Amazon Prime Vídeo ha estrenado por sorpresa ‘Chuck Steel: Night of the Trampires’, un pequeño prodigio de animación stop motion dirigido a adultos que juega a ser una parodia del cine de los años 80, en concreto los géneros de acción y terror, pero sorprendentemente no ha tenido una gran difusión ni atención por parte de festivales especializados o publicaciones de género, quizá porque quedó algo sepultada en el alud de estrenos de género del año pasado.
Probablemente los que hayan crecido en los 90 recuerden un anuncio animado de Levi’s 501 con un hombre llamado Ed Clayman rescatando a una joven de un incendio al ritmo de la canción Boombastic de Shaggy. Su autor era un joven Mike Mort, un animador británico que ha trabajado sin parar en la industria desde entonces. Empezó a desarrollar la idea de su personaje en 2013, después de hacer un cortometraje llamado 'Chuck Steel: Raging Balls of Steel Justice', que presentaba a una parodia de un policía modelado según clichés del cine de los 80.
Steel no deja de ser una especie de equivalente de McBain de ‘Los Simpson’, tiene el mismo tono exagerado que podrían ver en la tv los personajes de Groening, pero en su versión de largometraje va más allá, y Mort, quien también da voz al policía, busca rendir homenaje a las películas de acción y terror de la década de 1980, utilizando todas las técnicas de animación stop-motion y claymation que han hecho célebres a personajes como ‘Wallace y Gromit’ o la oveja Shaun, sobre la que también ha trabajado en su serie de televisión.
Los 80 que no te cuenta 'Stranger Things'
Pese a que ‘Chuck Steel: Night of the Trampires’ se ríe y celebra el cine americano, es una producción británica que ha tardado en estrenarse cinco años. Después de mostrarse en el Festival Internacional de Cine de Animación de Annecy en Francia en 2018, ha ido recogiendo premios en otros certámenes hasta alcanzar la categoría de rara avis y encontrar su sitio en un estreno modesto en plataformas, pese a la calidad de su animación, a la altura de los estrenos de grandes estudios más espectaculares.
Para lograr su visión, Mort reunió a un equipo de artistas y técnicos talentosos en Animortal Studio, una instalación hecha a la medida en Bridgend, Gales. El estudio estaba equipado con 19 decorados, 250 títeres y cientos de accesorios y miniaturas. La película se rodó íntegramente en stop-motion, lo que significa que cada cuadro se capturó moviendo las marionetas y los objetos ligeramente con la mano en cada instantánea.
De hecho, el proyecto tardó cinco años en completarse, con un promedio de dos segundos de metraje producido por día de trabajo en un total de 110.000 frames, en donde cada uno requirió una atención meticulosa a cada detalle. Se utilizaron varias técnicas para crear los efectos, desde la eliminación de cables a pantalla verde, perspectiva forzada, control de movimiento o composición digital. El resultado es visualmente apabullante y al mismo tiempo retro, evocando una sensación artesanal muy perdida en los proyectos animados.
Terror en stop motion a lo grande
Quizá la dificultad que encontró su distribución es por su temática de nicho, por una parte es una sátira de las películas de acción de “machotes” de los 80, llena de referencias a ‘Rambo’, ‘Arma Letal’, ‘Terminator’, ‘Robocop’, ‘La jungla de cristal’ y muchas más. Por otra, se mete de lleno en el terror viscoso de esa misma era. Tenemos al clásico policía que no respeta las normas y que tiene un trauma por la muerte de su esposa a manos de la Yakuza. Su jefe le asigna una nueva compañera, una mujer sueca enorme y torpe, y juntos deben investigar una serie de desapariciones que los llevan a descubrir la existencia de los trampires.
Estos seres, mitad vampiros y mitad vagabundos, se alimentan de la sangre de los borrachos y con la ayuda de un cazador sobrenatural llamado Van Rental, Chuck tendrá que salvar a la ciudad y al mundo de esta amenaza nocturna. El terror y el stop motion suelen cuajar muy bien, pero la técnica suele estar más presente en festivales en formato corto. Son bastante famosos los de la serie ‘Chainsaw Maid’, aunque en el formato largometraje hemos tenido ejemplos en España como ‘Pos eso’ y ‘O Apóstolo’, ambas sufriendo problemas de distribución similares a ‘Chuck Steel’.
Como en aquellas, la parodia goza de un humor chabacano, tiende a la escatología y al delirio con diálogos absurdos, algo que contrasta con un cuidado diseño de los personajes y escenarios en los que se nota el trabajo artesanal y la pasión que hay detrás de cada escena. ‘Chuck Steel’ presenta una partitura original del James Griffiths, llena de sintetizadores y ecos carpenterianos que añade a la sensación de que, más que una parodia del cine de la época, estamos ante una distorsión satírica muy ácida y llena de mal gusto muy calculado.
No apta para las grandes salas de cine
Hasta cierto punto es una versión de terror de la idea de ‘McGruber’ y sus referentes de terror no engañan, hay un constante homenaje a las películas de vampiros de los 80 más conocidas, desde ‘Noche de miedo’, ‘Jóvenes Ocultos’ a ‘Una pandilla alucinante’, ese cine lleno de efectos especiales grimosos, viscosidad y transformaciones llenas de látex bañadas en una iluminación colorida e irreal, que la película recrea con plastilina y muñecos de forma muy fideligna. Lo bueno es que, como el cine de la época, viene acompañada del mismo humor negro y violencia exagerada, aunque a veces la línea entre la parodia y el tropo se funde.
Hay algunos detalles de humor “políticamente incorrecto” que juega con la exageración pseudoconservadora de películas como ‘Commando’ y el protagonista es una suma de los peores defectos del cine de la época reconcentrados, una especie de ‘Torrente’ a la americana, pero que a veces la película no sabe si adorar o ridiculizar, con algunos detalles sexistas propios del cine de la Cannon que deja con una perspectiva revisionista a medias. Pero en realidad ‘Chuck Steel: Night of the Trampires’ no busca tanto ser iconoclasta como desbarrar con la complicidad del espectador.
Escenas de acción dignas del mejor blockbuster del año, estallidos de sangre, body horror salvaje y diseños de vampiros alucinantes que van convergiendo en un clímax de monstruos gigantes que podrían estar en la colección del mismísimo Ray Harryhausen. Una oportunidad de oro para encontrarse con el cine de género que ya no se hace en la industria en un largometraje que no encontrarás anunciado en los andenes del metro o las marquesinas del bus.
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