“Gandhi dijo que todo lo que hicieras en la vida sería insignificante, pero que aún así era muy importante que lo hicieras. Yo sólo estoy de acuerdo con la primera parte.”Tyler
El pasado 31 de marzo se estrenó en nuestro país ‘Recuérdame’ (‘Remember Me’), un drama romántico en el que destaca la presencia del actor Robert Pattinson, quien tras sólo una película se ha convertido en uno de los rostros más populares del planeta. Aunque puede parecer que esta ‘Recuérdame’ se ha fabricado únicamente para el lucimiento de este joven galán (especialmente si tenemos en cuenta que detrás está Summit Entertainment, la misma productora de la saga ‘Crepúsculo’), lo cierto es que hay una historia con muchas posibilidades en el guión escrito por Will Fetters.
De hecho, y aunque en realidad sea bastante innecesario, la película comienza con un prólogo situado a principios de los 90 en el que no aparece el personaje al que da vida Pattinson. Una madre y su hija esperan la llegada del metro cuando son asaltadas por unos delincuentes de poca monta; demasiado nerviosos, al descubrir que la mujer ha visto sus rostros y que podrían acabar en prisión, le disparan en la cabeza. Pronto descubrimos que la asesinada era la esposa de un policía, un hombre que soporta la noticia e incluso la visión del cadáver sin mostrar su dolor; su hija corre a sus brazos y él se la lleva de allí, apretándola con fuerza. Diez años después, la chica conocerá a alguien cuya familia también ha vivido una tragedia, lo que pondrá en peligro su perfecta historia de amor.
Rebelde con causa
Las primeras escenas en las que vemos a Tyler (Robert Pattinson) dejan claro que es un chico que no se toma nada en serio, adoptando una actitud rebelde ante todo lo que le rodea, especialmente cuando hay normas y adultos de por medio. Es un retrato fácil de componer, siempre puedes acudir a James Dean, y además es algo que no puede estar más de moda. Quiero decir, estamos en un presente en el que los padres tienen cada vez menos importancia en la vida de sus hijos, en un momento actual en el que cada vez nos sorprenden menos los escándalos que aparecen en las noticias protagonizados por quinceañeros y veinteañeros descontrolados y/o borrachos, sin “correa” ni castigo a la vista. Pero dejemos claro que Tyler no hace lo que hace simplemente por llamar la atención, por falta de educación y por tener un cacao mental considerable.
Aparte de las ocupaciones típicas de un estudiante universitario corriente (como su mejor amigo, interpretado por Tate Ellington), a las que se se entrega sin el menor interés, el chico dedica su tiempo en escribir unas cartas que nadie va a leer, donde expone sus pensamientos a modo de diario. Está desorientado, no tiene objetivos, y dirige todo su dolor directamente hacia su padre, a quien no soporta, pues ve que sólo parece estar preocupado por su trabajo, teniendo abandonada a su familia. Así se demuestra en varias escenas, en las que el padre (Pierce Brosnan) pasa de su hija (Ruby Jerins), atiende a Tyler por teléfono mientras despacha el papeleo, llega tarde a una cena con su hijo o abandona a su familia para asistir a otra importante reunión de negocios. Todo esto se podría haber reflejado de otra manera, más sutil y realista, porque así es imposible no entender el mosqueo de Tyler.
Por otro lado, por algún motivo que no alcanzo a entender (quizá la historia original tenía otro enfoque, o el guionista tuvo una experiencia similar y necesitaba recrearla), se opta por mostrarnos lo sucedido en el metro, mientras que el hecho que traumatizó al protagonista y dejó herida a su familia nunca lo vemos. Primero nos lo sugieren en varias ocasiones, y una vez que hasta el menos hábil de los espectadores ya sabe de qué se trata, nos lo cuentan, y nos lo recuerdan un puñado de veces más. Creo que lo más indicado habría sido obviar el principio y dejar que el público descubriera el pasado de Tyler y Ally (Emilie de Ravin) de la misma forma que lo conocen ellos durante su relación, de forma natural y contando lo mínimo, pues el dolor y cómo lo intenta sobrellevar cada familia es ya algo bastante obvio y que queda claro en el comportamiento de los personajes. Pero es que estamos ante una película que lo da todo mascadito, diseñada para su fácil digestión, especialmente por parte de las adolescentes.
Recuérdame lo que hacías en ‘Crepúsculo’
Porque el mayor problema de ‘Recuérdame’ es que en algún momento de su concepción dejó de ser una película para convertirse en un producto que hay que vender. Dejó de importar la historia y la manera en la que se debía narrar, y la cobró el explotar al máximo la presencia del galán de moda entre las jovencitas (y un puñado de maduritas), quedándose el relato a medio camino, ahogado por las expectativas y las probables exigencias de quienes pusieron el dinero para montar el proyecto; no porque deseaban ver una película memorable, sino una rentable. Y no ha sido así del todo, ya que aunque se ha recuperado lo invertido, ha recaudado poco más de 18 millones de dólares en EE.UU., una cifra muy lejana de las que han logrado las dos taquilleras entregas de ‘Twilight’ estrenadas hasta la fecha. Parece que si no está encarnando al vampiro Edward, este chico no atrae a más chicas que cualquier otro guapillo de moda.
Y se puede justificar que el look del actor, en plan despreocupado, como si acabara de levantarse de la cama, es el aspecto ideal del personaje que interpreta aquí, pero es que resulta ser el mismo que el de su personaje en ‘Crepúsculo’. Con un poco menos de talco en la cara y sin la purpurina cuando le da la luz del Sol, desde luego, pero por lo demás prácticamente igual, a lo que hay que sumar constantes primeros planos de Pattinson, desde todos los ángulos posibles, y una buena cantidad de ñoñas escenitas románticas (y un poco de sexo light) junto a De Ravin que son prácticamente idénticas a las que comparte con su novia, Kristen Stewart, en la saga ‘Crepúsculo’. Sólo faltaba que apareciera un pretendiente marcando musculitos para completar el cuadro.
Herida por el aburrido romance, lleno de tópicos y sin química alguna (Pattinson lo intenta, pero De Ravin ni eso, interpretando a una chica cuya complicada personalidad se resume en que siempre come primero el postre), la película se desarrolla sin demasiado interés, mejorando sólo cuando aparecen en escena los adultos, en concreto un fantástico Pierce Brosnan y un correcto Chris Cooper (antológica su frase de “¡Y cambia el cerrojo!” tras dar una paliza a Pattinson); Lena Olin también está pero apenas le dejan un par de frases. Y así, a punto del bostezo final, llegamos al desenlace, que es prácticamente lo único que narra con fuerza, con pulso firme el director Allen Coulter. Es un cierre sublime, que puede emocionar al público más implicado en la trama, del mismo modo que provocar la risa en los que han estado soportando de mala gana las dos horas anteriores. No tapa los agujeros de una película fallida, que necesitaba más crudeza y menos pose, más drama y menos cursiladas, pero es un buen postre con el que irse a casa y pensar, quizá, que hay que aprovechar mejor el tiempo. A fin de cuentas, no tenemos demasiado.
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