Como muchos directores no estadounidenses que de un modo u otro han llamado la atención a nivel internacional, sobre todo en la tierra del dólar, Denis Villeneuve ha sido seducido por el lado oscuro de Hollywood, esa máquina de hacer dinero sin que importe nada más. El director canadiense ha tenido la suerte de dar con uno de esos proyectos que se amoldan perfectamente a su estilo, una historia que estuvo deambulando por los despachos de Hollywood y a punto estuvo de ser filmada en varias ocasiones con otros directores y actores metidos en el proyecto —Mark Wahlberg, Christian Bale, Leonardo DiCaprio, Bryan Singer, Antoine Fuqua—. Afortunadamente el asunto recayó en Villeneuve que tuvo a su disposición un equipo técnico y artístico de envergadura.
Un reparto donde brillan a gran altura Hugh Jackman, Jake Gyllenhaal y Paul Dano, y en el que la fotografía del multinominado al Oscar, y nunca premiado, Roger Deakins en uno de los mejores trabajos de su carrera, y un montaje prodigioso de Joel Coex y Gary Roach, habituales colaboradores de Clint Eastwood, se ajustan como un guante a las intenciones del director, que ha firmado un thriller como hacía tiempo no se veía en Hollywood. Denso, climático, endiabladamente entretenido y con una tensión dramática que no sentía desde obras maestras del calibre de 'Mystic River' (id, Clint Eastwood, 2003), de la cual bebe bastante, o 'Zodiac' (id, David Fincher, 2007). Poco le falta a 'Prisioneros' para llegar a la perfección de las citadas.
(From here to the end, Spoilers) Aaron Guzikowski escribe un guión, su segundo trabajo cinematográfico, que narra la historia de un doble secuestro. Por un lado las hijas pequeñas de dos matrimonios amigos, y por otro el del posible sospechoso por parte de uno de los padres, al que da vida un Hugh Jackman totalmente entregado en una de sus mejores interpretaciones. Así tenemos la parte del thriller, la investigación policial a cargo de un personaje fascinante y muy bien definido por Jake Gyllenhaal, y por otro el drama y dilema moral que supone el encierro de un posible criminal por parte de un padre dolido y desesperado que hará lo que sea para saber el paradero de su hija desaparecida antes de que sea demasiado tarde. Ambas líneas narrativas se funden armoniosamente en una película que vuelve a incidir, como 'Incendies' (id, 2010) en el valor de la familia y logra que nos pongamos en la piel de alguno de sus personajes.
La película encuentra su baza más fuerte y demoledora en esa duda moral que pone sobre la mesa al retratar hasta dónde es capaz de llegar un padre de familia por proteger a los suyos a cualquier precio. Los personajes de Terrence Howard y Viola Davis funcionan en cierto modo como la voz de la conciencia del espectador que asiste atónito a una sucesión de hechos que se escapan al control de sus personajes y que concluyen con una ironía fuera de lo común, verdadera y realista y que en su desarrollo de puro Film Noir juguetea de maravilla con el título de la película. Todos los personajes de 'Prisioneros' son presos a su manera en un mundo hostil, difícil, vago, en el que la lucha es lo único que hará marcar la diferencia. La desaparición de las niñas es un mcguffin expuesto de forma magistral y que no sólo sirve de detonante a la historia policial, sino que abre todo un abanico de posibilidades en el retrato de varios personajes de diferente naturaleza y sus reacciones ante una situación límite.
Villeneuve se toma su tiempo para narrar la historia y al igual que en su anterior película, nada sobra y nada falta en 153 minutos de puro cine. Sus largas tomas no estropean el ritmo del film, y no queda la sensación de haber visto una película tan larga dentro del género del thriller. Todo en ella fluye de forma muy sencilla colocando todas las piezas de un puzle en el que no faltan referencias religiosas expuestas con contundencia y sin ningún tipo de prejuicios, metiendo el dedo en la llaga —sobre todo en la paralela historia de un cura, la cual complementa la historia central— y ofrece un paralelismo entre las motivaciones de los secuestradores y el personaje de Jackman, cuyas decisiones pueden tener un sinfín de reproches morales, pero guardan esa ironía con la que la vida golpea a uno a veces en forma de sonrisa o desgracia. O ambas.
Todos los actores tienen algo que decir en 'Prisioneros', evidentemente resalta ese tour de force que se marcan Jackman y Gyllenhaal, el primero por una transformación psicológica y casi física, y el segundo por vestir sin ningún tipo de tics típicos la consabida figura de policía que, en otro de esos golpes de ironía, va por detrás de las propias investigaciones del personaje de Jackman, confrontando de forma muy inteligente las dos formas de enfrentarse a un asunto tan peliagudo como el secuestro de una niña pequeña, en el que el tiempo que transcurre es esencial para encontrarla con vida. La pasión y fiereza de un padre contra la dedicación detallada de un policía asqueado por la lentitud del sistema del que no deja de ser un prisionero. Atención al cierre de la película en el que una vez más ambas formas de ver la vida se enfrentan: un pitido apenas perceptible, alegoría del ahogo de una vida que lucha hasta el final, y la incertidumbre, hasta que deja de serlo, de un policía que escucha algo y necesitará oírlo más veces.
No tengo la más mínima duda de que 'Prisioneros' tendrá alguna que otra nominación al Oscar, pero si alguno debellevarse es el de la mejor fotografía, y no porque ya le va tocando a Roger Deakins, sino porque pocas veces en el cine actual se ha usado de forma tan incrustada en la narración, con esos tonos apagados que reflejan los ánimos de unos personajes a los que hay que acercarse mucho para conocerlos realmente.
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