'Pépé le Moko', Jean Gabin y Julien Duvivier, el binomio perfecto

Jean Gabin fue uno de los actores franceses más famosos del celuloide en toda su existencia. Tanto que en su muerte, a mediados de los 70, fue una de las figuras cinematográficas más lloradas. Asociado normalmente al maestro francés Jean Renoir, también trabajó con Julien Duvivier, quien tal vez no tuvo tanta repercusión como Renoir, pero no tiene absolutamente nada que envidiarle. Precisamente 'Pépé le Moko' es la película con la que Gabin obtuvo el renombre internacional. También es uno de los clásicos indiscutibles del cine francés, y la verdad es que no es para menos.

La película relata las andanzas de Pépé le Moko, un gangster de procedencia parisina, que en Casbah, Argel, tiene formado su imperio. Eludiendo siempre a la policía, Pépé, cuenta con una cantidad inimaginable de amigos, pero también algún enemigo que quiere traicionarlo y entregarlo a la justicia. A Casbah llegará un grupo de turistas parisinos, entre los que se encuentra la bella Gaby, que se sentirá fascinada por Pépé y éste caerá irremediablemente enamorado.

Jean Gabin pone todo su encanto y elegancia en dar vida al personaje central, alguien que a pesar de ser un delincuente que no se anda con remilgos, cae simpático al espectador logrando que éste se ponga de su lado y sienta cada una de las cosas que le pasan al protagonista. Pépé es un hombre libre de espíritu, al que nunca dan atrapado. Y sin embargo, por una de esas ironías de la vida, se encuentra atrapado en su propia cárcel, Casbah, de la que no puede salir pues hacerlo significaría ser atrapado con facilidad. Ese encierro involuntario, y que en cierta medida se lo ha buscado el propio Pépé, marca profundamente a un personaje que ha vivido todo, pero que cuando conoce a la mujer perfecta, por así decirlo, una nueva vida llena de alegría empieza para él, aunque ésta vaya a durar poco.

Alegría de la que siempre hace gala el personaje central, chocando directamente con el triste mundo en el que vive: una zona en Argel, llena de callejuelas y terrazas todas comunicadas entre sí. Un laberinto de casas que esconde las oscuras historias que jamás verán la luz. Una alegría que alcanza su cima en uno de los dos momentos en los que se representa una canción, cantada a viva voz por el propio Pépé, y que es un instante lírico de una belleza sobrecogedora, pues transmite muy bien cierto bienestar que el espectador sabe que no durará, aunque no quiera aceptarlo. La otra canción es interpretada por un personaje femenino muy secundario, pero que es el claro ejemplo del estado de ánimo del lugar y de la mayor parte de sus gentes, gentes con un pasado que parecen añorar. Es éste un instante demasiado triste, y tristeza es la tónica general de 'Pépé le Moko'.

Julien Duvivier dirige con extraordinaria precisión, logrando secuencias que difícilmente se le borran a uno de la memoria. Cabe citar el inicio de la película, en el que se intenta atrapar al personaje central entrando en su propio mundo. Con un manejo increíble del ritmo, y con una planificación sencillamente perfecta, el director logra crear un suspense único en un prodigio de escena que podría definirse como una persecución sin persecución. La cámara se mueve como pez en el agua por todos los recovecos que sólo los malos (¿o buenos?) de la función conocen a la perfección, despistando así a los policías que han penetrado en su mundo. A partir de ahí, la película mantiene un más que alto nivel, y manejando hábilmente un guión lleno de diálogos extraordinarios, éstos ayudan al ritmo del film, logrando un crescendo dramático que culmina en un final inevitable, y lleno de poesía. Pura belleza para los sentidos. Duvivier logra lo que pocos: llenar de belleza un mundo hostil, sucio y oscuro. Una belleza con una fuerte carga melancólica.

Otro de los puntos fuertes de 'Pépé le Moko' es su equilibrio entre historia gangsteril e historia de amor. Para lo segundo, el realizador optó por un enfoque brutal a la par que hermoso: enfrentar las caras de los dos enamorados en primeros planos separados, unos rostros iluminados sobremanera, que marcan la pasión amorosa de una forma casi salvaje. Anótese la escena final, una de las no despedidas más impresionantes que se recuerdan. Duvivier se preocupó lo suyo de retratar muy bien a la actriz Mireille Balin, que representa una nueva esperanza para Pépé y al mismo tiempo su perdición.

Una obra maestra absoluta, redonda, total y definitiva. Un canto al cine y a la vida, y como no, al amor. 'Pépé le Moko' está editada en dvd fuera de nuestro país a un precio escandaloso, pero es una película que no debería faltar en la estantería de ningún cinéfilo. Un año después, en 1938, el siempre interesante John Cromwell realizó el remake americano, titulado 'Argel' y con Charles Boyer en la piel de Pépé. En 1949 se realizó un segundo remake, mucho menos conocido, con Tony Martin en el personaje central, aunque esta vez era un vehículo para el lucimiento de la bella Yvonne de Carlo, que daba vida a la mujer que quiere retener a Pépé para siempre en Casbah.

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