Hace ya casi cuatro años del estreno de ‘Perdiendo el norte’, una comedia que aprovechaba la crisis económica para plantear un escenario en el que los tópicos seguían campando a sus anchas. No era gran cosa, pero servía para pasar el rato y el público acudió encantado a su cine más cercano para verla. Más de 10 millones de euros recaudados dieron pie a que Atresmedia, productora de la película, apostase por una adaptación televisiva de la que apenas se hicieron ocho episodios.
Lo más inteligente habría sido dejarlo estar, pero la tentación de hacer una secuela fue demasiado fuerte para Atresmedia y finalmente dio luz verde a ‘Perdiendo el este’. En ella desaparecen los grandes protagonistas de su predecesora para apostar por su carrusel de secundarios en una jugada que recuerda a lo que hizo en el caso de la continuación de ‘Fuga de cerebros’. El lamentable resultado es otra semejanza entre ambas.
Más es mucho menos
El primer aspecto que debe saber llevar bien una comedia es el tono por el que van a apostar, algo que no está necesariamente reñido con que los excesos sean el eje sobre el que lo construyas todo. El problema es que muchas veces eso se traduce en una especie de todo vale que va lanzando chistes sin preocuparse por nada más que el factor acumulación. Si hay tantos, algo funcionará y la gente se olvidará del resto.
‘Perdiendo el este’ opta por dejar rápidamente de lado cualquier tipo de reflexión cómica sobre los problemas de la emigración española para unir esa solución a una trama de enredos más propia de una serie de televisión de hace ya fácil 20 años. Lo hace además echando mano de tanto en tanto de algunas gracias que coquetean peligrosamente con el racismo -lo del amigo chino del protagonista es de traca-.
Lo curioso es que se intenta establecer una jerarquía en la que el personaje interpretado por Julián López es el único que parece permitido abordar su personaje desde un enfoque más normal, añadiendo diferentes tipos de excesos a través de los secundarios, en especial aquellos que hereda de la primera y cuya presencia aquí es cuando menos cuestionable. También se añaden otros como un Edu Soto algo pasado de vueltas.
‘Perdiendo el este’ es un desastre
Por desgracia, López no tiene un material adecuado para aprovechar su vis cómica y acaba reducido a ser un protagonista un tanto gris que solamente adquiere un mínimo interés en el aspecto emocional. Ahí los problemas del guion para plantear la historia del amor de forma adecuada -nunca es divertida y tampoco funciona implicando al espectador para que desee que acaben juntos- lo lastran de nuevo.
Tampoco el debutante Paco Caballero logra dotar a la película de la energía adecuada desde la puesta en escena. A ratos impersonal sin la fluidez necesaria para que el ritmo eleve su discreta carga cómica, en todo momento se percibe como un producto de encargo que nunca saca partido a estar situado en China más allá de algún fallido detalle cómico sobre cómo se vio afectado el protagonista durante su llegada a dicho país.
Nos quedan entonces los secundarios, donde prima dar más protagonismo a los que ya conocemos. Ahí he de apuntar que ya me hicieron poca gracia en la primera entrega -aunque más de lo que esperaba antes de verla-, pero aquí todo resulta simplemente repetitivo. A veces una broma puede acabar haciéndote gracia a fuerza de repetirla, pero lo más habitual es que te canse. Estamos ante el segundo caso.
En definitiva, no tenía mucho sentido hacer ‘Perdiendo el este’ más allá de confiar en que pudiera repetir el éxito de la primera entrega. Me sorprendería mucho que eso sucediera, pues da la sensación de ser una continuación hecha para salir del paso y prescindiendo de los detalles que daban cierta consistencia a ‘Perdiendo el norte’. Los tópicos sigue estando tan o más presentes, pero su uso resulta de muy deficiente.
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