Una semana antes de estrenarse 'Happy Feet' en nuestro país, cayó la última colaboración entre Dreamworks y Aardman, las cuales ya habían colaborado en las extraordinarias 'Chicken Run' y 'Las Aventuras de Wallace y Gromit', films realizados enteramente con plastilina, con la que conseguían crear unos encantadores personajes con mucho más carisma que los de algunas películas con actores de carne y hueso. Sin embargo, 'Ratónpolis', aunque parezca por momentos que nos encontramos ante otro film de similares características, es una película animada completamente por ordenador. Por lo que se ve, los de Dreamworks han mandado más en este proyecto, quizá demasiado, y a mi parecer, ha sido un enorme error, porque, lo que han conseguido ha sido que toda la magia de Aardman desapareciese más allá de ese parecido físico. Por no hablar de que nos encontramos ante uno de los films más típcos y tópicos de la temporada, realmente de todo el año.
La historia de 'Ratónpolis' nos lleva a conocer a Roddy, un ratón de ciudad con todas las comodidades a su alcance, ya que vive en una casa grande en la que le cuidan. Un día hace acto de presencia un ratón callejero, que decide quedarse a vivir en la casa. Roddy intentará deshacerse de él, y en dicho intento, irá a parar al fondo de las cloacas, donde descubrirá una ciudad llena de ratones, y más concretamente a una atractiva ratona metida en problemas.
¿Alguien duda un sólo instante en cómo continúa la historia, y cómo va a terminar la misma? La originalidad es algo que brilla por su ausencia en esta película, y de acuerdo, eso no sería un problema, si no fuera tan descaradamente repetitivo su esquema visto miles de veces en otras tantas películas: chico pijo llega a lugar al que no pertenece y allí descubre el verdadero sentido de la vida, y por supuesto el verdadero amor. Dicho esquema no se aparta ni un milímetro de lo convencional, repitiendo exactamente los mismos puntos facilones que hay en este tipo de películas. Absolutamente todas las situaciones del guión nos las conocemos de sobra, y poco a poco vamos cayendo en el aburrimiento, del cual no somos capaces de despegar ni con una frenética persecución, ni con la perfección de la animación.
Y es que a pesar de dicha perfección, se pierde todo el encanto que hubieran tenido los mismos personajes en caso de que éstos hubieran estado animados con plastilina, lo que son las cosas. Ni uno sólo de todos ellos tiene el más mínimo carisma, ni la más mínima gracia. Son tópicos de tópicos de clichés de lo de siempre. Y a pesar de que tampoco nos encontramos ante personajes insoportables, no sentimos simpatía por ninguno, algo realmente imprescindible en un film de animación destinado a toda la familia. Ni siquiera se salvan unas babosas que andan dando el coñazo durante toda la proyección, a ratos inteligentemente, a ratos no.
Tuve la suerte de verla en versión original, por lo que pude disfrutar de las verdaderas voces de todos sus personajes. Hugh Jackman, verdaderamente sorprendente y notándose que se lo ha pasado en grande doblando al protagonista. Kate Winslet, como la coprotagonista femenina, también muy entregada. Y qué decir de Ian McKellen, Jean Reno, Bill Nighy o Andy Serkis. Pues que todos suenan muy divertidos. Y aún a pesar de las excelencias de esas voces, el film es un soberano aburrimiento. Y es que un servidor empieza a cansarse de tanta peliculita de animación que cuenta siempre lo mismo. No me mailinterpreteis. En el cine de animación hay grandísimas obras maestras de todos los tiempos, pasados y actuales, pero últimamente la cosa empieza a ser escandalosa. Todo Dios quiere hacerse de oro en este campo, y nos inundan todos los años con un montón de films animados, cada uno de los cuales pretende ser el no va más en el campo de animación en 3D. Además, todas las compañías, o la gran mayoría, no hacen más que copiarse las unas a las otras, y el espectador está ya harto de ver siempre lo mismo. Por cierto, que no todas estas películas resultan ser éxitos de taquilla, cosa que no me extraña.
Una floja película, con muy pocas cosas salvables, como la animación y alguna que otra escena, pero que bebe demasiado de otras producciones, y se esmera en repetir chistes ya vistos, u homenajear películas muy conocidas por el gran público. Lo que la Aardman necesita ahora es no tener a nadie encima pisándole su buen hacer. De esta forma volveremos a disfrutar del genuino humor que esta casa ha desprendido siempre en sus productos.