Si en el anterior post de este especial de placeres culpables señalaba el disfrute que había en ciertas producciones de la británica Amicus, ahora viajamos un poco más hacia atrás en el tiempo para recaer a principios de la década de los 60. Esta vez estamos en la American International Pictures, especializada en films fantásticos o de ciencia ficción, serie B la mayoría, y en la que tuvo mucho que ver el mítico Roger Corman. A esa mente creativa se debe la magnífica serie de películas basadas en la obra de Edgar Allan Poe, como por ejemplo 'La caída de la casa Usher' ('House of Usher', 1960) o 'La obsesión' ('Premature Burial', 1962), protagonizada por Ray Milland a quien también dirigió en la espléndida 'El hombre con rayos X en los ojos' ('X', 1963).
'Pánico infinito' ('Panic in Year Zero!', 1962) también está interpretada por Milland y supone uno de los trabajos de su casi desconocida faceta como realizador, en la que no se encuentra ningún título destacable. El film, que imagino debió realizarse gracias a la posible influencia del actor en la productora, puede disfrutarse ampliamente desde una perspectiva que roza la cómico, factor que sin duda le ha otorgado el paso del tiempo. A pesar de ser un film claramente reaccionario, muy hijo de su época, no está exento de ciertos atractivos en su propuesta de film de ciencia ficción ambientado tras una hecatombre nuclear. Un film apocalíptico que intenta ahondar en el lado negativo del ser humano expuesto a una situación límite.
(From here to the End, Spoilers delirantes) Milland da vida a Harry Baldwin, jefe de familia, sí, sí, he dicho jefe, que sale con la misma de vacaciones partiendo de la ciudad de Los Ángeles, cuando de repente divisan una gran explosión a lo lejos haciéndoles temer lo peor. Varias ciudades importantes del planeta han sido bombardeadas y el mundo se ha convertido en un lugar donde el libre albedrío y la anarquía, en sus sentidos más perversos, campan a sus anchas. La familia protagonista se abastece de provisiones y decide refugiarse en zona montañosa. Pronto emepzarán los problemas y la lucha por la supervivencia. Y a partir de ahí el film se divide entre lo directamente risible y ciertos apuntes interesantes que nunca llegan a desarrollarse del todo.
Lo cierto es que 'Pánico infinito' puede ser más disfrutable si se ven con algo de humor sus desfachateces que valorando sus pocos aciertos, porque estos al final se quedan un poco en la superficie. Con todo hay que decir que muy probablemente la intención de Milland es el ofrecer un entretenimiento puro y duro sin más, y eso lo consigue con creces, tanto que sorprende la vitalidad del mítico actor —a esas alturas ya había conocido el prestigio después de trabajar con algunos de los más grandes y había ganado un Oscar por su labor en 'Días sin huella' ('The Lost Weekend', Billy Wilder, 1945)— tras las cámaras, utilizando muy bien el formato scope, que le da al film un aspecto de película menos barata, e imprimiendo un más que correcto ritmo a una historia que muy pronto empieza a estancarse.
Entre sus propuestas más delirantes, vistas evidentemente con perspectiva y cierto tono de cahondeo, están algunas de lo más suave como el miedo al comunismo —en ningún momento se cita la procedencia del enemigo, pero sí hablan de los países bombardeados, por lo que sumar y restar es fácil—, y otras de lo más preocupante, como por ejemplo que el film contiene un machismo atroz que denigra a los personajes femeninos hasta límites insospechados —las mujeres no aportan nada más a la historia que comentarios estúpidos y a la mínima son violadas—, por no hablar de la utilización del ejército como figura salvadora y restauradora del equilibrio. Y cómo no, una muy indigesta apología de la familia. Todo ello intentando que no se note el bajo presupuesto con filmación a las afueras o en estudio simulando bosque, pero esos planos en la autopista son de una cutrez que espanta.
Lo mejor de 'Pánico infinito' está en lo que no se dice pero se sugiere, por ejemplo todas las violaciones en off por parte del grupo de malvados del film, tres chicos que han visto la oportunidad en la hecatombe para asesinar y violar. Esa violencia fuera de campo, que siempre alimena la imaginación del espectador, más el toque de western que el film tiene por momentos animan bastante la función. En el apartado interpretativo Milland y Jean Hagen se llevan la palma, del resto mejor ni hablar, sobre todo un siempre pulcro y arreglado Frankie Avalon.
A recordar también la música de Les Baxter, puro jazz, que casi parece sonar como alegoría a la presunta libertad que existiría en caso de una caída mundial del orden.
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