'There Will Be Blood. Pozos de ambición', todo es excesivo

El día 15 se estrena 'There Will Be Blood. Pozos de ambición', la adaptación de Paul Thomas Anderson de la novela 'Oil!' (¡petróleo!), de Upton Sinclair. La película nos habla de Daniel Plainview, un magnate del petróleo hecho a sí mismo que se dirige con su hijo H. W. (Dillon Freasier) a Little Boston, un pueblo del Oeste sobre el que le han dado el soplo de que en el subsuelo encontrará oro negro. En la localidad se topará con el sacerdote Eli Sunday (Paul Dano), que le pondrá dificultades.

El comienzo de 'Pozos de ambición' es sumamente interesante y está llevado con gran acierto en el tono, de manera lenta, pero que mantiene la atención. La narración de los comienzos de Plainview como petrolero, la llegada al pueblo, el hallazgo del petróleo, la construcción del pozo… contituye material suficiente para crear una película. El retrato de un personaje hecho a sí mismo, que es ambicioso, pero –al menos hasta ese momento— no es mala persona merece nuestra atención y se puede ver con interés.

Sin embargo, como ocurría en la otra película desmesurada y que a su autor se le fue de las manos que interpretó Daniel Day-Lewis, 'Gangs of New York', Anderson continúa contándonos mucho más cuando el film ya podría haberse acabado. El lastre que acarrea por adaptar la novela es el exceso en cuanto a material y la ausencia de una línea argumental única de la que ya hablaba Aristóteles. Paul Thomas Anderson tiene, al hacer esta película, pozos de ambición y, por ello, sus pretensiones se quedan muy por encima de sus resultados.

Desde los primeros momentos, Paul Dano, en el papel del predicador, se marca unos numeritos tan exagerados que una no sabe si hay que reírse, aunque supone que no por el enfoque grave hacia todo lo demás. Pero a esas alturas, la interpretación de Dano es lo único que se sale de tono. Más adelante, Daniel Day-Lewis quiere no ser menos y decide sobreactuar también. Como ya demostró en 'Magnolia', dirigir a sus intérpretes para que se excedan es lo que mejor sabe hacer Anderson, así que Day-Lewis se arranca a chillar, moverse y destrozar atrezzo como un descosido en escenas largas sin necesidad y que no se sabe muy bien a cuento de qué vienen. ¿Qué tendrá de malo algo de sobriedad, de comedimiento?

Por supuesto, como siempre digo, esto es sólo mi opinión. Parece que lo que yo considero sobreactuar, para muchos otros es interpretación merecedora de premios, pues Day-Lewis ha ganado el BAFTA al mejor actor principal y está nominado al Oscar, que no me extrañaría que se llevase.

Los demás actores sí hacen un buen trabajo y por ello, sigue habiendo destellos de cine de calidad incluso aunque avance el film más allá de lo que habría sido necesario.

Se dice que en la película los valores como el amor, la esperanza, la comunidad, las creencias e incluso la unión entre un padre y un hijo se tambalearán a medida que el pozo comienza a dar su fruto y aparecen la corrupción, la ambición y la decepción. No percibo nada de esto. En realidad, si envía al hijo a la ciudad es por su bien. La corrupción que demuestra no es mayor que la de cualquier otro despiadado empresario mostrado en una película y los valores de la comunidad no parecen romperse, más bien el petrolero va en contra de un cura que engaña a los ciudadanos. Así que, además de excederse en todos los aspectos, Anderson no ha sido capaz de transmitir lo que quería... o al menos a mí no me lo ha sabido hacer llegar.

Resumiendo: una película larguísima, pretenciosa y, sobre todo, sobreactuada. Es decir, excesiva en todo. Salvaría el primer tercio, mientras 'Pozos de ambición' está centrada en una historia y todo está tratado con sobriedad.

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