Si dos años después de ‘Festival de la canción de Eurovisión: La historia de Fire Saga’ (cuyo título voy a resumir a partir de ahora) seguimos reconociendo ‘Jaja, ding dong’ como un himno involuntario es que la película ha pasado a la historia por encapsular perfectamente el festival en sí mismo: es tonta, es pegadiza, es hortera y te hace pasar dos horas creyendo que el mundo es bonito y está plagado de canciones absurdamente bailables. En el único año en la historia en el que Eurovisión nos falló, Will Ferrell vino a rescatarnos.
¡Ja ja, ding dong!
Se podrían escribir libros y libros sobre los motivos por los que en Europa olvidamos todos nuestros problemas durante una noche y nos unimos para escuchar 25 canciones y votarnos entre nosotros mientras hacemos memes en Twitter. Los americanos, desde luego, están tan fascinados por el tema que han montado su propia Eurovisión cutre (que, en un acto de rebeldía y absurdez solo posible en 2022, ha ganado una canción de k-pop). Prueba de esta extraña obsesión yanqui es que Will Ferrell se lanzó a intentar entender de qué iba todo esto, y consiguió que Netflix se la financiara.
Will Ferrell lleva 22 años casado con la misma mujer, Viveca Paulin, una sueca que, por supuesto, adora Eurovisión: lo que diferencia a esta película de lo que podría haber sido es la falta de distancia irónica y el absoluto respeto que Ferrell tiene por el festival. En 2018 fue a ver la final, conoció a los concursantes y se preparó para escribir algo a la altura, con la extrañeza con la que afrontarlo siendo americano pero la fascinación propia de la purpurina y los ritmos locos del festival en sí mismo.
Todos aquellos que no entiendan de qué va Eurovisión pueden pasar página. Sí, de verdad. Esta película no va con vosotros: no es una descarnada parodia repleta de sarcasmo sino una historia contada desde el cariño no solo hacia la historia del festival, sino hacia los eternos perdedores, las canciones horteras y los pueblos donde ser artista es poco menos que un chiste. La mezcla, si bien no es memorable, sí que es un pequeño lugar feliz.
Eurorrisión
‘Eurovisión: la historia de Fire Saga’ no termina de dar con la tecla adecuada en el guion y los personajes no están todo lo desarrollados que podrían durante las excesivas dos horas de metraje, pero acierta absolutamente al mimetizar las canciones eurovisivas: cualquier tema de su disco podría sonar perfectamente este sábado en Turín. Desde ‘Husavik’, que fue nominada al Óscar, hasta ese medley de diez minutos que rompe la película sin concesión para juntar a las mayores estrellas de la historia del festival cantando una mezcla de ‘Believe’, ‘Ray of light’, ‘Ne partez pas sans moi’, ‘Waterloo’ y ‘I gotta feeling’. Un sueño húmedo para cualquier aficionado.
Pero la película tiene grandes problemas, pero el principal es su duración, que pasa de las dos horas y se siente como una losa. Por mucho cariño que haya en la producción, la relación entre los dos protagonistas no termina de funcionar y algunos chistes (la mayoría de los que ocurren fuera de Islandia) caen en saco roto. Cuando intenta dar un giro dramático por sorpresa sin dejar de lado la comedia cortocircuita y termina sin rumbo.
Will Ferrell lo da todo en un papel entre la parodia exacerbada y la sensibilidad, acompañado por un reparto de infarto: Rachel McAdams, Graham Norton, Demi Lovato y Pierce Brosnan como el padre que nunca aprobará que su hijo se dedique a cantar en Eurovisión. Y de regalo, representantes de Eurovisión de los últimos diez años, incluyendo seis ganadores: Loreen, Alexander Rybak, Jamala, Conchita Wurst, Netta y Salvador Sobral. Un paraíso eurofan que hace reír, pone un poco tierno y, sobre todo, deja la sensación de haber visto una gala eurovisiva. Pura metadona.
Una película idiota
Siendo totalmente honesto: ‘Eurovisión: la historia de Fire Saga’ es una película profunda y honradamente idiota. Pero no de una manera negativa o frustrante: sabe que lo es, abraza la tontería que en el fondo es todo esto. Precisamente el único momento en el que baja el ritmo es en el que toma conciencia de sí misma e intenta ser lo que nunca debió ser: un pequeño gran drama con Eurovisión como telón de fondo.
Su gran triunfo es el de entender el festival, reírse de él sin ser ofensivo y homenajearle sin ser pasteloso. No es una película, desde luego, para aquellos que refunfuñan y miran el reloj mientras a su lado todo el mundo está pasando un buen rato intentando adivinar las puntuaciones, ni para los que creen que Eurovisión es una cosa seria que hay que tomarse casi de manera académica.
‘Eurovisión: la historia de Fire Saga’ es perfecta para ver en esos momentos en los que echas de menos lo liviano, absurdo, grandilocuente y hortera de un festival que cada año sigue evolucionando sin dejar de lado su ADN. Y también para ver a Will Ferrell cantando la canción más pegadiza de la última década. ¿’Volcano man’? Claro que no. Vamos, todos juntos: ¡Jaja, ding dong!
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