Las franquicias millonarias pueden llegar a salvar a un estudio de Hollywood de un año en el que sus otras apuestas fracasan de forma más o menos pronunciada, por lo que hasta cierto punto es comprensible su obsesión por iniciar nuevas sagas. El problema es cuando éstas pierden su toque distintivo, ya que aunque a veces no lo parezca, el público como ente general no es completamente idiota y prefiere ver una nueva secuela, por mala que pueda acabar siendo, de una saga con la que haya conectado en el pasado que los cada vez más endebles intentos de crear semiclones intentando capitalizar con escasa fortuna el éxito ajeno.
Cuando se estrenó ‘Percy Jackson y el ladrón del rayo’ (‘Percy Jackson & The Olympians: The Lighting Thief’, Chris Columbus, 2010) no tuve el más mínimo interés en lo que parecía la enésima intentona de llevar al cine a los amantes de Harry Potter o El señor de los anillos. Experimentos poco logrados como ‘Eragon’ (id, Stefan Fangmeier, 2006) o ‘La brújula dorada’ (‘The Golden Compass’, Chris Weitz, 2007) habían aniquilado mis esperanzas y cuando finalmente la recuperé para un visionado casero me encontré un entretenimiento tan poco conseguido como olvidable. Algo parecido sucede en el caso de 'Percy Jackson y el mar de los monstruos' (‘Percy Jackson: Sea of Monsters’, Thor Freudenthal, 2013), lo único que el resultado es aún peor.
¿Una secuela innecesaria?
Si atendemos a los fríos datos, ningún estudio debería tener especial interés en rodar una segunda entrega de una película que ha costado 95 millones de dólares —sin contar gastos de marketing— y ha recaudado algo menos de 227. Son cifras a caballo entre lo meramente correcto y lo decepcionante, pero en FOX confiaron en esa tendencia que hace que cintas cuya primera entrega goza del cariño del público acaban recaudando más en su siguiente entrega. Eso sí, no quisieron arriesgar demasiado, por lo que se redujo el presupuesto en 5 millones de dólares y confío en una idea que sí ha funcionó en casos como los de ‘El caballero oscuro’ ('The Dark Knight', Christopher Nolan, 2008) o ‘Star Trek: En la oscuridad’ ('Star Trek Into Darkness', J.J. Abrams, 2013).
Por desgracia para sus responsables, ‘Percy Jackson y el mar de los monstruos’ juega en una liga diferente y lo que han conseguido con esa valentía a medias es heredar todos los defectos de su predecesora y añadir unos cuantos más. No es que ‘Percy Jackson y el ladrón del rayo’ fuese mucho mejor, pero contaba con la excusa de estar condenada a ser una película introductoria, siendo más necesarias las explicaciones mejor o peor resueltas –abundaba más lo segundo-, las cuales lastraban sus posibilidades como gran espectáculo.
Puede que esos cinco millones de dólares menos parezcan poca cosa a algunos, pero es un refuerzo más al hecho de encarar ‘Percy Jackson y el mar de los monstruos’ como un pasatiempo para toda la familia lo más genérico posible, algo que se refuerza por el hecho de pasar de tener a Chris Columbus, bien curtido en cintas de este tipo —aunque para nada infalible—, a Thor Freudenthal, el hombre detrás de ‘Hotel para perros’, en la silla del director. Ni cinco minutos son necesarios para empezar a notar los efectos perniciosos de tal decisión, ya que la única idea del guión de Marc Guggenheim con cierta jugo —¿y si el gran héroe no lo es tanto y consiguió triunfar única y exclusivamente por pura casualidad y la ayuda de sus amigos?— queda desechada a las primeras de cambio.
Freudenthal tampoco muestra especial en interés en dinamizar el relato o trascender sus evidentes limitaciones, ya que cede a las primeras de cambio ante la idea de que él únicamente ha de esforzarse un poco en las escenas de acción —y muy poquito, ya que entonces se fía más de los efectos visuales que de su capacidad para ofrecernos algo diferente o vigoroso—, echando por lo demás mano de soluciones formales que difícilmente podrían ser más convencionales. Lo que deriva de esto es que el frágil guión de Guggenheim —desconozco hasta qué punto es fiel a la novela original de Rick Riordan y prefiero aclararlo para intentar evitar más reacciones de fanáticas enloquecidas— queda aún más al descubierto, tanto por sus inanes diálogos como por su tendencia a la sobreexposición con respecto a lo que sucede en pantalla.
Épica light y sin cafeína
Ya he señalado en varias ocasiones que algunas películas confunden la épica con una grandilocuencia visual muy mal entendida, ya que mover la cámara como si estuvieras sufriendo un ataque epiléptico, abusar de las explosiones –o los tiroteos- o echar mano de interminables persecuciones sólo puede llegar a serlo en unas condiciones muy determinadas. Pues bien, en el caso que nos ocupa podéis ir olvidándoos de eso, ya que no hay presupuesto más que para golpes de efecto ocasionales —la “batalla” contra Cronos es demasiado breve y terriblemente insustancial— y los diálogos, que constantemente rozan lo ridículo, se cargan aún más la película en este apartado.
Las trampas de guión para crear reacciones inusuales por parte de los personajes tampoco ayudan lo más mínimo, sólo encontrando cierta efectividad en la breve aparición de Nathan Fillion, para quien está reservada la mejor frase de todo ‘Percy Jackson y el mar de los monstruos’. Por lo demás, charlas pueriles, rivalidades sin chispa, sorpresas de chichinabo y un nuevo personaje cargante a más no poder. Todo ello con pequeños interludios que quizá hubiesen colado como espectaculares en 1998, pero que en la actualidad carecen de capacidad de impacto, llegando a transmitir en varios momentos una desagradable sensación de estar viendo la versión deluxe de los típicos decorados de cartón-piedra.
Tampoco se encuentra la redención en su reparto, ya que pese a contar con varios intérpretes que han dado muestras de su talento en otras películas —y aquí no incluyo a esa nulidad conocida por el nombre de Alexandra Daddario, aunque, eso sí, luego está lejos de ser lo más aborrecible del casting de esta secuela—, ninguno de ellos tiene material aquí para destacar por encima de la mediocridad reinante. Supongo que podría decirse que Logan Lerman da el pego como héroe improbable con look de típico pringado —algo que explotó bastante bien en ‘Las ventajas de ser un marginado’ (‘The Perks of Being a Wallflower’, Stephen Chbosky, 2010)—, pero la escasa simpatía que nos despierta tarda bien poco en agotarse. Del resto casi prefiero no acordarme de nada.
En condiciones normales os diría que ‘Percy Jackson y el mar de los monstruos’ es un sencillo pasatiempo para toda la familia, pero el aparente desinterés de sus implicados en hacer las cosas bien acaba condenándola a una molesta mediocridad con la que uno incluso llega a aburrirse durante no pocas fases de la película. Peor aún primera entrega, cuya principal virtud era que sus defectos no eran lo suficientemente graves como para no olvidarse de ellos con gran rapidez. De hecho, al olvidarme de casi toda la película, mi opinión hace ella mejoró. A ver si sucede lo mismo con su secuela y espero no tener que volver a repetir el proceso con una más que improbable tercera entrega.
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