“Tu boca dice no, pero tu cuerpo dice sí...”(Freddy Krueger)
Mientras sonaba el inevitable “All I have to do is dream” de los Everly Brothers durante los créditos finales de ‘Pesadilla en Elm Street: El origen’, me encontraba desparramado en la butaca tras soportar con resignación un soberano aburrimiento de una hora y media, pensando en cómo se puede emplear a tantos profesionales para construir películas tan mediocres. Más de 250 personas han trabajado, han puesto su esfuerzo, su supuesto talento y su ilusión, para fabricar un producto tan deleznable como esta nueva entrega de ‘Pesadilla en Elm Street’. Puede señalarse como máximo responsable a Samuel Bayer, pero yo apuntaría un poco más alto, al que ha manejado los hilos de ese director pelele; apuntaría a la cabeza rellena de serrín de Michael Bay, productor y principal valedor de esta cosa.
Desde el año 2003, a través de su compañía Platinum Dunes, Bay se está dedicando a desempolvar y resucitar iconos del cine de terror de los 70 y 80, consciente de la rentabilidad de las ideas (del producto, de las imágenes) y de que los jóvenes que llenan hoy las salas no han visto casi nada anterior a los 90 (siendo muy benévolos), resultando para ellos más atractivo ver una revisión actual que buscar el film original, con unos actores, un ambiente y una estética que no va con ellos. Así que el responsable de ‘Transformers’ deja el proyecto en manos de un director inexperto al que puede manejar, curtido en la realización de modernos y llamativos videoclips; se agita un poco la red, se gasta un dineral en promoción y, ¡voilà!, en unos meses llega a los cines un churro que logra en taquilla más del doble de lo que costó perpetrarlo. Y a por otro.
Tras las renovadas ‘La matanza de Texas’ (‘The Texas Chainsaw Massacre’, 2003), ‘La morada del miedo’ (‘The Amityville Horror’, 2005), ‘Carretera al infierno’ (‘The Hitcher’, 2007) y ‘Viernes 13’ (‘Friday the 13th’, 2009), nos llega ahora otra ‘Pesadilla en Elm Street’ (‘A Nightmare on Elm Street’, 2010), remake de uno de los títulos más emblemáticos (y rentables) de la filmografía de Wes Craven. De nuevo, la trama gira en torno a un grupo de adolescentes cuyos sueños son perturbados por la aparición de un terrible hombre del saco; armado con un guante de afiladas cuchillas, con el cuerpo quemado, Freddy Krueguer se cuela en las pesadillas de los muchachos, los persigue y los va eliminando uno a uno, muriendo también en la vida real, con sus cuerpos desgarrados como si fuesen delgadas cortinas. La única manera de seguir vivo es no quedarse dormido, pero tarde o temprano todos tendrán que ajustar cuentas con Freddy…
Los juegos secretos del Freddy menos inquietante
Veintiséis años después de su nacimiento, siete desde su última aparición en pantalla (en la ridícula ‘Freddy Vs. Jason’ de Ronny Yu), y con un nuevo actor en su interior, Freddy Krueger vuelve a la vida para aterrorizar a nuevas víctimas, y de paso llenar los bolsillos de los productores. Pero la criatura más famosa de Craven (inspirada en el miedo que tuvo durante su infancia a un agresivo compañero del colegio) ha llegado tan cambiada y renovada como la estética de la nueva película, que a tenor de los resultados en taquilla parece que tendrá continuación. Y eso a pesar de la lamentable dirección de Bayer (curiosamente, Bay-er), que filma un (azulado o amarillento, dependiendo de la escena) videoclip de hora y media lleno de efectos especiales y constantes sustos sonoros, de que su película se ciña cobardemente a todos los lugares comunes del subgénero del “slasher” sin reparo alguno. Al revés, los acomodados guionistas (Wesley Strick y Eric Heisserer) recurren a los escenarios y las situaciones ideadas por Craven, pero ni ellos ni Bayer son capaces de recrear las inquietantes pesadillas del film original.
Originalmente Freddy iba a ser un perturbado pederasta (al que unos padres indignados queman vivo), pero un escándalo real por aquel entonces hizo que Craven desechara la idea, dejándolo sólo en un loco asesino de niños. Dos décadas después, Bay y su equipo no tienen ningún problema en recuperar ese pasado, en un intento por crear un personaje más oscuro, más aterrador, realista y humano (el gancho para atraer a los desconfiados fans del icono). El resultado es un rotundo fracaso, sencillamente, pasamos de una perturbadora figura asesina, que actuaba libremente en el campo de los sueños para infundir terror, a un hombre que juega al escondite y que sólo utiliza el marco de las pesadillas para resistir golpes y cortes (además de para, absurdamente, revelar medias verdades a sus víctimas).
Con esta reinterpretación del personaje, parece una broma que se haya elegido a Jackie Earle Haley para dar vida al nuevo Freddy. Toda una celebridad desde su participación en ‘Watchmen’ (donde también se llevaba casi toda la película sin revelar el rostro), el actor lleva treinta años en la profesión, pero su nombre no empezó a ser conocido (en Europa) hasta que en 2006 encarnó, en ‘Juegos secretos’ (‘Little Children’), a un hombre que sale de prisión tras ser condenado por conducta indecente ante menores; una escalofriante interpretación que le valió una nominación al Oscar. Ahora, cuatro años después, parece que esté encarnando al mismo personaje, en una historia fantástica paralela. Haley resiste la comparación con Robert Englund (hasta ahora el único actor asociado a Freddy) pero el tratamiento del personaje hace inútil sus esfuerzos, llegando a caer en el más absoluto ridículo hacia el final de la película.
La intensa capa de arreglos informáticos que se le da al film, para hacerlo más espectacular y llamativo, alcanza también al peculiar rostro desfigurado del “psycho-killer”, que en esta versión se parece bastante al Dos Caras de ‘El caballero oscuro’ (‘The Dark Knight’), si bien hay escenas en las que este aspecto no está muy cuidado; no queda mal, pero a Englund se le aplicaba maquillaje tradicional y no resultaba menos realista ni menos aterrador que este nuevo (yo diría que al contrario). Es una opción, y se entiende que se haya hecho así por los tiempos que corren, pero es imperdonable que enfoquen a Freddy en primeros planos desde el principio de la película, para lucirlo, pretendiendo que siga dando miedo en posteriores escenas. Nada de jugar con las sombras, excepto para crear bonitas postales, ni desde luego de insinuar o confiar en la imaginación del espectador. Bay, Bayer, Strick, Heiserer y compañía no saben nada de eso.