Pocos de los que hayan visto 'Robocop' en el momento de su estreno podrán olvidar el momento en el que uno de los malos gritaba “ayúdame” mientras su carne se deshacía tras caerle un bidón de productos corrosivos. Imagina el trauma si llevamos todo ese horror corporal a un nivel de catástrofe. Podría ser lo más parecido al infierno en la tierra que pudiera concebir Dante, pero tan solo es una posibilidad atmósférica que la película ‘Lluvia ácida’ nos muestra al detalle.
Afortunadamente, la nueva obra de Just Philippot no se recrea constantemente en los cuerpos disueltos y las quemaduras gore, pero es un documento absolutamente despiadado que impactó en el último festival de Sitges. El creador de 'La nube', vuelve a presentar un estilo naturalista para introducir conceptos de ecoterror con recado climático, cambiando aquí una posible invasión de insectos con un fenómeno que ocurre con frecuencia y que podría agravarse conforme las temperaturas sigan subiendo.
Una lección en forma de pesadilla colectiva en la que no se dulcifican las consecuencias de la lluvia ácida, en la onda de brutales conjeturas nucleares de los 80 como ‘El día después’ (1983) recuperando la crudeza de esas ficciones de supuestos atómicos diseñadas para alertar a políticos mundiales en el crepúsculo de la guerra fría como ‘Testamento final’ (1983) o la casi insoportable ‘Threads’ (1984), enfocándose en una posibilidad medioambiental inducida por el hombre, y como aquellas, su ferocidad destila una voluntad de concienciación implacable.
Ecothriller con recado climático
El guion del director, junto a Yacine Badday, es despiadado y va con recado, pero en realidad adapta tropos del cine de catástrofes a un agente que no permite ni siquiera el refugio. Ya va a apuntando sus intenciones activistas en su sugerente presentación del protagonista, una grabación de seguridad en la que lidera un piquete contra los antidisturbios por una reclamación laboral que muestra un lado gris del mismo, lo que define sus acciones en el subsiguiente mundo sin reglas que se nos presentará.
Con un clásico punto de partida de drama familiar, la lluvia ácida irá poniendo a los protagonistas en una ruta, a modo de road movie no muy distinta a lo que presentaba el modelo de ‘La Guerra de los Mundos’ (2005) de Steven Spielberg, que tantas películas y series del género han ido adoptando desde entonces. Vamos siendo salpicados por momentos de impacto y horror apocalíptico con voluntad de alegato en los que la producción amplía el punto de vista.
Es en ese primer tramo donde abundan las miradas en plano general, las grandes set pieces sin nada que envidiar a grandes producciones americanas que dejan, además, estampas de una belleza estremecedora, como ese plano panorámico en una parcela en la que humanos y caballos corren mientras las nubes acechan en el cielo. Hay detalles de ‘El incidente’ (2008) en la naturaleza abstracta de la amenaza, que se concreta algo más cuando vemos chubascos, haciendo de las huídas de nubes en el cielo de ‘¡Nop!’ un juego de niños.
Gran espectáculo, pero no de evasión
Mucho más tremendista que la serie de Netflix ‘The Rain’, en realidad el enfoque está muy modulado por las verdaderas consecuencias que puede tener un evento así, sin dulcificar o retorcer por conveniencia dramática las situaciones, lo que nos deja algunos momentos que parecen buscar la reacción fácil, pero que son absolutamente coherentes dentro de la lógica que propone. En realidad, su desarrollo en fases tiene un ánimo didáctico que nos viene a resumir que, bajo una lluvia ácida, morir abrasado no es el peor efecto que puede resultar.
Cómo afecta a las corrientes de agua, las infraestructuras, el estado del suelo, las instalaciones eléctricas… para exponer la hecatombe que supondría, a ‘Lluvia ácida’ le basta con limitar su apocalipsis a una zona de Francia, ni siquiera expone una situación global, sino que concreta y señala en el mapa para enfatizar el aspecto caprichoso y arbitrario de un fenómeno meteorológico así. Nadie está a salvo y la atmósfera no entiende de ciudades mejores o peores.
El cine de Philippot no es agradable de ver, pero tiene muchos momentos inspirados, es consistente y comprometido con su punto de partida hasta las últimas consecuencias, sin renunciar al gran despliegue de producción y la consideración del espectáculo como algo más que peripecia, aventura y evasión. Con un ánimo casi documental y un enfoque de género, es algo desalentador que estos estrenos con alternativas potentes para la gran pantalla se vean relegados a estrenos de tapadillo en plataformas y VOD.
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