Extraña y minúscula propuesta ésta de 'Persecución al límite' ('Collide'), una película que debido a los avatares de la producción, está ambientada en Alemania -la película iba a tener inicialmente el mucho menos genérico título de 'Autobahn'- y posee un reparto rebosante de intérpretes europeos (aunque algunos, como la pareja protagonista, dan vida a norteamericanos). También debido a la quiebra de la productora Relativity, su estreno se ha retrasado varios años.
No es exactamente, sin embargo, una joyita sumergida en el fondo de un catálogo esperando a ser descubierta, sino más bien una anodina película de acción teenager con ocasionales momentos de brillantez y extravagancia. Por desgracia, quedan deslucidos por un argumento rebosante de tópicos y ridículamente ñoño en lo que respecta a la relación de la pareja protagonista, relación que pretende funcionar como motor emocional de esta historia de persecuciones incesantes.
'Persecución al límite' narra el idilio entre dos jóvenes americanos afincados en Alemania, Casey (Nicholas Hoult) y Juliette (Felicity Jones). Sin embargo, una terrible infección de hígado que padece Juliette obliga a Casey aceptar un encargo ilegal que enfrentará a dos capos de la droga, interpretados por Ben Kingsley (antiguo jefe de Casey) y Anthony Hopkins (un peligroso empresario, auténtica mente criminal del negocio de la cocaína en Europa).
Si la presencia de Hopkins y Kingsley te llama la atención, no sabes ni la mitad. Su encarnación de los dos villanos de la función es absolutamente excesiva: en un estado de permanente intoxicación que le hace sufrir pérdidas de memoria a cortísimo plazo, Kingsley tiene su instante de lucimiento en un monólogo que reivindica el poderoso atractivo de Burt Reynolds en 'Deliverance'.
Anthony Hopkins, por su parte, despliega su carisma más oscuro en la composición de un sociópata sin escrúpulos con su propia secuencia para brillar: la exposición del oscuro pasado de su padre, de quien ha heredado su interés en el sufrimiento ajeno. Hopkins y Kingsley coinciden casi por única ver en un bar, en lo que parece una involuntariamente paródica réplica de la secuencia similar entre Robert De Niro y Al Pacino en 'Heat'.
'Persecución al límite': Acción confusa, pero con momentos destacables
La presencia de Hopkins y Kingsley es, sin duda, el elemento más excéntrico de la película (Hopkins se llevó, como recompensa a sus excesos, una nominación a los Razzies de ese año, compartida con 'Transformers: El último caballero'). Y también, a la postre, el más memorable. Pero por lo que la película realmente pretende destacar es por sus voluntariosas secuencias de persecución sobre ruedas. Por desgracia, y salvo ocasionales momentos de brillo, no lo consigue del todo.
'Persecución al límite' está planteada como una carrera interminable. Su gran problema de fondo está en el planteamiento inicial, tan ñoño como inverosímil: como se empeña en repetir el protagonista, todos estos riesgos los toma por amor, por la mujer de su vida. Un argumento se puede sostener sobre eso, y a las decenas de películas de una pareja de enamorados contra el mundo nos remitimos, pero no cuando su relación se desarrolla a base de frases de postal y dedicatorias de carpeta de adolescentes. Llega un momento en el que esa endeble base romántica se desmorona.
Hasta esa limitada sustancia en términos de motivación del héroe se sostendría si las secuencias de acción estuvieran a la altura, pero no es así. Aunque en su favor, debemos reconocer que lo intenta: es cierto que demasiado a menudo, el director Eran Creevy confunde la confusión con la intensidad, y hay persecuciones montadas para que no se entienda absolutamente nada. Pero también hay un relativo gusto a la hora de coreografiar volantazos, derrapes y coches dando vueltas de campana.
'Persecución sin límite' es una de esas películas que se recuerdan algo mejores de lo que son porque en nuestro recuerdo remontamos sus secuencias de acción, habitualmente mediocres (el desperdicio de la Autobahn es un pecado) y puntualmente brillantes (como la visita a un pequeño pueblo alemán de calles estrechas). Pero por desgracia, es un truco de nuestra memoria: pese a que cada persecución tiene un buen puñado de planos memorables, están sumergidos en una oleada del peor caos, que es el que acaba mandando al olvido a esta curiosa e intrascendente película.
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