La nueva apuesta de Universal por el las casas encantadas no acaba de calar, ni siquiera con Wyatt Russell
La cuota de cine de terror en las grandes pantallas viene marcada por una agenda apretada en la que las multinacionales buscan aprovechar los presupuestos ajustados para lograr beneficios casi netos, de ahí que en la actual corriente de atracción hacia el género haya casas como Blumhouse que proveen a las grandes como Universal de películas como ‘La piscina’, algo tan sencillo de vender como el concepto de una piscina embrujada.
En la actual deriva de Blumhouse se une James Wan, en un intento de unir fuerzas para no perder la hegemonía en los multicines que empieza a verse afectada por la subida de escalón de A24 y la próxima apuesta de Paramount por el género. La marca conjunta se está dedicando a ofrecer conceptos delirantes, entre la broma y la propuesta seria que puede denotar algo de desesperación por nuevos conceptos y vías de escape en un género donde es fácil explotar pero no tanto innovar.
Con ‘M3gan’ supieron sacar partido a la idea de una muñeca asesina y las inteligencias artificiales, pero en realidad el gancho es la cosa cuqui que baila y la viralización de Tiktok. Cine reclamo donde lo que importa es el impacto del tráiler en la sala y las reacciones que provoca, y por lo que sea, la idea de un fantasma en la piscina ha surgido efecto en el gran público y así sigue la maquinaria funcionando. Lo que nos encontremos dentro, da un poco igual.
De conceptos absurdos está el cine de terror lleno. El vestido asesino de ‘In Fabric’, o la cama devoradora de ‘The Bed that Eats’ son ejemplos de dotar a objetos cotidianos e inanimados de una vida propia que deriva en algo más que un chiste, sino una obra casi experimental o surrealista, como en los dos anteriores casos. Sin embargo hay otras veces que la idea peregrina es tomada totalmente en serio y se sigue con ello cueste lo que cueste, lo que nos lleva a esta ‘La piscina’.
Escenas sueltas y poco más
En realidad, la película de Bryce McGuire sigue todos los tropos de las películas de casa encantada que llevamos viendo durante la pasada década y los aplica a una plantilla de película del canal Lifetime con padre jugador de béisbol retirado por un problema de salud, mudanza a una casa y una piscina que se alimenta de los anhelos y esconde algo maléfico. Todo es un marco con el mínimo esfuerzo para entregar lo que importa, escenas nocturnas de gente bañándose bajo una mirada desconocida y peligrosa.
Lo cierto es que esas escenas están llevadas con tensión y están bien dirigidas. Se explota el suspense al máximo, tienen una estética propia con la luz interior tornando a color azulado y cumplen su función durante más o menos la mitad de la película. Tampoco esperemos grandes sorpresas en ellas, son secuencias ajustaditas y medidas para entrar en la categoría PG-13 y no perder a un solo adolescente pasando por la taquilla.
Ese es el primero de los problemas de ‘La piscina’, que juega demasiado seguro con su calificación. Y no es que una película "limitada" no pueda ser excelente, pero hay otras que se nota que se echan atrás y finalmente las arrastran a que no tengan nada especial que ofrecer. En este caso, además, cuando agota el combustible de sus escenas nocturnas, decide expandir la historia y el drama familiar con una posesión familiar que se acaba resolviendo con el recurso más perezoso del cine de terror moderno: líquidos negros y/o humos negros digitales.
El cine de terror que no llega
Esto además hace que salten las referencias clave que parecen haber inspirado la película, que funciona como una extensión de hora y media de la secuencia de la piscina de ‘Pesadilla diabólica’ (1976) que no obstante servía de inspiración para dos de las grandes obras de lugares encantados de la época, ‘El resplandor’ y ‘Horror en Amityville’, con la que tiene más de un parecido, aunque más bien parezca una de las secuelas de los ochenta, como la cuarta parte, que tenía una lámpara poseída como pieza central de las brujerías.
Y como en aquellas, reina la comodidad, aunque ni siquiera tiene los elementos de explotación de aquellas, pese a que en algunas escenas submarinas la cámara parece deleitarse con las tomas en bañador de la protagonista. La forma de resolverlo todo es perezosa y la sensación final es que por momentos parecía que podría ser una digna película de terror pero nadie tenía muchas ganas de intentarlo. Por ello, ‘La Piscina’ es otra producción conformista de Blumhouse y James Wan, que parecen decididos a usar su legado sin importar que su nombre se asocie a productos mediocres.
. Y deja una sensación de injusticia, porque hay cine independiente que no llega a salas que realmente merece la pena, e incluso películas que lo hacen de forma modesta, como ‘La casa de las profundidades’, que usan un concepto de terror sobrenatural submarino similar y lo llevan hasta el final hasta las últimas consecuencias, con un esfuerzo técnico digno de admirar, son ignoradas e incluso criticadas por los aficionados, incluso resultan difíciles de encontrar en streaming.
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