Desde sus instantes iniciales, si algo se puede afirmar acerca de 'Pesadillas' ('Goosebumps', Rob Letterman, 2015) es que es una película honesta que en ningún momento intenta ocultar lo que resulta muy evidente: que en lugar de querer plantear una historia original basándose en las novelas ideadas por R.L.Stine, la cinta intenta minimizar su huella tirando aquí y allá a lo largo de su metraje de referencias mil que conforman un cóctel entretenido pero sin personalidad.
Ya en la secuencia que sirve de arranque, resulta sencillo rastrear hacia qué década(s) dirige sus miras el filme de Rob Letterman, y si ese adolescente que ha perdido a su padre recuerda, por ejemplo, al Elliot de 'E.T. El extraterrestre' ('E.T. The Extraterrestrial', Steven Spielberg, 1982), el hecho de que se mude con su madre a otra ciudad para empezar de nuevo nos trae a la memoria, de nuevo por poner un único ejemplo, al Daniel San de 'Karate Kid' ('The Karate Kid', John G.Advilsen, 1984).
'Pesadillas', entretenida a pesar de todo
No deteniéndose ahí, la que sin duda resulta apoyo más visible el todo el transcurso del filme, desde que los protagonistas abren uno de los libros y comienzan a desfilar por la pantalla el sin fin de monstruos y criaturas que deberían haber supuesto el principal reclamo de la cinta, es 'Jumanji' (id, Joe Johnston, 1995) y, por extensión, claro está, 'Zathura. Una aventura espacial' ('Zathura: A Space Adventure', Jon Favreau, 2005).
Estos dos títulos, cuyo espíritu, a caballo entre los ochenta y los noventa, deja incuestionable huella en los cien minutos de 'Pesadillas', son los que quizás mejor representen los parámetros en los que se mueven las miras de una producción que intenta —y consigue de forma puntual— rescatar para sí un cine de adolescentes que, al menos en lo que a mi respecta, es el mejor que ha dado el séptimo arte a lo largo de su historia.
Desafortunadamente, para llegar a la plena identificación con aquéllos títulos que se posicionaron como fundamentales en la formación cinematográfica de toda una generación, a 'Pesadillas' le falta mucho trabajo con los personajes —que no podrían ser más arquetípicos y planos— y le sobra mucho delirio digital que, además, tampoco es nada del otro mundo y que da la cara en exceso en demasiados instantes como para ignorarlos y dejarse llevar por la historia.
Esa cualidad, que el cine de hace dos y tres décadas —sobre todo éste último— terminaba siempre atesorando en sus ejemplos más visibles, brilla aquí por su ausencia al carecer, como digo, de unos personajes bien construidos o de un hilo conductor que no parezca un videojuego en el que estar pendiente del siguiente villano más grande, algo que, a mi entender, es veneno para cualquier producción cinematográfica.
Con todo, y aunque la dirección de Letterman sea ramplona y poco imaginativa y la partitura de Danny Elfman se haga fuerte en esa última característica, 'Pesadillas' resulta simpática, acumula un buen puñado de chistes con cierta mala uva —muchos de ellos centrados en la figura de esa marioneta que tanto roba la función— y deja un regusto agradable por más que en su devenir nada sea especialmente sorprendente.
De hecho, es una virtud a considerar el que, pudiéndose el espectador anticipar a todo lo que va a ir trascendiendo a lo largo de la proyección —reitero, a TODO, incluso a los momentos finales de cada personaje y a la broma que da cierre al filme— la película consiga entretener y lo haga sin que sintamos la necesidad de mirar el reloj. No es mucho, lo sé, pero tampoco podemos pedir peras al olmo.
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