Seguir hablando de “terror elevado” es perder el tiempo. Escribir más sobre esa etiqueta es agotador, cansino, contraproducente, pesadísimo. Pero hoy vuelve a tocar hacerlo. El meme “Ah shit, here we go again!” se aparece cuando otra vez hay que debatir, discutir y justificar por qué no existe nada que se catalogue como “terror elevado”. Llueve sobre mojado. No apetece, no suma, es contradictorio, porque volviendo a nombrar esas dos palabras le damos, de nuevo, un balón de oxígeno.
Ya abordamos aquí el origen del “término” extensamente, por lo que no merece la pena recapitular que es un modismo inventado por un crítico con falta de perspectiva histórica que denominó de esa forma a algunas películas que a él sí le gustaban y consideró que, efectivamente, podría albergar una categoría de obras que él consideraba aptas para su consumo personal porque, en definitiva, es de ese tipo de personas que cuando no sabe divertirse gusta de arrugar el morro a ver si se divierten un poco menos los demás.
El que tengo aquí colgado
¿Por qué toca volver a rebozarse en el mismo barro de nuevo? Por nada en particular. Pero en la plataforma Filmin han decidido pinchar un poco al conjunto de suscriptores suspicaces con una colección que se llama, adivinen, “terror elevado”. En su portada, el póster de ‘She Will’, una estilizada pero insufrible película de brujas que aborda sus temas con una literalidad que asustaría hasta el subtexto “reaccionario” de ‘Viernes 13 parte VIII”. Dentro, se limitan a poner un sencillo “debate abierto” antes de desgranar sus 64 títulos de todas las épocas.
Filmin selecciona una serie de películas que actualmente algunos han considerado dentro de esa etiqueta y se anima a meter algunos clásicos y películas del siglo XX tradicionalmente consideradas dentro del género, como ‘Cabeza borradora’ o ‘Amenaza en la sombra’, por una parte reconociendo que si esa etiqueta existe ahora, debería de haberse utilizado hace tiempo, y por otra porque les viene muy bien coger algunas muestras de su catálogo que están en su categoría ‘terror’ y revalorizarlas para sacar un poquito de tajada, claro que sí.
El problema aquí es que menear un debate de hace cinco años es un poco chiste del perro Mistetas. Un poco tu profesor de latín diciendo “guachi”. No es debate abierto, es ignorancia. Perdonen la vehemencia. Aunque no han faltado muchas voces criticando a los que critican el uso del término, a quienes les parece exagerado montar tanto escándalo cada vez que vuelve a las andadas el tema, e incluso a los que la categoría les parece bien y al mismo tiempo defienden a Filmin por su sentido del humor, en una contradicción imposible.
La asociación histórica del terror con la explotación
Quede por delante que la tontería sería inocua si dejara de perpetuarse, pero dado que sigue el martillo, no está demás aclarar que no es cuestión de dramas o indignación, es sencillamente un trabajo de corrección, porque es cine, es cultura y por supuesto que hay gente a la que la taxonomía correcta le importa. No se trata de lloros porque se crea que el género se mira por encima del hombro, no se trata de señalar el intento de petulancia o de complejos de inferioridad, se trata sencillamente de rigor. Y de no ser un ignorante.
Porque hoy tenemos la cultura a un clic y no hay excusas para seguir pensando que el género es lo que queramos que sea. Digamos que lo que pretenden los profetas del “terror elevado” es que separemos la paja del grano, en donde la paja es el slasher o el cine con monstruos y el grano el cine de autor, normalmente drama y en algunos momentos el cine surrealista o abstracto, que normalmente se ha conocido como "arte y ensayo". Quitando todo lo que hay entre medias, hasta aquí, bien.
La cantidad de producción de bajo presupuesto en el mercado de vídeo y la proliferación de secuelas de películas de asesinos ha hecho pensar que el terror es estrictamente eso de sangre, tíos con máscara y muertes, pero la asociación de bajo presupuesto y explotación pura solo ha sido así realmente en un periodo muy concreto de la historia, ya que desde los 90 el cine indie y sin muchos medios ha sido el germen constante de nuevas corrientes de todo tipo, muy alejado del binomio de sangre y tetas.
El pasado no existe
Los cimientos del género lo conforman los muchos Murnau, Dreyer, Lang, Whale, Tourneur o G. Ulmer. Huelga decir que un plano o dos de ‘Satanás’ (1934) o ‘Vampyr’ (1932) son más “elevados” que todo el debut de Charlotte Colbert, pero en ese momento no había ninguna necesidad de distinguir. Posteriormente, la categoría se ha ido cerrando a lo que podríamos determinar como “drama de terror”, o lo que hemos considerado toda la vida como “terror psicológico” o “películas de A24”, que son las que acaban cayendo en esa categoría.
El absurdo se complica cuando el elemento definitorio es la simetría de los planos o el tiempo en el que estos se sostienen sin que haya movimiento en ellos. La estética, lo bonito. Ya puedes hacer listas de “terror elevado” en plataformas que, por muchos clásicos con pedigrí que incluyan, nunca meterían películas como ‘La celda’ (2000), un derroche de forma sobre fondo al que nadie dejará entrar en el club cool por estar protagonizada por Jennifer López y tener una trama de bolsilibro.
Ejemplos clave del gran cine comercial moderno como ‘Tiburón’ (1975) o ‘Señales’ (2002) serían impensables porque sus artífices son grandes cabezas visibles del terror como espectáculo en la gran pantalla, pero por supuesto sus apellidos están por encima de cualquier categoría. Sin embargo, analizar sus películas nos llevan a una redefinición de lo “elevado” porque tanto en sus plasmaciones visuales como en su complejidad humanista tienen mucho más detrás de lo que puede plantear un capricho vacuo como ‘Soy la bonita criatura que vive en esta casa’ (2016).
El dilema del cine de autor y la mirada piramidal al arte
Que si entramos en la segregación por autoría tenemos un problema que va mucho más lejos del género de terror. Entramos, claro, en la concepción piramidal del arte, en donde lo apto se sitúa en lo más alto y lo desechable en la base. Una mirada acomplejada que toma su máxima expresión en el cine de género. Sin embargo, rara vez hemos oído hablar de Western elevado. Ya te puedes imaginar. En la sección aparecería ‘El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford’ y mientras ‘Centauros del desierto’ sería “de indios y vaqueros”.
Con ‘La Delgada línea roja’ tendríamos cine bélico elevado y con ‘Salvar al Soldado Ryan’ una de Spielberg de matar nazis, la ciencia ficción elevada de ‘La llegada’ dejaría en la cuneta de la plebe ‘The Twilight Zone’, una de las ficciones audiovisuales más influyentes de la historia que define toda la obra de Jordan Peele. Imagina ya si entramos a valorar a Tarantino, Sam Fuller, Ken Russell, o John Waters. Se nos escurriría entre las manos lo del concepto de cine de autor y no digamos lo de “elevado” o “no elevado”.
Otros interpretan lo de “elevado” como una forma de hablar de cine que “va más allá del terror”, ya para empezar como si el terror en sí mismo fuera algo de lo que hubiera que deshacerse, porque huele mal. Como si crear atmósferas, consolidar estéticas, u orquestar buenos sustos no tuviera una tradición, herencia, proceso artístico en definitiva, menos válido que otras disciplinas. Pero además, se habla del género de terror a secas como si hubiera sido alguna vez algo en sí mismo, a palo seco.
La falacia del terror que va "más allá"
Curiosamente, solo se plantean las películas que “van más allá” si son solemnes, llenas de rictus honorable. Pero ‘Un hombre lobo americano en Londres’ (1981) ofrece comedia además de terror, y además es también un drama tristísimo. ¿No va más allá? La misma ‘Pesadilla en Elm Street 2’ (1985) enmascara una represenación sobre la represión de la homosexualidad, o ‘Zombie’ (1978), una sátira sobre el consumismo y la naturaleza humana en medio del colapso. El género de terror siempre ha ido más allá, otra cosa es que para verlo algunos prefieran ver las películas que lo dejan más claro.
No es que ‘Midsommar’ no sea una sátira de una ruptura en medio de una pesadilla de sectas, es que lo deja cristalino a nivel argumental, e incluso a través de su lenguaje visual, pero no hay muchos que hayan dilucidado que ‘The Birthday’ (2004) trabaja exactamente la misma idea, solo que la peripecia parecía estar por encima del discurso. ¿Y si resulta que lo único elevado que tienen algunas películas es la obviedad?
¿Y si resulta que lo que necesitan los que hacen colecciones en plataformas, esos que inventan etiquetas y separan “el grano de la paja”, es que les señalen bien clarito en las películas hacia dónde tienen que mirar para encontrar lo que “no es de terror”? Sea como sea, destruye este artículo. Hay dejar morir esa palabra para siempre. Volver a llamar thriller a las películas de miedo, como en los 90, si quieres pero es hora de que enterremos de una vez lo "elevado", en serio o en broma.
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