Se ha estrenado recientemente en DVD 'Red de mentiras' ('Body of Lies'), un film de Ridley Scott sobre el terrorismo y las agencias de inteligencia, en el que Leonardo DiCaprio interpreta a Roger Ferris, un agente de la CIA infiltrado, y Russell Crowe a Ed Hoffman, un veterano compañero que le dictará órdenes por teléfono.
'Red de mentiras' arranca cumpliendo a la perfección con todos los elementos exigibles a un buen thriller de espionaje de comienzos del siglo XXI: aspiración a cierto realismo visual – con su suciedad, cámara nerviosa... – unida a una actitud crítica y descreída hacia las técnicas que usan, hoy en día, los servicios de inteligencia.
Ridley Scott, sin lograr escenas particularmente deslumbrantes, va construyendo una película de una gran sofisticación visual donde, con gran facilidad, penetramos en el día a día del espionaje contemporáneo en Oriente Medio. Quizá toda la media hora inicial sea lo más atractivo de la película: no en el sentido de que el argumento enganche – pasarán cosas mucho más interesantes más adelante – sino en el de maravillarnos con la capacidad de Scott para hacernos amena una concatenación de hechos que no llevan a ningún sitio.
Durante su primera parte, lo que 'Red de mentiras' ofrece es un apretado resumen de la situación mundial, de los métodos para luchar contra una amenaza radicalmente nueva y de la mentalidad de los "nuevos soldados", que estos nuevos tiempos requieren. En esa novedad, con aspiraciones documentales, es donde radica el principal interés de la película de Scott.
El film sigue avanzando sin presentar nada concreto y, a la hora de haber empezado, la película da un giro extraño para introducir una trama. Con ello se crea la sensación de que todo lo que habíamos visto antes era accesorio y pensamos que esa nueva historia será ahora lo que rija el devenir de los acontecimientos. SPOILER El problema es que ese argumento recién presentado se resuelve a los diez minutos. Me refiero a la idea que tiene Ferris de construir una falsa organización terrorista y crear un atentado ficticio en una base estadounidense para que los terroristas "de verdad" queden tan admirados – y, ¿por qué no?, celosos – que no tengan más remedio que ponerse en contacto con él. ¿El problema? En lugar de fabricar una identidad sobre un muerto o sobre humo, Ferris escoge a un ciudadano jordano inocente para que aparente ser el jefe de dicha organización. Evidentemente, la vida de ese señor honrado corre peligro. El espectador se teme que suceda así desde que se inicia el plan, pero a un experto en antiterrorismo como Ferris no se le pasa por la cabeza.
Después de todo eso, hay un nuevo giro que carece aún más de sentido. CONTINÚA EL SPOILER: un socio de Ferris finge que ha secuestrado a la chica que le gusta a éste, para obligarle a dirigirse a la guarida del malo. Que el personaje de DiCaprio caiga en esta trampa nos lo podemos creer porque se supone que el amor ofusca el entendimiento, pero lo que no tiene lógica es que el malo acepte que él entre en la guarida si no sabe por qué motivo él está yendo allí: lo normal sería que pensase que va allí para espiar o para cargárselo. Y, si supiese que va engañado por el jordano, entonces sospecharía aún más de que todo es una trampa.
Además de todo esto, podríamos cuestionar las motivaciones del personaje de DiCaprio que se derivan de la trama romántica. Él es un hombre divorciado que se encuentra muy solo y es entonces cuando aparece el personaje de Aisha. No digo que el amor a primera vista no sea posible, pero en la película nos lo presentan todo como un mero interés por comenzar a conocerla y luego Ferris da la vida por ella. El personaje de Golshifteh Farahani no está muy bien retratado.
Ferris mantiene una conversación con la hermana de Aisha sobre la situación en Oriente Medio. Esta escena es un pegote que cambia de ritmo al film y al mismo tiempo parece una versión condensada de "La guerra contra el terrorismo explicada para torpes, muy torpes". A pesar de ser tan superficial, esta conversación es la que impulsa a reflexionar a alguien tan curtido en el tema como el protagonista. Y, puestos a señalar absurdos, ¿quién se va a creer que un espía tan avezado se dedique a pasear con su chica por ahí, poniéndole sencillo a cualquier terrorista del tres al cuarto para que la secuestre?
Durante un buen rato, el talento de Ridley Scott –director al que en general admiro mucho—, e incluso la ajustada interpretación de un excelente Russell Crowe, logran engañarnos. Pero, más de dos horas después, esa red de mentiras ha terminado cayéndose por su propio peso. ¿Vale la pena ver esta película? Mentiría si no dijese que quedan imágenes, textura e iconografía para el recuerdo (los coches de los terroristas creando humaredas de humo para huir del espionaje vía satélite es un gran momento). Por no decir que la trama que se plantea tarde, mal y arrastras podría dar pie, bien desarrollada, a un peliculón. Pero lo que aquí encontramos sólo se puede disfrutar como entretenimiento si no se le buscan demasiado las cosquillas.
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