La familia es un contrato. Así lo entienden muchos. Y también, para muchos hijos, que los padres de divorcien supone una “ruptura del contrato”. La película ‘Propiedad privada’ ('Nue propriété', 2006)es la historia de una familia rota en la que los hijos han decidido que, tras el divorcio de sus padres, las antiguas reglas ya no valen: ahora son ellos los que tienen el poder. En un post anterior ya comenté el argumento, di datos técnicos e incluí un trailer.
Una soberbia Isabelle Huppert encarna a una madre absolutamente sometida a los hijos. No sólo se trata de una cuestión de falta de autoridad: también ha de contar con los chicos para que le den el beneplácito a cualquier decisión que ella quiera tomar, ya sea tener un novio o dedicarse a otra profesión. El detonante de la desintegración de esta familia se produce cuando la madre decide vender la mansión familiar para poder realizar un negocio que anhelaba desde hacía tiempo. En ese momento, los hijos consideran que la madre está jugando con un patrimonio que “les pertenece” y no dudarán en recurrir al padre para que tome cartas en la situación.
La película está muy sobriamente rodada, recurriendo principalmente a largos planos fijos que le dan un gran sentido de autenticidad a todas las escenas (una autenticidad remachada, además, por la decisión de prescindir de la música salvo al final de la película). Este minimalismo en la planificación se extiende también, y con acierto, al guión: los personajes son escasos y los elementos en juego son los mínimos imprescindibles, como las reiteradas escenas de comer en familia. Sin embargo, “minimalista” no significa “escaso”: la película está ejemplarmente centrada, así como todos los actores muy ceñidos a su papel. Algunas escenas, como las finales, están virtuosamente resultas en buenos ejercicios de punto de vista o de metáforas tan eficaces como naturales (no las voy a desvelar, pero creo que todo el final de la película rezuma elegancia). Los juegos con los espacios fuera de cuadro son magníficos.
Un momento destacable se produce a miad de la película cuando, harta de todo lo que está sucediendo, la madre decide tomar las riendas de su vida y abandonar el hogar familiar. Entonces, el protagonismo se desplaza a uno de sus hijos (el excelente Jérémie Réiner, que se dio a conocer con ‘La promesa’, el mejor film de los hermanos Dardenne) en una atrevida pirueta de guión. Para el director, esa fue la forma de expresar que el verdadero protagonista de la película no es Isabelle Huppert, sino la familia.
A partir de ahí, los hijos recrearán la rivalidad entre sus padres que habían aprendido durante la infancia. No es casual que el hermano “moreno” (son “falsos gemelos”), Yannick Rénier, ocupe el lugar de la madre en la mesa ni que el otro lo termine tratando como lo trataba el padre.
La tensión creciente irá derivando hacia actitudes cada vez más violentas y hacia la necesidad de saber avanzar en la vida, de saber recoger los fragmentos de una relación y de corregir las nocivas consecuencias de no haber sabido “terminar” algo de verdad. El autor logra que se comprenda la reacción ante estos dos niños que viven como parásitos, desagradecidos e insoportables, y durante el visionado se provoca al espectador a enunciar la clásica frase “Dos bofetadas a tiempo...”. Pero también – y éste es el gran mérito de la película – se entiende por qué se puede llegar a una situación así, sin apuntar a nadie con el dedo. El director, Joachim Lafosse, confesaba que él mismo, a su manera, llegó a ejercer de hijo tiránico. Quizá por eso se dé tal grado de comprensión hacia los dos bandos. Y eso casi simpre juega a favor de hacer una película más rica.
‘Propiedad privada’ es uno de los estrenos más recomendables de las últimas semanas.