La mala fama del **cine español** entre un amplio sector del público es algo que resulta innegable. No importa que varias de las mejores películas del año pasado saliesen de nuestro país, ni tampoco que no pocos directores tengan que emigrar para poder acometer proyectos de suficiente envergadura, siendo entonces cuando gozan del favor de esa parte del público que seguramente cuchicheará en el cine sobre si no hubiese sido mejor meterse a ver otra película cuando lean el nombre del director en los créditos iniciales. Eso sí, parte de razón no les falta, ya que en España predominan dos tipos de producciones: Los dramas sobre temática social y las comedias que tienden a ser una mera derivación del humor que triunfa en determinadas teleseries (¿Y quién va a pagar por ver un clon a menudo mal hecho de lo que puede ver gratis en televisión cada semana?). Pobres ejes sobre los que vertebrar una industria tan importante como la cinematográfica.
El estreno hace unos años de ‘Spanish movie’ vino a llenar un hueco en la cinematografía española: El cine de parodias. Entrar a valorar la calidad de la propuesta ya es algo que depende sobremanera de lo gracioso que cada uno encontrase la sucesión de gags que aparecían en pantalla, pero es indudable que era un producto muy superior a la abrumadora mayoría de cintas americanas con la apostilla de ‘movie’ que fueron surgiendo tras la llegada de ‘Scary movie’. Además, fue un notable éxito económico, pero se quedó como un pequeño islote que nadie quiso (o pudo) continuar. ¿Tan difícil era hacer una secuela o parodiar algo alejado de nuestro cine? Por dar ideas, alguien debería hacer algún día un ‘Hitchcock movie’, pero tomando más como base el humor de ‘Un cadáver a los postres’ (aún hoy la mejor película paródica de la historia) que en lo que ha acabado degenerando este subgénero.
Además, ‘Spanish movie’ supuso el debut en la dirección de Javier Ruiz Caldera, el cual parece ser que no se dejó tentar por la hipotética idea de un ‘Spanish movie 2’ (aunque no sé si ese proyecto tan siquiera llegó a existir) y aprovechó su éxito para sacar adelante otro rara avis en nuestro cine: Una cinta que toma como base las producciones adolescentes de John Hughes de los años 80, pero acercándolas a lo español, es decir, rellenar otro hueco en el cine que se hace en nuestro país. Sólo por eso ya se merece un aplauso, pero no por ello hay que lanzar las campanas al vuelo y hablar de una nueva genialidad de nuestro cine, algo muy habitual a poco que una cinta española destaque un poco. La cuestión es, ¿está ‘Promoción fantasma’ a la altura de su prometedora propuesta inicial?
El problema (y también la fuente de sus mayores aciertos) realmente grave de ‘Spanish movie’ era la irregularidad del guión firmado por Paco Cabezas, el cual combinaba algunas bromas geniales como otros apuntes que rozaban la vergüenza ajena. Era de esperar que con el cambio de guionista se consiguiese un resultado más homogéneo, y lo cierto es que ese es uno de los principales puntos fuertes de ‘Promoción fantasma’. Es de esperar que muchos temáis que la película se limite a canibalizar a sus referentes y que los homenajes en realidad sean poco menos que un plago encubierto, pero ese es un miedo que no se justifica. Y es que Cristóbal Garrido y Adolfo Valor han conseguido equilibrar el homenaje a John Hughes (y a otras películas que no mencionaré por eso del factor sorpresa) con la necesidad de crear algo con identidad propia.
Eso sí, por el camino se cometen algunos excesos que ocasionalmente consiguen su objetivo de provocar la risa del espectador, pero en otros rozan un mal gusto que hiere a una propuesta que, sin ser brillante, es muy disfrutable. Son esas situaciones en las que más se deja ver el país de origen de la película, y es que el humor español ha tendido, con honrosas excepciones, a una mezcla entre el mal gusto y lo excesivo en los últimos tiempos. En cambio, cuando el guión confía más en sus referentes americanos se consigue un humor más blanco, quizá menos proclive a la carcajada, pero más atemporal y que se puede seguir disfrutando por igual sin necesidad de estar esclavizados por la sorpresa inicial, algo de lo que tiende a depender mucho el humor basado en los excesos.
Por su parte, la puesta en escena de Ruiz Caldera se centra en potenciar las virtudes del libreto, siendo especialmente inspirada la escena inicial en la cual se combina la nostalgia ochentera con el humor, y al mismo tiempo es una estupenda introducción para dar a conocer al espectador el hecho de que nuestro protagonista puede ver a los muertos. En el resto del metraje, la labor de dirección funciona mejor cuando hacen acto de presencia los homenajes o los apuntes que retrotraen al espectador a épocas pasadas. En lo demás, su labor oscila entre la corrección y la sensación de que otros muchos directores podrían igualar lo que él hace.
Uno de las claves de la función era encontrar unos actores que se adecuase al tono del relato, y es ahí donde es muy de agradecer la elección de Raúl Arévalo para encabezar el reparto, ya que él ya había demostrado su capacidad para conseguir un secundario memorable en ‘Primos’, y aquí le toca demostrar tanto que sabe ser la cabeza visible de una película, como que su comicidad también se puede encauzar de una forma más desapercibida. Y es que su Modesto es un hombre apocado que vive obsesionado con el hecho de que ser capaz de ver a los muertos es una enfermedad que le ha destrozado la vida, y por ello está constantemente bajo los efectos de una medicación que le impide desarrollar con normalidad su trabajo como profesor. Sin embargo, la oportunidad de ayudar a alguien, y al mismo tiempo descubrir un amor que le ha sido esquivo permiten que su carácter introvertido quede ligeramente atrás. El director de ‘Promoción fantasma’ comentó que querían crear en él un equivalente español a Michael J. Fox, y eso es algo que no se termina de ver en pantalla, pero sí que surge un híbrido que resulta cercano al espectador, tiene encanto y sostiene perfectamente el peso que tiene que soportar. Arévalo da así un paso más en su necesario ascenso para convertirse en una de las principales estrellas del cine español.
Otra de las claves era la capacidad para encontrar entre los rostros jóvenes de nuestro cine a cinco personas que encajasen en los estereotipos ochenteros que representan los cinco fantasmas: Macarrilla, ligón (éste es el que tiene un componente americano más marcado, en especial por su vestimenta, la cual parece propia del típico capitán del equipo de fútbol que tanto se ha visto en el cine), fiestero, empollona y la chica algo ligera de cascos (y embarazada ya en su adolescencia). Para ello se ha optado por fichar a actores más conocidos por sus apariciones televisivas como Alex Maruny, Jaime Olías, Javier Bódalo, Anna Castillo y Andrea Duro. Sería injusto destacar tanto para bien como mal a alguno de ellos, ya que todos tendemos a identificarnos más con un rol u otro según lo que cada uno fue en el instituto, pero los cinco salvan bien la papeleta, teniendo todos su particular momento de gloria.
La guinda del pastel la ponen los secundarios, los cuales funcionan a modo de contrapunto cada uno en una materia distinta: Carlos Areces el padre resabido que pone constantes trabas a la directora, Joaquín Reyes el terapeuta excéntrico, Silvia Abril la chalada secretaria del instituto, etc. Todos aportan su granito de arena para redondear un poco más el resultado final. Si acaso conviene apuntar que la trama de amor fantasmal protagonizada por Aura Garrido (que ya era el eslabón más débil en la estupenda miniserie ‘Crematorio’) no termina de cuajar, ya que se entremezclan momentos inspirados con otros en los que estás deseando que pasen a otra cosa. A cambio, es de agradecer que Alexandra Jiménez vaya asentando poco a poco su carrera cinematográfica, ya que su peculiar directora de colegio adicta a comer guarrerías transmite una proximidad que hace entender al espectador el motivo del desafío que acepta el protagonista.
En definitiva, ‘Promoción fantasma’ es una comedia de instituto que no cae en el error habitual de querer trasladar el humor habitual de las teleseries españolas, sino que opta por tomar como referente las producciones de John Hughes de los años ochenta, a las cuales referencia sin cortarse lo más mínimo. Posible plagio dirán algunos, pero lo cierto es que es prácticamente imposible innovar dentro del cine, con lo cual sólo nos queda hacer una combinación de elementos ya vistos. La cuestión es hacerlo bien o mal, y ‘Promoción fantasma’ está, con algunos peros, dentro del primer grupo. Vamos, un simpático divertimento.
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