Negra y extravagante, la primera película de Cory Finley nació como una obra de teatro, y lo cierto es que se nota: prácticamente un solo escenario, dos personajes y largas y enrevesadas conversaciones en las que la guerra psicológica y la lucha de poder que se libra entre las dos protagonistas oscila hacia un lado y otro de la balanza. Casi como una declaración de intenciones, la conclusión, la parte con menos diálogo y acción de la película es la que más teatral resulta, en un subrayado elegante y obvio de que aquí lo único que importa es el conflicto y la relación entre las dos antiheroínas.
Y no hay demasiado problema en ese sentido: los dos personajes de las niñas ricas Amanda y Lily, así como las actrices que las encarnan, unas demoledoras Olivia Cooke y Anya Taylor-Joy respectivamente, sostienen sin problemas el retrato de una amistad complicada. Como es de esperar, 'Purasangre' ('Thoroughbreds') pierde algo de fuelle según el choque inicial se convierte en entendimiento (extraño e inquietante, pero entendimiento al fin y al cabo), pero hacen un estupendo trabajo dotando de credibilidad a dos personalidades ciertamente extremas.
Amanda y Lily son dos amigas con problemas, pese a su acomodada posición. Amanda le hizo la eutanasia en vivo a un caballo y Lily tiene problemas para permanecer en un centro de estudios y no traga a su padrastro. Amanda, además, tiene problemas para empatizar con quienes le rodean, y memoriza las emociones que tiene que mostrar en cada momento. Aunque nunca se llega a definir del todo, su dolencia tiene algunos elementos de psicopatía clásica, entre otros problemas psicológicos.
Cuando no entendemos del todo la relación entre las dos amigas es cuando Finley le saca más partido, con largos silencios, subrayando el extraño físico juvenil -pero con ropa y maquillaje rígidamente adulto- de ambas, y secuencias genuínamente extravagantes, como cuando Amanda enseña a Lily a autoprovocarse el llanto. Es decir, cuando parece que va a haber una extraña relación de poder, con Lily experimentando una clara atracción por el lado oscuro de la personalidad de su amiga.
'Purasangre': Otra 'Heathers 2018'
En esa fase de descubrimiento mutuo inicial de la película hay personajes escritos con cierta desidia que funcionan incluso a favor del enigma de 'Purasangre': ¿qué relación tiene exactamente Lily con su padre, hay abusos, un romance prohibido, odio puro? ¿Y cómo gestiona Amanda el día a día, cómo se integra con normalidad? Tenemos más o menos claro cómo funciona la relación entre ellas pero... ¿y con el resto del mundo?
Cuando la película comienza a cincelar la relación y a ponerles por delante un objetivo que no desvelaremos aquí, pero que ocasiona la entrada de otros personajes (entre ellos, un matao interpretado por Anton Yelchin, en el último papel antes de su inesperada muerte), el guión se normaliza. No pierde su venenosa mirada al choque de clases y a la absoluta amoralidad de quienes tienen dinero, pero al trazar motivaciones más claras se esfuma algo del enigma que puntuaba los primeros compases de la película.
En cualquier caso, 'Purasangre' es una película diferente y que pese a sus irregularidades bien merece una inmersión en su mundo de lujo y frivolidad. Conversaciones como las de las dos amigas ante emisiones televisivas de cine clásico o las descripciones de cómo gestionan su relación con el resto del mundo, pese a que a veces pecan de exceso de teatralidad, brillan gracias a la extraordinaria labor de las dos actrices protagonistas. Una fábula llena de bilis, de estética apropiadamente fría e impecable como un anuncio de perfume de lujo. Con ácido en el frasco.
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