El psicópata es una tipología de personaje que ha sido abordada en infinidad de ocasiones en el cine. Sin embargo, una de las formas más apasionantes de hacerlo es a través de la unión del cine dentro del cine con las de estos perturbados. Hay que remontarse a la excepcional ‘El fotógrafo del pánico’ (‘Peeping Tom’, 1960) para encontrar el primer ejemplo de importancia de lo que os hablo (aunque el cine se use aquí para potenciar el factor voyeur de la propuesta), en especial de ese fenómeno conocido como cine snuff. Sin embargo, la cinta de Michael Powell fue destruida por la crítica en su momento, y no fue hasta más de una década después que empezó a ser valorada como se merece. Aquí el amor al séptimo arte que profesa Martin Scorsese jugó un papel de importancia similar a la de los dos niños protagonistas de ‘La invención de Hugo’ en la de Mélies.
Obviamente, este filón no era algo que iba a morir en una propuesta quizá polémica, pero sobre todo artística, por lo que la explosión del slasher no iba a quedar indiferente ante esta posibilidad. Si bien es cierto que a finales de los 70 y comienzos de los 80 del siglo pasado no hubo ninguna cinta emblemática que abordase este hecho, sí que surgieron películas menores como ‘Fundido a negro’ (‘Fade to black’, 1980) o ‘Asesinatos anunciados’ (‘Screamplay’, 1985). En la primera, una de las primeras apariciones en la gran pantalla de Mickey Rourke en un papel secundario, un cinéfilo demente se dedica a asesinar inspirándose en sus personajes favoritos, mientras que en la segunda, una atípica producción de la Troma, un guionista que acaba de llegar a Hollywood ve como empiezan a sucederse unos asesinatos en el mismo orden que en su guión. Ninguna de las dos terminó de dar en la diana en su propuesta, pero la senda ya estaba abierta.
Creo que todos recordaréis el enorme éxito de ‘Scream. Vigila quién llama’ (‘Scream’, 1996), que fue donde la cinefilia jugaba un papel fundamental de desmontar los tópicos del subgénero con una finalidad lúdica. La saga llegó a potenciar esta vinculación con las motivaciones de (ojo con el spoiler) uno de los asesinos de la segunda entrega, llevándolo al extremo en la tercera parte al situar a los protagonistas en el rodaje de una película basada en lo que les había sucedido. El problema es que no supieron desarrollar bien esta amplificación del elemento cinéfilo y la saga dio claros síntomas de agotamiento en ‘Scream 3’ (2000), donde la ausencia de Kevin Williamson en el guión fue decisiva para que esto ocurriera.
En la década pasada, el slasher ha estado marcado por las producciones baratas que rara vez llegaban a estrenarse en cines y el enorme éxito de la franquicia Saw. La segunda no se adapta a lo que ahora abordamos, pero sí que lo hacen varias producciones dentro de la primera vertiente. Mi compañero Pablo ya mencionó ‘Detrás de la máscara’ (Behind the mask, the rise of John Vernon, 2008) en su reflexión sobe la saga Scream, pero para el que no la conozca, señalar que toma la misma forma de falso documental de ‘Ocurrió cerca de su casa’ (‘C’est arrivé près de chez vous’, 1992) para realizar una sátira similar a la de ‘Scream’, pero centrándose específicamente en la figura del psychokiller. No obstante, las películas que hoy nos interesan son ‘Colinas sangrientas’ (‘The hills run red’, 2009) y ‘¡Corten!’ (‘Hack!’, 2007), dos recientes muestras de este interesante fenómeno.
¡Corten!
Comencemos por ‘¡Corten!’, la cual toma como base la cinefilia de los propios personajes, empezando por aquí los muchos problemas que lastran la cinta de Matt Flynn. Partamos del hecho de que un grupo de estudiantes llega a una isla remota donde habita un matrimonio obsesionado con el cine. Quien más, quien menos puede entender que la pasión del matrimonio por dos géneros muy divergentes (el cine de terror él, los documentales ella) confluya en la idea de rodar la película snuff definitiva, incluso con la tentación de arrasar así en el Festival de Cannes. Están locos y aman el cine, puede pasar. El problema llega cuando la película quiere vender que un grupo de adolescentes fiesteros en el sentido más repelente de la historia puede pasar de forma repentina a tener relevantes charlas cinéfilas, no teniendo problemas en retrotraerse a los clásicos del género. El tono de la función se resiente anulando cualquier tipo de empatía hacia ellos. Además, los apuntes cinéfilos tienden a lo evidente, a exteriorizarlo a través de diálogos en los que se menciona directamente la cinta en cuestión.
Una vez anulado el interés hacia los personajes siempe nos podría quedar el consuelo de encontrar apuntes de interés en otros aspectos. Y es que hay no pocos slashers en los que su mayor interés acaba siendo lo imaginativas que resultan la forma de ir eliminando a sus protagonistas, algo que aquí también se apoya en la cinefilia: Los crímenes usan como base el homenaje a esas películas que aman los asesinos. Ya he apuntado que no es algo para nada original, pero lo realmente problemático es que ni siquiera funcionan por simpatía, ya que se muestran incapaces de conseguir trascender la indiferencia ante lo que aparece en pantalla. Si a todo ello le unimos un guión con diálogos ridículos (‘no podría estar mejor, Johnny Rocket. Ahora enséñame tu fusil’) que no tiene problemas en recurrir a giros tan tramposos que deberían ser ilegales, lo que tenemos es que ‘¡Corten!’ es un torpe intento de aprovechar esta veta, en el cual nada logra funcionar para evitar el desastre casi absoluto.
Colinas sangrientas
Pasando ya a ‘Colinas sangrientas’ lo primero que es evidente es que el guionista se inspiró lo suyo en ‘El fin del mundo en 35MM’, episodio dirigido por John Carpenter para ‘Masters of horror’, el cual exploraba la mitología destructiva entorno a una película perdida. Aquí la idea es la misma, pero se apuesta abiertamente por intentar conseguir una cinta capaz de respetar las líneas maestras que empujaron al subgénero en los 80, pero dándole un giro retorcido. El resultado es que todo funciona mejor cuando la cinta maldita gana relevancia en la trama, y el interés decae cuando se intenta potenciar unos personajes no tan absurdos como los de ‘¡Corten!’, pero sin el suficiente desarrollo para que el público realmente se implique en lo que les pase alejados del caso central.
Lo que sí hay que reconocerle a ‘Colinas sangrientas’ es su capacidad para crear un psicópata con posibilidades icónicas y de dar de sí en hipotéticas secuelas que no sé si llegaremos a ver alguna vez. Su Babyface tiene presencia, y también un bagaje detrás que se va revelando con acierto. Sí que hay un problema aquí, y es que ese pasado del asesino está asociado a un giro de guión muy similar al de ‘¡Corten!’, el cual aquí también roza peligrosamente el absurdo. Sin embargo, aquí encuentra cierta redención por apostar por elementos dramáticos más escabrosos, ser más efectiva en lo relacionado con los asesinatos y la capacidad de Dake Parker, su director, para crear alguna secuencia poderosa visualmente, algo de lo que no encontrábamos nada en el largometraje de Flynn. Aquí la cinefilia es un elemento a respetar y desarrolar para intentar ir (un poco) más allá dentro de un subgénero tan trillado como el slasher, por lo que sus fallos son algo que podemos llegar a perdonar. Al menos lo han intentado.
Conclusiones
En definitiva, ‘Colinas sangrientas’ y ‘¡Corten!’ son dos propuestas aparentemente divergentes de tratar temática cinéfila dentro del slasher, pero al final acaban tomando un rumbo similar a través de giros de guión un tanto discutibles. ‘Colinas sangrientas’ consigue sobreponerse a sus fallos y ser un complemento muy recomendable para una sesión doble con la televisiva ‘El fin del mundo en 35 MM’, al mismo tiempo que una reivindicación bastante estimable de las líneas maestras del subgénero. En cambio, ‘¡Corten!’ se queda más cerca de ser una mamarrachada en la que la cinefilia es una mera excusa para aparentar ser diferente, para luego caer en no pocos tópicos, una pésima construcción de personajes y un tramo final que roza lo delirante. Una pena.