Hace casi diez años, Fred Cavayé presentaba un thriller breve, intenso, muy aplicado, sobre un enfermero y un criminal que necesitaban trabajar a contrarreloj si querían seguir en el mundo de los vivos y seres queridos. Hace casi doce horas, Netflix estrenaba la versión americana de la misma, obra y gracia de Joe Lynch. Y de gracia 'Point Blank: Cuenta atrás' va sobrada.
Colegas a la fuerza
Joe Lynch es un tipo muy interesante. Actor en 'Holliston', la serie de su colega de podcast (y creador de 'Hatchet') Adam Green, ha sabido torear las leyes del civismo desde que debutara en la divertidísima y de culto 'Km. 666 II: Camino sangriento', una secuela que dejaba en pañales a la película original y que marcaría el terreno a una saga que cuenta con seis entregas.
Si bien 'Chillerama' no era más que un divertimento entre colegas y 'Los juegos del desmadre' un terrible accidente donde nunca pudo hacer lo que tenía en mente, el bueno de Lynch se sacudió el polvo con la mejor historia que jamás veréis del personaje de 'Venom' y con un trepidante, sucio y sexy ejercicio de actioner femenino en 'Everly', la que hasta ahora era su película más lograda.
A pesar del poco afecto generado por 'Mayhem', Lynch (Joe) es un tipo a tener siempre en cuenta, y en su nuevo trabajo ha demostrado sobradamente que está lleno de ritmo, que tiene un pulso excelente para manejar la acción y un gusto exquisito a la hora de hacer que nos partamos el culo de risa. Y es que su visión del thriller francés es personal, y gracias al guión de Adam G. Simon, logra llevar la historia a su terreno.
Anthony Mackie y Frank Grillo demuestran tener una química envidiable y llenan la pantalla tanto como Marcia Gay Harden, que se sobra con uno de esos papeles a su medida. Si bien la trama principal y los personajes son prácticamente los mismos, es indudable que Simon y Lynch saben dar una refrescante vuelta de tuerca al asunto.
No solo sus referencias a videojuegos, los chascarrillos o una selección musical marca de la casa (Black Flag, Dead Kennedys) hacen que nos sintamos como en casa, es que la pasión cinéfila de Lynch se apodera de todo el tercer acto de la película, logrando una personal cinta de acción de la vieja escuela que se aleja con brío del sofisticado y sufrido savoir-faire europeo que tan bien funcionaba en la cinta original. Por supuesto, aquí la jugada sale igual de refrescante y sabrosa para una aburrida tarde de verano sin nada que hacer.
Como dice uno de los personajes de la película, "No tiene que ser perfecto, solamente creíble". Buen trabajo, Joe.
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