'Random Acts of Violence': un fantástico slasher capaz de incomodar tanto con sus asesinatos como por su discurso

No importa cuánto tiempo pase desde la última polémica, cuánto evolucione —o involucione, quién sabe— nuestra sociedad, cuántos expertos desvinculen conceptos, ni a cuántos periodistas cierre la boca Quentin Tarantino de malas maneras; el arte, en cualquiera de sus formas, y la violencia, continúan siendo dos indeseables e, incluso, peligrosos compañeros de cama para ciertos sectores de la opinión pública.

La polémica en torno a las hipotéticas —por no decir infundadas— consecuencias negativas derivadas del consumo de largometrajes, libros, cómics, series o videojuegos con contenido explícito, continúa estando a la orden del día. Por suerte, entre sandeces y disparates moralistas, se abren debates interesantes en torno a cuestiones como la responsabilidad del autor sobre su obra y sus implicaciones, o el poder catártico de la creación.

Estos son, precisamente, los temas sobre los que se erige 'Random Acts of Violence', el sorprendente salto de la comedia al terror de Jay Baruchel bajo el ala de la plataforma de streaming especializada en género Shudder. Una adaptación del cómic homónimo de Justin Gray y Jimmy Palmiotti, publicado por Image Comics, que se traduce en uno de los slashers más lúcidos, sólidos e interesantes que hayamos podido disfrutar durante los últimos años.

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Por norma general, y especialmente una vez la deriva del subgénero abandonó la severidad de sus primeros representantes para abrazar la exageración más lúdica, el slasher ha sido objeto de menosprecios que han optado por obviar voluntariamente títulos con una voluntad discursiva que va mucho más allá de la simple explotación y del desfile de cadáveres y mutilaciones de rigor en pantalla.

Si 'Random Acts of Violence' destaca entre sus congéneres contemporáneas es, precisamente, por el modo en que Baruchel deja de lado buena parte —que no toda— del cariz festivo que cabría esperar de ella para centrar el foco sobre sus tesis dando forma a una visión en la que la incomodidad no llega únicamente de la mano de lo visual, sino de los subtextos y dilemas éticos que propone.

Esto no quiere decir, ni mucho menos, que los fans del género más jaranero vayan a quedar decepcionados. Los salvajes asesinatos de 'Random Acts of Violence' están rodados con estilo, sequedad, y sin alardes innecesarios; algo a lo que hay que sumar una acertada dosis de autoconsicencia y un tratamiento formal que bebe de esos sintetizadores y los colores primarios que asociamos inconscientemente a los años 80.

El conjunto de todos estos elementos da lugar a una experiencia notable y atmosférica que puede que no invente la rueda —la obra de ficción imitada en la realidad no es un concepto precisamente rompedor—, pero que seguramente será bien recibida por los aficionados que busquen algo de profundidad elevándose entre tanto efectismo hueco.

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