La adaptación televisiva de la película co-escrita por Jemaine Clement y Taika Waititi se ha convertido por méritos propios en la comedia de referencia de HBO gracias a su inteligente aproximación humorística a un tema tan trillado como es el vampirismo. 'Lo que hacemos en las sombras', que puedes ver en HBO, sigue sin tener un rival a la altura en su temporada 2.
Cosas de vampiros
Si algo funciona, no lo toques. Y si además es breve, será dos veces bueno. 'Lo que hacemos en las sombras' cumple a rajatabla esos dos mandamientos desde que viera la luz (je) en formato largometraje y, si me lo permitís, incluso más en su versión catódica. Los defectos desaparecen y sus virtudes se magnifican, sobre todo al saber centrar la intriga de la trama principal en el único personaje no vampiro de la serie.
En efecto, Guillermo, el paciente familiar de Nandor que había terminado la primera temporada descubriendo un secreto familiar muy jugoso, es el principal punto de atención de una segunda temporada tan divertida como la primera. Puede que incluso más. Y es que lejos de acomodarse y recurrir a una simple serie de momentos divertidos que abusen del formato (falso) documental, 'Lo que hacemos en las sombras' se construye sobre sus personajes y, sobre todo, se construye a través de unos cimientos firmes que se han edificado sobre un universo de terror universal.
Así en esta temporada 2 nos encontraremos con soluciones tan geniales como la casa encantada habitada por fantasmas o el personaje que encarna en el primer episodio Haley Joel Osment, prácticamente la antítesis de aquel personaje que le llevó al estrellato demasiado pronto. El tridente con colmillos sigue siendo el principal protagonista de la serie, apoyados en Colin, el infalible vampiro chupa-energía, personaje al que cada vez construyen mejores y más sutiles situaciones donde desplegar su poder.
Los reyes de Staten Island
Jugando como siempre con los equívocos más absurdos (la noche del búho), los guiones de la segunda temporada siguen funcionando como pequeñas y precisas máquinas de perfecta comedia. La supervisión que someten sus creadores es exhaustiva y, vistos los resultados, necesaria. Las pequeñas semillas que ha ido plantando a lo largo de sus episodios van dando frutos tan redondos como la subtrama que implica a Beanie Feldstein, una de las revelaciones de la temporada pasada y con un talento cómico que dará que hablar.
Esa habilidad para llevar al extremo lo pequeño que es el mundo (Staten Island, en realidad) y las descendencias son un campo de cultivo inmejorable para las correrías y desventuras de tres cuatro vampiros un poco aburridos de su día a día y que, tras cientos de años conviviendo entre humanos, no tienen muy claro hasta qué punto deben ser los depredadores naturales del hombre.
Como ya sucedía tanto en la película como en la primera temporada, el imaginario de horror que adorna el relato es de un gusto exquisito, tonteando siempre entra las criaturas míticas más tradicionales y nuevos terrores monstruosos de hoy. Es ahí donde 'Lo que hacemos en las sombras' encuentra su verdadero punto fuerte, en recordarnos cada un número no determinado de carcajadas, que esto es auténtico género de terror.
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