Querido James Cameron: He de decirte que el reinado de tu monumental ‘Avatar’ —la película que Adrián Massanet ya ha visto 19 veces en DVD— se ha visto violado salvajemente por una película totalmente en las antípodas. Sí, posee una historia de amor, aún más azucarada que la tuya, pero no te preocupes, es una de esas historias de amor como las de antes. Chico conoce chica, chica se enamora de chico, chico es soldado que debe volver a alistarse y estar lejos de chica durante un año. No, un año luz no, un año, de los de doce meses. No, no hay efectos visuales y las pocas escenas de acción —se cuentan con un dedo de la mano— no están realizadas en 3-D. Tranquilo James, esta película se olvidará con el paso de los segundos, mientras que la tuya ya sirve de modelo a las nuevas generaciones de cineastas tridimensionales.
Querido Lasse Hallström: Aún recuerdo cuando te diste a conocer internacionalmente con películas como ‘Mi vida como un perro’. Cómo ha cambiado tu cine desde entonces, ¿eh? Ya en suelo yanqui te dio por volverte un poco más blando, aunque siempre has sido lo suficientemente inteligente como para que no te tacharan de ñoño. Así lo demuestran películas como ‘Las normas de la casa de la sidra’ (‘The Cider House Rules, 1999) o ‘Hachiko: Siempre a tu lado’ (‘Hachiko: A Dog Story’, 2009). Pero de repente vas y nos sueltas este petardo sensiblero que nada tiene que ver con tu cine, más sentido que esta love story para adolescentes con las hormonas revolucionadas.
Querido Channing Tatum: Siempre he creído que tu nombre no daría que hablar. Tus limitaciones interpretativas son tan evidentes que desde ya mismo, y gracias sobre todo a esta insensatez de película, pasas a formar parte del gran grupo de inexpresivos de oro. Empezaste haciendo tus pinitos, y sin destacar demasiado en series como ‘C.S.I.: Miami’ o en alguna película de Spielberg para acabar en primera línea de los productos más comerciales, ya sean alguna filigrana de Stephen Sommers o esta cosa amorosa. Y da igual que tengas que andar pegando saltos y mamporros, o que una bella mujer te declare su amor eterno, tú pones siempre la misma cara para todo. Por eso entras a formar parte de los grandes inexpresivos al lado de Victor Mature, Keanu Reeves o Ben Affleck.
Querida Amanda Seyfried: De series de televisión a descubrimiento en esa simpática rareza titulada ‘Mamma Mía! con la que te diste a conocer en medio mundo. Eres un diamante en bruto que aún hay que pulir, sólo tienes que evitar a compañeros de reparto como el Tatum, cuya sosería es tan notoria que puede suceder que cierta parte del público no te aprecie en su justa medida. Llegará el papel con el que puedas demostrar lo que realmente vales y de momento sólo se vislumbra. De momento tendrás que conformarte con este tipo de productos, llenos de buenos sentimientos, atardeceres con muchos filtros —cortesía de Terry Stacey— y unos ingresos en el banco más que decentes.
Querido Richard Jenkins: Ni que decir tiene que tú eres lo mejor de esta película. Cada escena en la que sales es un derroche de interpretación por tu parte. Tu personaje es como una tabla de náufrago para el espectador en medio de tanto tópico y tanta ñoñería empalagosa. Causa mucha gracia el hecho de que en algunas escenas te coloquen al lado al Tatum, que se empequeñece hasta el infinito sin tú ni si quiera abrir la boca. Te bastan unos gestos o una mirada para transmitir todo el universo interno de uno de esos personajes caramelo tan difíciles de interpretar.
Querido espectador: Estamos ante una película muy, muy, muy simple. Si lo que te gusta es mirar para la pantalla como un completo autista —ups, chiste sobre su argumento— sin pensar en absolutamente nada ésta puede ser tu película. Pero ni siquiera se trata de un entretenimiento inofensivo. Hallström trata muy bien al personaje de Jenkins, pero más que un trabajo de dirección o de guión se basa sobre todo en el excelente trabajo de un actor en estado de gracia. Lo demás no es más que una sucesión de escenas bonitas visualmente que quedarían muy bien en una postal. Se agradece también que en estos modernos tiempos de tecnología una película apueste por el valor de las cartas tradicionales pero ni esto está tratado de forma atractiva, se queda sólo en la propuesta. Opta, y eso ya me parece muy atacable, el jugar con el público al respecto de cierta carta importante en la trama que hace que el film juegue a varias bandas desaprovechándolas todas.
PD: Mala.
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