El humor políticamente incorrecto ha dado muchas alegrías a los mandamases de Hollywood en los últimos años, ya que títulos como ‘Resacón en las Vegas’ (‘The Hangover’, Todd Phillips, 2009), ‘La boda de mi mejor amiga’ (‘Bridesmaids’, Paul Feig, 2011) o ‘Ted’ (id., Seth MacFarlane, 2012) no son especialmente caros de hacer y han reportado dividendos millonarios a sus productoras. Es perfectamente comprensible que quieran seguir por esa senda y hasta celebrable, pues estamos en una era tan dominada por lo políticamente correcto que va camino de acabar con el género de la comedia.
Lo que no me entusiasma tanto es que son muchas las aportaciones a esta veta que no sólo están muy lejos de ser buenas películas, sino que utilizan la excusa del humor incorrecto para limitarse a caer sin ingenio alguno en lo soez, la simple repetición o, en el peor de las casos, en un mero pretexto para acabar recayendo en la moralina de siempre. No creo que a nadie le guste sentirse estafado viendo una película, pero eso es precisamente lo que me pasó mientras veía ‘Por la cara’ (‘Identity Thief’, Seth Gordon, 2013), uno de los mayores éxitos de este año en los cines de Estados Unidos.
‘Por la cara’ nos cuenta la historia de cómo una mujer roba la identidad a un apacible padre de familia que no pasa por su mejor momento económico. Ella, porque es una sinvergüenza, aprovecha para darse la gran vida a su costa hasta que él se entera de lo sucedido y trama un plan para arreglar la situación. Un argumento muy dado a la comedia basada en el choque entre dos personalidades totalmente opuestas, algo visto en infinidad de títulos –‘La extraña pareja’ (‘The Odd Couple’, Gene Saks, 1968) quizá sea el caso más celebrado- y que aquí sólo nos ofrece un relato alargado –jamás debería haber durado más de 90-95 minutos- con subtramas totalmente prescindibles –los matones persiguiendo a la protagonista, y eso que la presencia de Robert Patrick es de lo poco llevadero que hay- y que se traiciona a sí misma a las primeras de cambio.
Del humor políticamente incorrecto más o menos acertado –extremadamente inusual es el momento en el que Jason Bateman golpea directamente en la cabeza a Melissa McCarthy con una guitarra- de sus inicios a convertirse en la típica historia de redención con la moraleja más cansina y típica posible. Casi peor es que una película supuestamente hilarante no te arranque ni una sola carcajada y a duras penas sonrías en un par de ocasiones, ya que la carga cómica de ‘Por la cara’ está concentrada casi en exclusividad en una Melissa McCarthy que se deja llevar por todos los excesos habidos y por haber.
Es cierto que el papel de McCarthy en la reivindicable ‘La boda de mi mejor amiga’ (‘Bridesmaids’, Paul Feig, 2011) también se basaba sobremanera en este punto, pero allí estaba limitada a un papel secundario muy bien dosificado por el guión de Kristen Wiig y Annie Mumolo, pero aquí Craig Mazin —‘Resacón 2 ¡Ahora en Tailandia!’ (‘The Hangover Part II’, Todd Phillips, 2011)— no se molesta en crear gags propios, sino en confiar que la mera presencia de McCarthy haciendo de las suyas ya es más que suficiente, y, sintiéndolo mucho, ver a una mujer de mediana de edad y pasada de peso actuando como una loca, poniendo caras raras y soltando tópicos por la boca no es algo gracioso de por sí, sino que es imprescindible desarrollarlo. Por desgracia, de eso no hay nada aquí.
Tampoco es particularmente estimulante ver cómo Jason Bateman reincide en sus manierismos habituales para dar vida a un hombre normal superado por las circunstancias, algo que hizo brillantemente en la televisiva ‘Arrested Development’ (2003-2006 y 2013) y que luego se ha dedicado a repetir en infinidad de ocasiones en la gran pantalla con desigual fortuna. Una de las claves para que un personaje funcione en una comedia es que lo disparatado de la situación sea lo que haga que funcione a modo de contraste –‘Cómo acabar con tu jefe’ (‘Horrible Bosses’, Seth Gordon, 2011) es un buen ejemplo de ello-, pero aquí eso falla y quedan al desnudo todas las carencias de su reiterativa interpretación, las cuales se agravan más cuando comparte escenas con su familia en la ficción –lástima que la bella Amanda Peet cuente con un personaje tan insustancial-.
Me apena ver cómo Seth Gordon ha decidido que no hay que esforzarse lo más mínimo en el trabajo de puesta en escena, ya que con confiar en este tipo de humor es suficiente para conseguir cierto éxito en la taquilla americana. Qué lejos queda aquel director que nos ofreció un documental tan fascinante, trabajado y entretenido como ‘The King of Kong’ (id., 2007), ya que luego decidió confiar ciegamente en la pericia de sus guionistas y convertirse en uno de esos realizadores que no dan problemas a las productoras y ruedan las películas dentro de un presupuesto bastante contenido para que sea sencillo recuperar lo invertido y conseguir unos pingües beneficios.
Poco importa la falta de punch en la parte cómica y lo terriblemente anodina que resulta la naturaleza de road movie que tiene ‘Por la cara’ —¿tan difícil es trabajárselo un poco como hizo Martin Brest en la notable ‘Huida a medianoche’ (‘Midnight Run’, 1987)—, ya que Gordon se ha convertido en un simple obrero cuya misión es grabar lo escrito –sin tan siquiera molestarse en elegir con mimo el material de partida- sin aportar nada que se salga de lo establecido. Una calma insustancial que se transmite en forma de una alarmante falta de ritmo y una molesta sensación de que la historia no avanza para desesperación del espectador.
Ha llegado un punto en el que se está normalizando hasta las propuestas de humor supuestamente incorrecto, desaprovechando esos casos puntuales en las que a los ejecutivos de Hollywood no les importa que una de sus producciones reciba la calificación R en Estados Unidos –los menores de 17 años sólo pueden entrar acompañados de un adulto-. Sin gracia, chispa o tan siquiera algún personaje secundario especialmente inspirado, ‘Por la cara’ es una tomadura de pelo en la que no merece la pena perder nuestro preciado tiempo.
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