Grant: “Matar es besar… ¡Matar es besar!... ¡¡Matar es besar!!”.Sydney: “Mátame”.
‘Pontypool’ es una atractiva película de terror dirigida por Bruce McDonald y escrita por Tony Burgess, a partir de su propia novela, titulada ‘Pontypool Changes Everything’. Realizada en 2008, la película, de producción canadiense, se proyectó en la pasada edición del Festival de Sitges, pero todavía no se ha estrenado en nuestro país; con un poco de suerte, saldrá algún día en DVD, aunque todos los que ya han tenido interés por ella han podido verla, en versión original subtitulada, y gratis. Enhorabuena a los que debían sacar dinero de este producto.
Decía mi compañero Adrián recientemente, que el género de terror deber ser uno de los más complicados de rodar, a tenor de la escasa cantidad de películas que merecen realmente la pena. Estoy de acuerdo con él. Se hacen muchísimas películas de terror malísimas, tan ridículas que más que asustar hacen reír. Caracterizadas normalmente por un guión repleto de situaciones absurdas, un reparto nefasto y un nulo sentido del suspense, pero apoyadas en el bajo coste que requieren, la mayoría suelen recurrir a jóvenes guapos, mucho escote y litros de sangre para disimular la mediocridad del conjunto. Una fórmula muy simple que aunque parezca mentira, todavía sigue funcionando. Por todo esto, encontrarse con ‘Pontypool’ supone toda una sorpresa al huir de todos los tópicos del terror actual.
Para seleccionar entre tantísima oferta cinematográfica, hay gente que se deja llevar mucho por la sinopsis (en lugar de fijarse en en el nombre del director, que es infinitamente más fiable). Yo siempre que puedo, evito leerlas. No sólo porque pueden contar hechos relevantes de la trama (algunos DVDs incluso destripan el final), sino porque muchas veces dan una idea equivocada de lo que luego vas a ver. Es un poco como lo que pasa cuando ves un tráiler, pero con una importante diferencia: al leer un argumento, te lo imaginas en la cabeza, le das forma, y luego puede resultar que no tiene nada que ver con la película que has ido a ver. Es lo que suele pasar con los libros y sus adaptaciones al cine, que casi nunca convencen a los que leyeron la obra original. James Cameron apuntaba también a esto cuando quiso explicar por qué hay gente que no alucina con su ‘Avatar’. Pero estamos hablando de ‘Pontypool’.
Como decía, no suelo leer las sinopsis de las películas. Pero el pasado mes de octubre estaba en el Festival de Sitges, en la cola de la taquilla, y en mi agenda había huecos que podía rellenar, así que me puse a leer de qué iban todos los títulos de la programación a los que podía ir, buscando algo que me atrapara. Así llegué al ingenioso punto de partida de ‘Pontypool’. La película nos traslada a la emisora de radio de la pequeña y tranquila ciudad de Ontario que da título al film. Durante la realización de un programa informativo, llegan noticias sobre el violento comportamiento de un grupo de habitantes de la población, al que poco a poco se van sumando más personas. Al parecer, están infectados por un virus que se transmite con el lenguaje…
A la atractiva idea escrita por Burgess, hay que sumar la habilidosa realización de McDonald, capaz de que no se note demasiado la falta de presupuesto, y sobre todo el extraordinario trabajo de uno de sus protagonistas, Stephen McHattie, en el papel del locutor de radio Grant Mazzy. El veterano actor, a quien habéis podido ver no hace mucho en ‘Una historia de violencia’ (es uno de los dos asesinos del principio) o en las dos últimas películas de Zack Snyder (‘300’ y ‘Watchmen’), compone un grandioso personaje, acertadísimo porque es el tipo que tiene que soportar el peso de la película y mantener al público pendiente de lo que sucede en la pantalla, aunque no esté pasando prácticamente nada. Y es que además de que la amenaza tarda bastante en llegar, durante gran parte de la película es invisible, nos llega narrada por radio. De hecho, para construir la trama, Burgess se basó en la famosa versión de ‘La guerra de los mundos’ con la que un joven Orson Welles aterrorizó a su audiencia en 1938.
Con su increíble voz, su aspecto de vaquero y su actitud (quiere pasarlo bien, lo mismo que nosotros), McHattie crea un personaje que es carisma en estado puro, un profesional que conoce a fondo su trabajo, un lobo viejo que ya ha pasado por todo tipo de situaciones, y que ahora debe encargarse de un miserable programa de radio en un pueblo donde nunca pasa nada… ¡hasta ahora! En este sentido, hay un momento antológico, que sucede cuando la situación en el pueblo se vuelve cada vez más preocupante, y entonces reciben la llamada de un periodista de la poderosa BBC que pide hablar en directo con Mazzy, para ver si éste puede aclarar un poco lo que está ocurriendo en Pontypool; la reacción del protagonista es desternillante. Detalles de humor como ése elevan el nivel de la película, haciéndola entretenida para todo tipo de público, no sólo para los fans del género de terror, que en todo caso la encontrarán de lo más refrescante.
La película tiene escenas muy inspiradas (el prólogo es de lo más inquietante), y la ácida crítica que se esconde bajo la corriente trama de zombies (o infectados) que atacan a los vivos es de lo más divertida, fruto de la mala uva de un escritor que al parecer se llevó la friolera de 8 años escribiendo y enviando versiones del guión al director. Según McDonald, que durante ese tiempo estuvo buscando financiación, Burgess tardó sólo 48 horas en hacer los arreglos necesarios y redactar el borrador definitivo, una vez que por fin tenían algo de dinero, el suficiente para rodar la película. Sé lo que es llevarte años con una historia, revisándola una y otra vez, y me imagino que Burgess estaría hasta los innombrables cuando debió entregar la última versión, porque lo cierto es que el guión de ‘Pontypool’ hace aguas en varios momentos, como cuando se comete el gran error de explicar cómo funciona el virus.
Situada casi por completo en un solo escenario (la emisora de radio), y con muy pocos personajes, ‘Pontypool’ podría definirse como una acertada mezcla entre la versión radiofónica de ‘La guerra de los mundos’ y el clásico de George A. Romero ‘La noche de los muertos vivientes’, rematada con un poco de saludable comedia. Sus mayores aciertos, McHattie, las bromas y la creciente tensión, realmente lograda (uno llega a sentirse agobiado por la inminente llegada de los infectados); sus errores, que tarda un poco en arrancar, que explica más de la cuenta y que se saca de la manga a un personaje totalmente prescindible (uno que entra y sale por el mismo sitio).
En cualquier caso, sus logros son más importantes, el conjunto se mantiene en pie con y frente a su competencia, es una película muy divertida y recomendable. Creo que una clara señal de que una película de terror funciona se produce cuando terminas de verla y te quedas con mal cuerpo, ligeramente nervioso, llevándote un susto (o casi) cuando experimentas algo que se parece demasiado a una escena de las que acabas de ver, pero ahora en tu mundo, el real. En este sentido, no hay más que darse una vuelta por Internet o encender la televisión para comprobar que, efectivamente, el virus de Pontypool es real, y da miedo.
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