Los que llevamos unos cuantos años siguiendo el mundo de la lucha libre norteamericana —wrestling para unos, 'Pressing Catch' para otros— recordamos con especial cariño las andanzas de Dwayne "The Rock" Johnson en el cuadrilátero. Para el recuerdo quedan sus feudos con Stone Cold Steve Austin y Triple H, o su alianza con Mick Foley en la conocida como 'The Rock 'n' Sock Connection', pero, sin duda alguna sus incuestionables capacidades físicas siempre estuvieron a la sombra de su innata habilidad con el micrófono.
Ese carisma que derrochaba a espuertas cada vez que apartaba a un lado los suplex para sustituirlos por la verborrea que le coronó como el "People's Champion" es la férrea base sobre la que ha edificado su carrera como actor, convirtiéndole en el indiscutible héroe cinematográfico contemporáneo que, tanto el público, como las arcas de los grandes estudios, necesitan en el ocaso de Stallones, Schwarzenneggers y demás viejas glorias del espectáculo testosterónico.
Después de arrasar con sus apariciones en la saga 'Fast & Furious' y con la estupenda 'Jumanji: Bienvenidos a la jungla', Johnson reafirma su hegemonía como el proto-héroe de acción definitivo bajo las órdenes de Brad Peyton en esta 'Proyecto Rampage': una auténtica orgía de destrucción, humor descerebrado y una maravillosa falta de complejos que la sitúan no sólo como la mejor adaptación de un videojuego que ha pasado por nuestras pantallas, sino como todo un nuevo referente dentro del subgénero Kaijū Eiga.
La nueva alianza entre el realizador y el intérprete tras su estimable colaboración en la deliciosa "disaster movie" 'San Andrés', vuelve a demostrar que, a la hora de llevar a buen puerto un blockbuster palomitero tan demencial como 'Proyecto Rampage', es absolutamente necesario que el equipo creativo involucrado en él sea totalmente consciente de la naturaleza del mismo.
De este modo, el reparto, los cuatro guionistas encargados del libreto y el director reman en una misma dirección que conduce al largometraje a un inesperado triunfo frente al que es complicado no reaccionar con los aplausos y carcajadas más cómplices. Un entretenimiento honesto, escapista y espectacular que, además de estimular retinas con su impagable exhibición de caos y devastación urbana, sabe cómo abrirse paso hasta el corazón del respetable gracias a la sorprendente química entre sus protagonistas.
Pese a que el verdadero reclamo de la cinta —que no deja de ser ver animales gigantescos arrasando una ciudad— tarda en hacer acto de presencia, todos y cada uno de los minutos que lo preceden están perfectamente aprovechados; tomándose el filme su tiempo para presentar y construir a su variopinto —casi paródico— surtido de personajes y, sobre todo, esforzándose en reforzar el vínculo emocional entre la atípica pareja principal compuesta por el personaje de Johnson y el gorila albino George.
Una vez allanado el terreno hacia la soberbia recta final de 'Proyecto Rampage', Brad Peyton decide abrir la caja de los truenos durante un último tercio creado bajo la forma de una alucinante set-piece interminable capaz de sacar los colores a producciones congéneres como 'Pacific Rim: Insurrección', la 'Godzilla' de Gareth Edwards e, incluso, 'Kong: La Isla Calavera'. La acción es legible y vistosa, los efectos visuales magníficos —impecable el trabajo de Weta Digital— y la dinámica entre el dúo de héroes propia de la mejor buddy movie. No se puede pedir más.
Por supuesto, nada de esto brillaría con la misma intensidad de no contar con un Dwayne Johnson capaz de llenar la pantalla, además de con sus descomunales bíceps y su peculiar arqueo de cejas, con esa entrega y profesionalidad marca de la casa que le elevan como un rotundo sello de calidad; algo que queda plenamente justificado una vez más tras disfrutar de la refrescante 'Proyecto Rampage'. Y es que, si The Rock no puede regalarnos la primera gran película basada en un videojuego de la historia, nadie puede.
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