Por qué 'La novena puerta' es la mejor película basada en una novela de Arturo Pérez-Reverte

Antes de arrancar con esta recuperación de 'La novena puerta' convendría dejar claro que, quizás, como adaptación, tenga algunos problemas. Agarra determinados elementos del libro original y deja de lado muchos otros, pero la realización de Roman Polanski y el guion de Enrique Urbizu, John Brownjohn y el propio Polanski la convierten en una pieza que mezcla historia detectivesca y horror de forma intrigante e inteligente.

Aprovechando que se está volviendo a hablar de Pérez-Reverte y sus adaptaciones al cine, la recuperamos para comprobar si está a la altura de sus responsables y por qué desde su estreno en 1999 ha arrastrado una peculiar mala fama. 'La novena puerta' parece contagiada por las idas y venidas de los libros malditos y luciferinos que menciona continuamente. Pero... ¿había para tanto?

'La novena puerta' presenta a un "detective de libros", Dean Corso (Johnny Depp) que recibe un peculiar encargo por parte de coleccionista neoyorquino, el mefistofélico Boris Balkan (Frank Langella): averiguar si su libro 'Las Nueve Puertas del Reino de las Sombras' es auténtico, lo que implicaría que Satán es prácticamente su coautor. Para ello, Corso debe rastrear otras dos copias en Portugal y Francia, y compararlas.

Por supuesto, el trayecto estará lleno de peligros y encuentros sospechosos: la también coleccionista Liana Telfer (Lena Olin), que asegura que el libro de Balkan es suyo; los intrigantes gemelos restauradores Hermanos Ceniza (José López Rodero); y una chica posiblemente sobrenatural (Emmanuelle Seigner) sigue los pasos de Corso y le va dando pistas, inquietantemente interesada en descubrir el misterio de los libros.

Un conglomerado de encuentros y desencuentros que difiere, como hemos dicho, de la novela. En la original 'El Club Dumas', Pérez-Reverte incluye como génesis de la investigación un supuesto borrador inédito de 'Los tres mosqueteros' y lo cruza de refilón con un libro que podría servir para invocar al demonio. Los encuentros de Corso (aquí llamado "Lucas") con distintos personajes tienen puntos en común con los de la película, pero las referencias a Dumas son constantes, hasta el punto que Corso se refiere a los personajes que se encuentra con sobrenombres inspirados en 'Los tres mosqueteros'.

Buena parte de la investigación de Corso en la película es una réplica de la del libro, aunque allí cambian levemente las intenciones de sus rivales. Por ejemplo, el Boris Balkan de la película es una mezcla del bibliófilo ocultista Varo Borja y del experto en dumas Boris Balkan. También difiere la temática de la sociedad secreta del final, que no es un ridículo contubernio satánico, sino una reunión de ratones de biblioteca y fanboys de Dumas.

Sin embargo, libro y película comparten un sentir que los equipara, más allá de puntuales traiciones a la letra: su devoción por los libros como instrumentos de fantasía y poder, artilugios por los qye hay quien puede estar dispuesto a matar o a sacrificarlo todo. En el caso de la película de Polanski, por supuesto, todo adquiere una connotación diabólica que está presente en la novela de Pérez-Reverte, aunque con menos carga maligna y más folletinesca.

Pero esaa obsesión por los libros, antiguos o no, perdidos o no, como objetos que atesoran un poder indescriptible en sus páginas, es el auténtico enlace entre ambas obras, y lo que convierte a 'La novena puerta' en una adaptación interesante de 'El Club Dumas'. Polanski filma bibliotecas y montañas de libros con devoción pagana, y se entretiene en la imagen y el sonido del fetichismo bibliófilo: páginas crujiendo, cuero gimiendo al doblarse, planos y más planos de gente tendiéndose libros, envolviéndolos en trapos, moviéndolos de sitio, acariciando los grabados, contemplando las portadas...

Satanás está en la letra

Independientemente de la adaptación y lo positivo que hereda del original (aparte de esa rampante bibliomanía está el personaje de Corso, abiertamente antipático pero completamente fascinante), Polanski desliza en la investigación en pos de 'Las Nueve Puertas del Reino de las Sombras' una malvada puesta en escena, buena heredera de su pulso clásico. En su día se comparó 'La novena puerta' con 'La semilla del Diablo' por sus obvios paralelismos demoníacos, pero hay más.

Polanski, durante casi toda la película, rueda de forma tranquila y sosegada, sin histerias narrativas, por muy atroz que sea lo que está mostrando. El mejor ejemplo está en la sensacional secuencia que abre la película, antes delos créditos, donde un personaje que adquirirá importancia más adelante, escribe una larga nota, y después tranquilamente, se ahorca en la lámpara. Polanski lo muestra todo sin artificios, con un empleo del sonido inquietante y soberbio (ese rascar de la pluma contra el papel, un impío y malvado precedente de toda esa orgía de biblio-sonidos que mencionábamos más arriba) y sin banda sonora.

'La novena puerta' es una película que está muy lejos de ser perfecta, pero en sus mejores momentos recuerda, en efecto, al mejor Polanski de 'La semilla del Diablo', aquel que invocaba a lo impuro introduciendo un elemento desestabilizador en la cotidianeidad, algo que hacía también en 'El quimérico inquilino', 'Lunas de hiel' o tantas otras. Aquí lo logra a través de los libros, que parecen exhudar un aire maléfico (en algunos casos auténtico: algunos de los volúmenes que muestra la película son incunnables ocultistas reales... y se nota), y también a través de matices en las interpretaciones de unos secundarios estupendos.

Los aires de grandeza satánica de Langella, la majestuosidad de ribetes patéticos -como todo humano que aspira a codearse con el Maligno- de Olin, la divertidísima interpretación doble de Rodero como los juguetones hermanos Ceniza... desentona solo Emmanuelle Seigner, pero no por su culpa. Polanski desaprovecha la oportunidad de crear una némesis enigmática al dotarle de componente sobrenatural desde el principio, sin que haya espacio para la duda (aunque posiblemente, peor habría sido dejarla como la construía Pérez-Reverte, soltando unas peroratas teológicas para muy cafeteros).

Hay altibajos de ritmo e interés en 'La novena puerta' que la distancian de ser una película redonda. Y eso aunque su tono juguetón, que no termine de tomarse en serio a sí misma, y que al mismo tiempo sea capaz de lanzar al espectador una atmósfera decididamente maligna, la pone por encima de muchas muestras de cine de horror más prestigiosas de los noventa. Buena parte de la culpa de sus problemas está en un Johnny Depp que, aún lejos de esa capacidad suya de los últimos tiempos de reventar una película con su sola presencia, está infinitamente menos entonado que sus compañeros.

También hay ciertos titubeos en el ritmo en el último tramo, cuando Corso comienza a dar vueltas sin demasiado sentido, y el guión de Urbizu, Brownjohn y Polanski pierde un poco de brío. Sin embargo, incluso en este tramo final, la película consigue hacer propuestas de valor, como son las aventuras de Corso por la campiña francesa, fotografiada por el gran Darius Khondji a semejanza de otras aventuras satánico-campestres, como son las de Christopher Lee y Peter Cushing en la hammeriana 'La novia del diablo'.

Pese a sus irregularidades como adaptación y como película de terror, 'La novena puerta' es una propuesta muy estimable. Su tono a la vez ligero y solemne y su creación de una atmósfera a golpe de libracos, bibliotecas oscuras y fotocopias de grabados del Mal son altamente reivindicables, sobre todo ahora que nadie se toma en serio al Cornudo. Polanski (quién si no) lo logra, pero sin renunciar por el camino a ponerlo a hacer kung fu, que es lo suyo. Gran mérito.

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