Sabe el lector veterano que hay varios directores, digamos populares, que no cuentan con mis simpatías hacia su cine. Michael Bay es uno de ellos, un iluminado que posee varias películas dignas de la etiqueta de terrorismo cinematográfico, aún dentro de los márgenes en los que se suele situar su cine, los de la evasión. Muy poco dotado para la tensión, o para reflejar el drama que toda buena cinta de acción posee, es un director que suele confundir espectáculo con aparatosidad, tomando el exceso como firma. Proveniente del mundo del videoclip —como muchos otros realizadores— sus giros de cámara de 360 grados, marca de la casa, causan el más profundo de los rechazos, o apasionan a muchos consumidores de palomitas sólo interesados en desconectar el cerebro durante dos horas.
De su filmografía me quedo sólo con dos películas —el resto me parecen totalmente prescindibles, sobre todo su saga robótica—, 'La roca' ('The Rock', 1996), que a pesar de poseer una de las peores persecuciones jamás vistas, creo que tiene más aciertos que fallos, y también a Sean Connery con un carisma arrollador que hace que no nos planteemos demasiadas cosas; y 'Armageddon' (id, 1998) que multiplicaba por mil lo que Bay nos había ofrecido hasta ese momento. Si bien es cierto que analizando minuciosamente, y tampoco tanto, el film podríamos sacarle bastantes defectos, la delirante premisa es servida con tanta desvergüenza que es en esta película donde el estilo Bay encuentra su sentido. El exceso como disfrute rompiendo todas las reglas habidas y por haber en un sentido completamente distinto al que solía proclamar continuamente Fritz Lang. Exacto, acabo de nombrar a Lang en un post sobre Michael Bay.
Un meteorito avanza amenazante hacia nuestro querido planeta, ese que tratamos tan bien —ojo, hablamos de una película en la que se trata de forma muy peculiar a Greenpeace—, y sobre el cual impactará en 18 días. En la NASA idean el plan perfecto para evitar tal catástrofe que acabaría con la vida tal y como la conocemos, y no es otro que enviar dos naves al asteroide, posarse sobre él, perforarlo, introducir una bomba nuclear y hacerlo volar en dos pezados que pasarán de largo. Tal y como lo acabo de decir suena realmente estúpido, la suspensión de incredulidad debe practicarse durante toda la proyección o estaremos tan jodidos como la humanidad en la película. Para ello cuenta con un a ratos cachondo guión, obra de Jonathan Hensleigh —al igual que en la tercera aventura de John McClane, el film da comienzo con una explosión— y el hoy muy de moda J.J. Abrams, que gustó tanto a Bay que le encargó muchos de los diálogos, afortunadamente los menos ridículos.
Reciente el éxito de la magistral 'Titanic' (is, James Cameron, 1997) la historia de amor entre A.J. (Ben Affleck) y Grace Stamper (Liv Tyler) se introdujo a última hora, craso error, pues como luego demostraría en la lamentable 'Pearl Harbor' (id, 2001), Bay no está dotado para el romance, lo suyo son las explosiones. Sin duda los momentos más bochornosos de la película proceden de la historia de amor, ñoña y estúpida hasta decir basta y cuyos lamentables diálogos son obra de Scott Rosenberg, en uno de sus peores trabajos afortunadamente no acreditado. El resto hay que tomarlo como viene, y yo reconozco que me lo paso pipa, como un niño o aquellos jovencitos espectadores que en 1998 se emocionaron con la muerte de Bruce Willis para salvar al planeta. Sin duda el mejor arma del que dispone Bay, un actor admirado por muchos capaz de hacer creíble un personaje como Harry Stomper.
Y si he citado a Fritz Lang en un post sobre Michael Bay, voy a citar ahora a Howard Hawks, pues el carácter grupal de muchas de sus obras, la camaradería o compañerismo, parecen encontrarse también en 'Armageddon', salvando las distancias. Incluso los personajes femeninos de Hawks, llenos de fuerza, parecen encontrarse en el personaje de Liv Tyler en los primeros compases del film para luego difuminarse sin rastro. 'Armageddon' es puro Bay, en el buen sentido de la expresión, quien pone todo su empeño en todas y cada una de las secuencias de la película, dotando de una muy calculada intensidad los grandes momentos del film, tanto que parece que hay un gran momento cada cinco minutos. Los destrozos de los primeros pedazos de meteorito, el reclutamiento de la tripulación, la despedida antes del despegue, El DISCURSO DEL PRESIDENTE DE LOS ESTADOS UNIDOS, el despegue, la explosión de la estación espacil Mir, la vuelta a la luna, la caída de la primera nave, la resistencia del asteoride a ser destruído, el regeso de A.J. y por supuesto la detonación de la bomba, son "los momentos" en un film que pretende ser en sí mismo un momentazo.
Y así es, porque sus 151 minutos me pasan en un suspiro, y aunque algunas cosas me repatean profundamente —además de la historia de amor, ese humor tan burdo y vulgar a veces, o personajes inútiles y prescindibles, como el de Steve Buscemi— con otras disfruto a mis anchas, tal es el caso del personaje de Will Patton, otro carismático actor, o la chulería de Bay por saltarse todas las reglas de la física para así hacer posible lo imposible, y regalarnos alguna que otra set piece verdaderamente disfrutable, todos los destrozos sobre el planeta, el acercamiento de las naves al asteroide y todo lo que ocurre sobre él. También la emoción que desprenden instantes como Willis tomando el lugar de Affleck —y no la despedida posterior con su hija que es horrorosa— o la historia personal del personaje de Patton. Sí, todo sin demasiada profundidad, pero directo, sin florituras, y que dentro de sus parámetros funciona. En otras palabras 'Armageddon' es una película que sólo podía haber filmado Michael Bay, aunque desde entonces no ha sido capaz de hacer un film la mitad de entretenido que este.
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