killed', 1932) se centra en Paul Renard, un joven soldado francés que vive atormentado por el recuerdo de haber matado, en el transcurso de la Primera Guerra Mundial, a un soldado alemán, Walter Holderlin. Desesperado, acude a Alemania para ver a la familia del soldado muerto y pedirles perdón, pero su voluntad se lo impide cuando conoce a los padres y la prometida del fallecido.
'Remordimiento' nos habla, ante todo, de la estupidez de la guerra. De matarse unos a otros, de animar al ejército, de celebrar victorias a costa del asesinato de miles de personas. En definitiva, de la estupidez del ser humano, que a veces parece totalmente ciego. Pero Lubitsch, que por algo era un fuera de serie, no se contenta sólo con el mensaje, como hace la gran mayoría (que para colmo suelen ser defendidos con pobres argumentos sólo porque incluye algo de crítica, sea cual sea), sino que ofrece una película, una historia. Su discurso es su película. Así, rodea el mensaje central con una historia sobre un soldado y una familia, sobre la culpa, la pérdida y el deseo de volver a recuperar la felicidad.
No deja de resultar sorprendente que hoy día nos encontremos con tantas películas de más de dos horas de duración y que, sin embargo, haya numerosos ejemplos de obras maestras del cine que apenas llegan a la hora y media. 'Remordimiento' no dura ni eso. Unos 70 minutos es lo que necesita Lubitsch para contar su película, con una historia y un desarrollo tan complejo como cualquier otra, pero en la sutileza y en la sencillez, así como en la puesta en escena (aprovechando al máximo todos los elementos), está el genio. Es difícil destacar sólo algunas partes de una maravilla como la que nos ocupa. Como he dicho, hay un magnífico diálogo en una iglesia, sobre el asesinato, y otro, en un bar, sobre la guerra, sencillamente aplastante, pero son sólo dos momentos de una película repleta de momentos memorables y de situaciones de una fuerza y un dramatismo impresionante. Desde el cara a cara del francés con el padre del alemán a la lectura de la última carta por parte de la prometida o el desenlace musical, de una belleza que eriza la piel.
Pero no sólo hay que aplaudir el guión, adaptación de una obra de teatro de Maurice Rostand, o la maestría de Lubtisch con la cámara, también el trabajo del reparto merece ser muy destacado. Especialmente, cómo no, brilla el actorazo Lionel Barrymore, que se come la pantalla cada vez que aparece; a él le toca el discurso mencionado y varias de las escenas más emotivas de la película. Por otra parte, tenemos a Phillips Holmes, que encarna al desesperado joven francés, con una mirada de tristeza que no necesita ni diálogos, y a Nancy Carroll, que interpreta a la prometida del soldado alemán muerto y que tiene su gran momento al leer la última carta que le escribió, firmada a dos manos.
'Remordimiento' es emoción, es una bofetada, es quedarte mudo ante el drama de unos personajes conmocionados por la muerte de un ser humano. Sencillamente, Lubitsch nos dejó una de las mejores películas antibelicistas de la Historia. Un clásico imprescindible que debería proyectarse en todas las escuelas, bares y parlamentos del planeta.