Te apaña una tarde aburrida en la que no quieras pensar mucho, pero nada más
Netflix está siempre a la búsqueda de una nueva gran franquicia cinematográfica. Es cierto que ya tiene varias como las de 'Tyler Rake' o 'Enola Holmes', pero lo que le sigue faltando es dar con una tan importante que realmente deje huella en el imaginario popular. Veremos si lo consigue, pero por ahora sigue siendo una de las grandes asignaturas pendientes de la plataforma.
Entretenimiento de perfil bajo
No me cabe duda de que detrás de 'Lift. Un robo de primera clase' existía la idea de intentar dar con una saga que mezclase elementos de otros títulos de éxito como 'Ocean's 11' o 'Fast & Furious' -al menos cuando pasó a ser una saga de robos internacionales en lugar de que fue inicialmente-. Y no he elegido la palabra intentar por casualidad, ya que este espectáculo al servicio de Kevin Hart no es más que un olvidable pasatiempo que como mucho sirve para matar el rato cuando no tienes algo mejor que hacer.
Este tipo de producciones suele tener dos grandes fortalezas. Por un lado está el hecho del vínculo entre sus protagonistas, el cómo existe una familiaridad entre el grupo que lleva a que el público coja cariño a ese grupo de maleantes y esté deseando ver cómo logran sacar adelante lo que no deja de ser un atraco imposible. Por otra parte tenemos el propio robo, donde hay que ofrecer algo que enganche al espectador, sea un trabajo de puesta en escena elaborado, el ingenio con el que todo se lleva a cabo o algún tipo de ingrediente que le permita destacar. 'Lift. Un robo de primera clase' no destaca especialmente en ninguno de eso dos apartados.
Empecemos por el reparto, donde es cierto que sorprende ver a un Hart alejado de la imagen suya a la que estanos acostumbrados por otras películas. Aquí asume ese rol de líder confiado que siempre va por delante de todos los demás y ha de rebosar confianza en todo momento. Dejando de lado su tendencia habitual a lo cómico, Hart encaja bien en el papel, pero tampoco esperéis un trabajo memorable por su parte. Y eso que es quien tiene más margen para lucirse de todos los protagonistas.
Es verdad que Úrsula Corberó parece estar pasándoselo bastante bien y que el personaje de Vincent D'Onofrio tiene un punto excéntrico bastante curioso, pero a la hora de la verdad, el resto del equipo son poco más que simples comparsas -la única con más cancha es Gugu Mbatha-Raw, pero esa subtrama romántica nunca termina de funcionar demasiado bien-. Tampoco era necesario que todos tuvieran la misma importancia, pero sí dar con algo que permita a todos brillar. Pienso por ejemplos en los secundarios de Jason Statham o Seth Green en 'The Italian Job', película que comparte director con la que ahora nos ocupa.
El hecho de tener detrás de las cámaras a F. Gary Gray era uno de los factores que más me llamaban la atención de 'Lift. Un robo de primera clase'. No es que sea precisamente infalible, pero cuenta en su haber con otros títulos muy estimables como 'Negociador' -nunca me cansará de reivindicar este thriller encabezado por Samuel L. Jackson y Kevin Spacey-, 'Un ciudadano ejemplar' o 'Straight Outta Compton'.
Por desgracia, en la película de Netflix parece que él mismo asume que el material que tiene entre manos tampoco da para mucho, así que intenta que visualmente sea dinámica, pero sin que haya una razón de ser para muchas de sus decisiones formales. A veces parece buscar una cierta elegancia, otras da la sensación de intentar molar porque sí y en líneas generales resulta un tanto deslavazado -hay momentos que lucen bien, eso hay que concedérselo-, como si quisiera jugar a muchas cosas sin una idea clara que funcione como guía y elemento conector. La comparación es especialmente dolorosa si recordamos la maestría que mostró Steven Soderbergh en la primera 'Ocean's 11', o incluso el propio Gray en 'The Italian Job'.
¿Qué nos queda entonces en 'Lift. Un robo de primera clase' si esa camaradería del grupo no va más allá de lo puramente superficial y visualmente podríamos decir siendo muy generosos que es resultona? Pues relleno para el catálogo de Netflix -aunque su éxito ha hecho que haya destronado ya a 'La sociedad de la nieve'- que al menos cuenta con un ritmo ágil para que sea más difícil que se aburra cualquiera que esté dispuesto a dejarse llevar.
Por ahí tenemos algo a lo que agarrarnos, porque en mi caso la vi convaleciente de una gripe y en estado febril puede llegar a lucir como un pasatiempo bastante apañado, de esos de usar, tirar y olvidar su existencia al día siguiente. No obstante, yo he tenido que reflexionar un poco sobre ella a posteriori y se me ocurre poco que rescatar más allá de eso. Ojo, tampoco eso quiere decir que el resto sea un desastre, ni mucho menos, pero sí que es una más.
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