Quería, y era una pretensión bastante firme, haber escrito esta entrada correspondiente al remake de 'Poltergeist' (id, Tobe Hooper, 1982) que se estrenaba el pasado viernes sin hacer mención alguna a la cinta original más allá de la que acaba de producirse. Pretendía valorar la propuesta dirigida por Gil Kenan como si de un hecho aislado se tratara, ponderando sus aciertos y errores y dando una opinión lo más ceñida posible a la revisitación de la cinta de los ochenta. Pero no me va a salir.
Sintiéndolo mucho, este texto va a echar mano de forma recurrente de comparar una y otra vez el deslucido conjunto que es 'Poltergeist' (id, Gil Kenan, 2015) con un original que no sólo se lo zampa como si tal cosa, sino que demuestra que la falta de ideas que actualmente parece campar a sus anchas por el Hollywood más comercial es incapaz siquiera de reinterpretar con algo de tino las claves de una producción cuya atemporalidad está más que demostrada.
'Poltergeist', mediocridad a manos llenas
NADA. Repito. NADA hay en el nuevo 'Poltergeist' que, no ya innove —al parecer es mucho pedirle al cine de terror actual—, sino entretenga, y sus noventa y tres minutos son de un desangelado y un aburrido que cabe preguntarse en qué diantres estaban pensando sus responsables mientras ponían en pie una producción que parece haber salido adelante salvando trastabillado tras trastabillado hasta haber llegado a nuestras pantallas tal y como puede verse desde hace tres días.
Y cuando digo NADA quiero decir que ni actores, ni dirección, ni guión, ni montaje, ni música tienen algo que decir, por mínimo que esto sea, para impedir que el tedio más absoluto haga presa del espectador e impida que este abrace desaforadamente la propuesta de Morfeo de cerrar los párpados, acomodarse lo mejor posible en la butaca y echar una merecida cabezadita bajo la tenue luz y el frescor ambiental de la sala de cine.
Quizás os parezca una exageración. Y puede que lo sea, que uno no está en posesión de la verdad absoluta pero, en lo que a servidor concierne, lo que se encontró el viernes pasado a primera hora queda muy lejos de estar a la altura de mi rasero más bajo. Tomemos, por ejemplo, la música de Marc Streitenfeld, un compendio de sonoridades etéras y despersonalizadas en las que se atisba algún amago de melodía y comparemosla con la soberbia partitura con la que Jerry Goldsmith engalanaba la cinta original. No hay parangón posible.
Atendamos sino a la dirección de un Gil Kenan que bien podría haberse llamado George Smith. Nada hay aquí que sirva de eco de lo que el cineasta había demostrado en 'Monster House' (id, 2006), máxime cuando, ya sea sola o comparada con la de Hooper —o Spielberg, que ya se sabe lo que se cuenta de la producción ochentera—, no hay nada de relevancia que citar de una realización plana, anodina, carente de imaginación o de conocimientos básicos de cómo transmitir tensión más allá de los inevitables y poco funcionales golpes de efecto.
Fijemos nuestra atención en un guión que, en su obsesión por no parecer una copia del que escribiera Spielberg junto a Michael Grais y Mark Victor basándose en su propia historia, acaba siendo un compendio de lugares comunes, de recursos extraídos de éxitos recientes del cine de género —la burda copia de ciertas ideas de 'Insidious' (id, James Wan, 2010) resulta alarmante— y de escenas que, puestas en imágenes, quedan provistas de un halo de casualidad que lo aleja de la cohesión que caracterizaba, y sigue caracterizando, al filme original.
A esto último ayuda una labor actoral que roza la cutrez —lo de Jared Harris es lamentable— y que, no sólo se queda a mil leguas de capturar una brizna del carisma que tenía cualquiera de los miembros del reparto predecesor, es que haciéndose fuertes en ese mismo talante de casualidad, de "esto no va conmigo", eliminan de raíz cualquier posibilidad de empatía con el respetable a la que pudieran querer aspirar, no sintiéndose desde este lado de la pantalla ni una micra del dramatismo que la desaparición de una hija debería plantear a sus progenitores.
No creo que sea necesario continuar. De hecho me he alargado más de lo que pretendía. Huelga decir que obviéis el desembolso y la pérdida de tiempo y os guardéis el dinero para invertirlo en el cubo de palomitas que, seguro, consumiréis con mayor satisfacción este próximo viernes cuando visitemos una ciudad maravillosa de la mano de Brad Bird.
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