Hubo una época, no tan lejana, en la que Disney guardaba todas sus películas bajo llave en su caja fuerte para hacer que el público pasara tantas veces como fuera posible por taquilla. Si no sacaban, por ejemplo, 'Peter Pan' en formato físico, podían reestrenarla cada seis años y asegurarse de que siempre iba a recaudar dinero en este ciclo sin fin. Al final, la empresa claudicó, pero eso no significa que hayan renunciado a seguir ganando dinero con sus clásicos más allá de la explotación doméstica... haciendo sus remakes de imagen real.
Ctrl + C, Ctrl + V
Nadie puede decir que 'Pinocho', que la productora lanza por el Disney+ Day, le haya decepcionado, porque es exactamente igual que la gran mayoría de remakes en acción real que ha lanzado en los últimos años: una copia descarada, escena por escena, de la película original, que sorprende con un diseño de producción magnífico (esos relojes, ese parque de atracciones decadente) pero ni siquiera intenta llegar al nivel de la cinta animada.
La adaptación a 2022 de la obra maestra de Walt Disney tiene sus altibajos: por un lado, Keegan-Michael Key como el Honesto John, con una actuación vocal repleta de anacrónicas improvisaciones (alguna de ellas me hizo soltar una sonora carcajada, ¡ya es más de lo que esperaba!) encabeza un puñado de cambios que dan más profundidad a los personajes. Por ejemplo, Geppetto tiene un motivo más para querer un niño de verdad y Strómboli se las tiene que ver con su equipo. Son pequeños detalles que sacarán de quicio a quien espere una copia calcada a carboncillo, pero se queda en eso: gotas en un océano. 'Pinocho' es un ejercicio de mímica que podría haber sido lo que hubiera querido y se ha conformado con una vagancia insoportable.
Tristemente, Robert Zemeckis no se atreve a dar un paso firme en la dirección de hacer una adaptación única y solo deja un par de matices aquí y allá. El resto de la cinta sigue la misma línea que la original, movimiento a movimiento, plano a plano, canción a canción, hasta un punto extenuante. Por hacernos una idea: se parece más a la nueva versión de 'El rey león' que a la de 'El libro de la selva'. Copiapega y a otra cosa.
Una salud de roble
Y es una pena, porque cuando 'Pinocho' se suelta el pelo sí es espectacular: la secuencia de llegada al parque de atracciones en la Isla de los Juegos, por ejemplo, es todo un ejemplo de que los remakes actualizados pueden tener sentido si se juegan bien. El problema es que la gran mayoría de la cinta exuda conformismo: sabiendo que hay un público que quiere consumir el mismo pollo empanado, no se molesta en preparar otra cosa, por si acaso.
'Pinocho' es una película que vive directamente en el Valle Inquietante por unas decisiones artísticas, como poco, cuestionables. Lógicamente, Pinocho y Pepito Grillo tienen que estar creados en CGI, y hasta ahí estamos todos de acuerdo, pero... ¿Hacía falta que Fígaro, el gato, también estuviera creado y animado por ordenador? No es ni real ni cartoon, ni hace cosas de gato normal ni locuras de dibujos animados, situándose en un punto medio incómodo. Lo mismo ocurre con cada uno de los personajes no humanos de la obra, que la convierten en una pesadilla de Tom Hanks viviendo en un mundo de criaturas hechas por ordenador.
Un Tom Hanks que, por cierto, firma uno de los peores papeles de su carrera, más parecido a una parodia de Geppetto que al personaje en sí mismo. Está sobreactuado, desorientado, no sabe dónde mirar y su interpretación no parece lo suficientemente trabajada: es un error en un mar de errores que -y esto es lo peor de todo- obstruye su potencial de manera absolutamente intencionada.
Desgracia con patas
Si bien algunos guiños seguro que despiertan la simpatía en el espectador (los relojes con personajes Disney), la cinta no deja de ser un cuento moral que, para colmo, no se mete tanto en el fango como lo hacía la original: muchos se preguntaban si la escena con Pinocho fumando estaría en esta y la solución no os sorprenderá. Tristemente, por muchos medios que tengan, esta película es una versión aguada, temerosa y poco original que no creo que tenga muchos adeptos.
Al ver los resultados financieros de sus últimas cintas de acción real, es normal que Disney decida no arriesgar más de la cuenta. ¿Para qué, si haciendo el mínimo ya tiene el cariño y el dinero de su público más fiel? La empresa, como empresa que es, ya está produciendo nuevos remakes como churros (pronto llegarán 'La sirenita', 'Blancanieves', 'Peter Pan y Wendy' o 'Hércules'), sin importar si son buenos, malos o todo lo contrario: lo que importa es que se parezcan al original. Luego ya rellenaremos los huecos.
Si la magnífica versión original de Walt Disney de 'Pinocho' no hacía ningún caso a la obra original de Carlo Collodi, ¿por qué, ochenta años después, Robert Zemeckis cree que debe rendir pleitesía a la animación hasta el punto de prácticamente calcarla? En el fondo, todos estos remakes no se diferencian tanto del experimento que Gus Van Sant llevó a cabo con 'Psycho (Psicosis)', pero sin el intento hacer reflexionar al espectador: solo de frustrar a todo el que esperara encontrar algo de originalidad en el desierto de las nuevas versiones made in Disney. Otro intento fallido más.
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