La crítica buscó incansable, tras su estreno, paralelismos entre las películas previas de Olivier Assayas y 'Personal shopper' -que acaba de aterrizar en Filmin-. La variedad de registros que el director de 'Carlos' ha adoptado a lo largo de su carrera dificulta la tarea, pero en casi todos los casos se apuntó a 'Viaje a Sils Maria' por la obvia coincidencia de Kristen Stewart en el reparto y a 'Irma Vep' por cierta afinidad atmosférica.
Sin embargo, es en otra película de Assayas, mucho menos conocida, donde puede encontrarse cierto puente espiritual con esta: 'Demonlover', un turbio tecnothriller que, aunque se mueve en un ámbito temático alejado de 'Personal Shopper', convierte como ésta la ambigüedad expositiva en su herramienta más memorable. En 'Demonlover' el espectador tenía ante sí un laberinto temático en el que había espionaje industrial, erotismo malsano, anime 3D y guiños argumentales a 'Videodrome'.
Aquí tenemos una historia más sosegada, pero que igualmente juega a no quedarse en tierra de nadie: Stewart es Maureen, personal shopper de una odiosa estrella de la moda a la que apenas ve y para la que compra ropa y complementos. Pero Maureen también es medium, y vive atrapada en su pasado: su hermano gemelo murió por una dolencia extraña en el corazón que también la afecta a ella, y pretende contactar con él como sea.
'Personal Shopper' es, primordialmente, una historia de fantasmas. Pero la existencia de estos no se ponen en duda en ningún momento. También hay intrigas policiacas. Y un largo interludio narrado a base de SMS que podría estar enviando o no un muerto, empiezan como un juego y se van enmarañando progresivamente, acumulando una tensión que el mismísimo Brian De Palma rubricaría con gusto.
Pero cuando la película parece que va a tratar sobre la obsesión de Maureen con su empleadora, al estilo de un thriller de acoso doméstico de los años noventa, lanza al espectador una serie de reflexiones sobre papel de los medios de comunicación en la visión de la moda. Y cuando ahonda en la dramática soledad e incertidumbre que vive la protagonista tras la muerte de su hermano, lo combina con escalofriantes planos de apariciones que son el opuesto matemático a un jumpscare efectista.
Personal Shopper se recrea en su propia ambigüedad temática y narrativa y encuentra el cómplice perfecto en una extraordinaria Kristen Stewart, que camufla de aparente desidia vital un drama interior que no necesita verbalizar para que el espectador la comprenda. Su naturalidad en secuencias, por ejemplo, como en las que se prueba la ropa de su jefa, es estimulante y asfixiante a la vez: Stewart posiblemente no gane nunca un Oscar porque su estilo nunca favorece la histeria ni el sentimentalismo. Sin embargo, el drama, la soledad y el desconcierto que vive Maureen es perfectamente transmitido por el físico sin estridencias de Stewart y sus gestos desganados y llenos de matices.
El periplo de Maureen de tienda en tienda, de ciudad en ciudad y conociendo a un hipócrita tras otro -salvo, significativamente, a la viuda de su hermano y su nueva pareja, hacia los que experimenta empatía y comprensión-, culmina en lo que otro europeo más sentimental que Assayas habría aprovechado para forzar un autodescubrimiento o una redención. Sin embargo, Assayas no ha jugado tan a fondo a la ambigüedad para ahora detenerse.
Assayas conecta en determinadas ocasiones con el espíritu de Haneke ('Personal Shopper' tiene el tono a veces una pariente humanista de 'Caché'), y decide no dar el respiro de una respuesta a Maureen. Y cuando en la protagonista brotan multitud de preguntas, brotan también en el espectador, aunque algunas claves del misterio (no todas) han estado a su alcance desde la primera aparición fantasmal, desde que arrancó este magnético y fascinante viaje por un mar de dudas.
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